Entre el monte y el río, Jardín Florido se suma al sistema de reservas naturales de Santa Fe
Está ubicado en Florencia, en el extremo noreste de Jaaukanigás, a orillas del Tapenagá. Es el límite entre los antiguos montes de quebracho y el humedal del Paraná. La comunidad habita ranchos de adobe y paja, y convive con cientos de aves y monos.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
El Gobierno de la Provincia de Santa Fe aprobó la incorporación de la reserva natural “Jardín Florido”, ubicada en la localidad de Florencia, departamento General Obligado, al Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas bajo la categoría de Paisaje Protegido.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
La medida fue oficializada este lunes a través del decreto correspondiente (2672/2025) firmado por el gobernador Maximiliano Pullaro, mediante el cual se aprueba en todos sus términos el convenio suscripto entre el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático y la Municipalidad de Florencia.
Paisaje
El acuerdo establece que el área será incorporada como “Paisaje Protegido”, conforme a lo dispuesto por la legislación provincial, y el Ministerio asumirá las tareas necesarias para mantener la calidad ambiental y el manejo adecuado del sitio, a través de la Dirección General del Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas.
Por su parte, el municipio de Florencia acepta que las tierras declaradas bajo esta categoría queden sujetas al régimen de regulaciones y controles previstos, con el objetivo de garantizar la conservación de su biodiversidad y su valor paisajístico.
Una de la gran cantidad de aves que habitan el Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
La medida adquiere especial relevancia en virtud de las particularidades de la zona: “Jardín Florido” se encuentra en la región de Jaaukanigás -en lengua originaria quiere decir gente del agua-, a orillas del curso de agua conocido como el río Tapenagá, que en lengua originaria significa “Camino de las Almas”, un río que nace en el monte chaqueño y desemboca en el río Paraná.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
Aves
La reserva contiene una combinación singular de ambientes: en un lado se aprecia el viejo monte de quebrachos y al otro la selva en galería y pajonales del arroyo, lo que brinda un entorno de gran diversidad biológica.
En este contexto, más de 150 especies de aves habitan el lugar, y en todo Jaaukanigás se han detectado hasta 334 especies de aves, según el biólogo Alejandro Giraudo, de Aves Argentinas.
Al frente de los visitantes, el biólogo Giraudo en Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
Otra particularidad destacada es la participación de la comunidad local en el manejo del área: algunos habitantes del lugar, que viven en ranchos de adobe y paja dentro de la misma reserva, fueron capacitados como guías turísticos para acompañar los contingentes que visitan la zona, lo cual refuerza el vínculo entre conservación ambiental y desarrollo comunitario.
“Hay muchos tucanes”, destaca Nicolás Insaurralde, uno de habitantes que oficia de guía. “El guaycurú tiene un antifaz muy llamativo”, dice Giraudo, “además el término representa la unión de pueblos”.
Entonces Hernán Agustini, director del Museo de Arqueología de Reconquista agrega que “es la lengua que le da unidad a los cazadores recolectores del Gran Chaco”, como los abipones jaaukanigás, mocovíes y qom, entre otros.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
Entorno natural
Con la incorporación de “Jardín Florido”, la provincia suma un nuevo espacio al sistema de conservación ambiental, reafirmando su compromiso con la preservación del entorno natural del norte santafesino y la promoción de un desarrollo sustentable que vincula naturaleza, cultura y comunidad.
El viejo Orrego, vecino de Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
“La gente cree que quienes habitan estos ambientes sobreexplotan los recursos y eso no es así. Todos los ambientes naturales del norte de Argentina, incluso Jaaukanigás, tienen uso de las personas que los habitan. Como es un sitio Ramsar de los más importantes de Argentina la idea es que haya esta integración de la gente en la naturaleza y que los recursos se utilicen de una manera sabia, conservando sin depredar”, explica Giraudo, mientras a un costado el paisano Darío Orrego lo escucha atento, recostado sobre un costado del marco de la puerta de su ranchito levantado con adobe y paja recolectada en el lugar, sobre el albardón a orillas del Tapenagá.
Paso trascendente
“Florencia tiene registros arqueológicos que datan de por lo menos la década del ‘40, cuando se comenzaban a investigar y a determinar zonas y características de los pueblos originarios”, señala Agustini.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
Respecto de los primeros pobladores del norte santafesino, el Museo de Arqueología y Paleontología “Dante Ruggeroni”, de Reconquista, tiene registros de cazadores, recolectores y guerreros de hace al menos 2150 años. “Todavía no pudimos determinar quiénes eran estos pueblos”, dice Agustini. “Lo que sí sabemos es que eran pueblos nómades del Gran Chaco Americano, que ocuparon el río Paraná para trasladarse, pero también para hacerse de los recursos que le brindaba, tanto para la caza como la pesca y la recolección de frutos y fibras”, menciona Agostini.
Las área municipales protegidas son muy importantes en todas partes y en Jaaukanigás en particular no es la excepción, “porque acercan a los ciudadanos a lugares a donde no iban, aun estando muy cerca, como en el caso de la reserva Jardín Florido, ubicada pocas cuadras de la ciudad”, dice Agustini. “Esto sirve como un aula abierta para las escuelas, para los observadores de aves, y para los turistas”.
Jardín Florido. Fotorreportaje: Pablo Rodas (gentileza).
“Que se incorporen ahora a las áreas protegidas de la Provincia está muy bueno porque le da mayor proyección de continuidad, son pasos muy importantes que da la sociedad”, menciona Agustini, desde el Museo. “Esto hace que las sociedades locales comiencen a mirar estos espacios con ojos de un turista y los valoren y preserven. Esta mirada, a su vez, puede llegar a generar recursos económicos, en ese sentido. Hay que empezar a entender que no hay una dicotomía entre producción, turismo y preservación”.
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