Hace tantos años que nos gobiernan los economistas, o licenciados en Economía, y sin embargo nunca diagramaron una verdadera política de austeridad, mucho menos una eliminación de impuestos. Tenemos todas las cargas impositivas que se puedan imaginar, ya que siempre aparece un presidente con su ministro de Economía para echar “mano a la obra” en el tema.
Ni que hablar del Poder Legislativo, que para aumentar un impuesto por un año –que en realidad termina imponiéndose eternamente- parece que tienen los resortes de un robot (el famoso “Levanta Brazos”), por la velocidad con la que lo hacen.
Entonces, como ciudadano “de a pie”, le pregunto al resto de los ciudadanos si tienen conocimiento de que en los últimos cuarenta o cincuenta años algún presidente, con los diputados y senadores que lo representan, haya presentado un “Proyecto de Austeridad”. Seguimos gastando como si fuéramos pudientes y vivimos pidiendo créditos externos.
Mirá tambiénCausa de los CuadernosDebemos ser los únicos que requerimos préstamos en dólares y en otras monedas, que en realidad son para pagar los intereses de deudas ya contraídas. Nunca se nos ocurre solicitar un préstamo para, por ejemplo, a través de los bancos, otorgar créditos accesibles a cuentapropistas, o pequeños y medianos empresarios dedicados a producir. No se les cae una idea.
Si no producimos no vamos a crecer. Y en la medida en que nosotros no hagamos inversiones, los países que están a la vanguardia del mundo aparecen ávidos para hacer sus negocios y explotar nuestra tierra. Dejemos de requerir préstamos. Ya en la actualidad más del 50 por ciento de las empresas que operan las industrias clave son extranjeras.
Ahora bien, para lograr gobiernos austeros debemos ordenar primero el pago de impuestos. Hoy en día, la mayoría de los ciudadanos trabajamos en “negro”, o haciendo algo en “negro”, como se dice comúnmente. Solo basta con preguntar a los contadores, que la mayoría fue a las universidades gratis de nuestro país y luego trabajan –de acuerdo a como lo veo yo- en contra de la Patria, o perjudicándola.
Son solamente “arregla” o “acomoda” números, para que los comerciantes, empresarios o industriales, paguen menos impuestos. Lógicamente, muchos de ellos se ven obligados por las circunstancias, enfrascados en la tarea de hacer que le “cierren los números” a su empleador.
Total, ni la organización ARCA (creada tras la disolución de la AFIP) ni los otros entes encargados de controlar lo que pasa, parecen enterarse de lo que ocurre (¿O están “comprados” para hacer la “vista gorda”?). La creación del Impuesto Único y Universal a la Compra y Venta (IUCV), a mi juicio, sería una de las vías o alternativas de solución.
Significaría que todos los ciudadanos que diariamente ejercen una acción de compra o venta, por cada operación que hacen queden gravados con ese solo “impuesto”. Un impuesto que la persona abona por una compra y paga por una venta, siendo que sobre el monto que corresponde a la operación se determine o grave el 5% (por decir un porcentaje).
El que emite la factura pasa a ser el “Agente de Retención” y quien debe depositar diariamente en el banco que corresponda dicho IUCV. Los bancos deberán distribuir lo recibido en depósito de la siguiente forma: el 20 por ciento al municipio de origen; el 40 a la provincia, el 30 al Estado Nacional y el 10 restante al Banco Central para pagar los intereses y las deudas contraídos desde hace años.
Mirá tambiénDólares, salud, seguridad, impuestos…Lógicamente cada Estado (municipal, provincial, nacional), deberá administrar con austeridad lo recibido, para que les alcance. En forma paralela, durante el tiempo de aplicación del IUCV, los distintos poderes ejecutivos y legislativos tendrán que abstenerse de generar nuevos impuestos. Al dólar, moneda que nos ha invadido, tenemos que usarla libremente, poniéndole cada uno su precio.
Dejemos de estar sometidos a funcionarios del gobierno de turno, que determinan su costo basados en fórmulas muchas veces interesadas. Las políticas anteriores y las actuales, desde un marcado “unitarismo”, han afectado y siguen afectando al ciudadano “de a pie”, aquel que produce y trabaja, los asalariados que siguen perdiendo su poder adquisitivo.
Por eso mismo, señores del gobierno, revisen sus estadísticas, vean la realidad de los trabajadores, comerciantes, industriales y productores. Fíjense lo que hacen. Pululan los despidos; se cambia salario por plan social o monotributo, todo en perjuicio del ciudadano común y sobre todo del contribuyente.
Paralelamente, muchos funcionarios públicos y dirigentes políticos reflejan otra forma de vivir, muy distinta, siendo muy notoria la diferencia, por lo que son referidos como una “Casta”. Y en este contexto, en este mundo para muchos injusto en el que vivimos, el mío pretende ser un aporte a los que nos gobiernan, incluso para que lo lean quienes lo hacen desde la Casa Rosada.
No tengo amigos políticos y a los que alguna vez les fui útil, ahora no los encuentro. Por eso, como digo siempre… me duele la Patria.
El valor de hacer lo correcto
Alguna vez nos hemos preguntado por qué nuestro empleador, sea privado o el Estado, “usurpa” -por así decirlo- nuestro recibo de sueldo y nos descuenta para la jubilación, la Obra Social y el gremio. Los que somos asalariados… ¿No nos preguntamos nunca por qué no se cumple con lo que define la Constitución Nacional, que menciona que los ciudadanos somos libres y responsables de nuestra propiedad?
Los asalariados tenemos que convencernos de que somos tan capaces como responsables para, con raciocinio y compromiso, definir lo que significa el cumplimiento del deber y el valor de hacer lo correcto. Los señores que administran el Estado nacional y los estados provinciales, muchas veces no respetan al ciudadano “de a pie”, aquellos que en su mayoría somos asalariados.
Los asalariados somos eso, asalariados, no somos socios del empleador (sea privado o del Estado). Y como ciudadanos que aprendimos sobre los derechos constitucionales, debemos entender que no somos todos iguales, a excepción del día en que votamos. Ese día somos libres, valemos por nosotros mismos. Que no se nos olvide. El resto de los días dependemos de un empleador o de empleadores.