Martes 4.8.2020
/Última actualización 13:38
Colón tiene un plantel que, en cantidad, está desbalanceado. Hay un sector de la cancha en la que Eduardo Domínguez tiene jugadores de sobra. Es en el ataque. Terminaron jugando Chancalay-Morelo. Puede armar, al menos, dos delanteras más: Pulga Rodríguez-Viatri, Brian Fernández-Leguizamón y todavía lo tiene a Sandoval. Es decir, siete delanteros con recorrido ?algunos más otros menos?, características diferentes y como para trabajar en la búsqueda de la mejor dupla, la que logre el máximo entendimiento.
Colón fue un equipo que no tuvo una gran capacidad de gol de acuerdo a los jugadores que tiene. Pero también es verdad que no se puede tomar muy en cuenta el aporte de Brian Fernández y el del mismo Viatri, porque han jugado poco. Mucho más el santafesino, que apenas tiene en su haber aquellos minutos que entró ante Banfield en el Centenario.
Si Eduardo Domínguez logra convencer a Chancalay de que tiene que jugar como lo hizo ante Rosario Central, como segundo delantero, en los últimos 30 metros de la cancha y tratando de desequilibrar merced a su cambio de ritmo y buen manejo de pelota, es un jugador que todavía no ha tenido techo en Colón. Pero su empeño en retroceder y entrar más en contacto con la pelota, hizo que muchas veces se lo utilice como carrilero. Y allí pierde consistencia su aporte, porque la función en el costado de la cancha lo obliga al ida y vuelta, al sacrificio, a algo que no lo favorece (la marca) y a dilapidar piernas y aire para atender las obligaciones de ese puesto.
En un esquema de 4-4-2 que generalmente utilizan la mayoría de los entrenadores, inclusive con algún delantero que retroceda para convertirse en una “media puntada”, Chancalay debe entender que no le conviene ocupar alguno de los cuatro lugares del medio. ¿Y de enganche?, sería una buena alternativa, con dos delanteros arriba y con tres volantes que le entreguen la pelota. Pero es difícil que esto se concrete. Son pocos los técnicos capaces de resignar, por ejemplo, la posibilidad de jugar con dos “5”. Domínguez alguna vez lo hizo en el paso anterior por Colón, pero en general se juega con dos volantes centrales y dos por el costado. Quizás, la superpoblación de delanteros con distintas características, lo lleve a jugarse por algún esquema un poco más ofensivo y ambicioso en cuanto a los nombres. Pero si el esquema madre es el 4-4-2, Chancalay tiene que entender ?por más que le encante el contacto permanente con la pelota? que tiene que jugar arriba, acompañando al “9”
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En contrapartida a lo que se dice de los delanteros, está el sector de mediocampistas. Allí, Domínguez pretendía que se quedaran Esparza, Fritzler, Zuqui y Estigarribia. Ninguno de los cuatro, en principio, va a jugar en Colón. Este es un sector que ha quedado desprotegido. También se fue Celis y de los que han tenido rodaje, quedaron Aliendro, Lértora y Bernardi, más allá de los juveniles Pierotti y Farioli y sin contar, por ejemplo, a Doffo (que no jugó) o a Rafael García, que lo hizo como defensor porque fue el puesto para el que se lo contrató.
A propósito de García y Bianchi, dos de las incorporaciones que se hicieron este año, está muy claro que otro sector en el que Colón tuvo dificultades en el torneo pasado, fue el defensivo. Después de Godoy Cruz, fue la defensa con más goles en contra y eso que contó con un arquero que ha respondido con creces como Leonardo Burián. Colón nunca pudo reemplazar la trascendencia de Conti. Quizás, el Flaco no era un jugador con voz de mando, pero lo que aportaba en la cancha era tan bueno y determinante en el sistema defensivo, que potenció al compañero de zaga (generalmente fue Ortiz y él mismo lo reconoció cuando declaró que “cuando jugábamos con Conti, hubo veces en los que parecíamos imbatibles”). Conti se fue de Colón la misma noche que el equipo clasificó para la Sudamericana con aquella victoria ante Racing. La casualidad (¿o causalidad?) hizo que casi dos años después, contra Rosario Central, se volviera a ganar de visitante. Casi dos años pasaron sin victorias afuera (en el torneo local), lo cuál fue una prueba clara de la ineficacia e improductividad que tuvo el equipo en terreno ajeno, cuando deben aparecer virtudes esenciales en el funcionamiento defensivo de un equipo para que adquiera solidez.
Colón tiene para arrancar con Olivera, Bianchi, García y Garcés, pero le estaría faltando un caudillo, alguien que por voz de mando o rendimiento pueda ser el puntal defensivo para que desde allí se pueda armar una buena defensa. Un buen “2” y dos o tres jugadores en el mediocampo es, en principio, lo que Colón necesita para rearmarse. Y después, esperar si Vigo es el jugador que traiga el dinero necesario para reforzar el plantel con una venta que parece gestarse en este mercado de pases muy deprimido del fútbol argentino.