Domingo 23.2.2020
/Última actualización 11:16
Un violinista perdido en la selva encantaba a un grupo de leones con su música y parecía que el arte vencería a las fieras, hasta que le tocó el famoso “león sordo”. Ese es el cuento que citó Gabriel Real (PDP) cuando, durante la sesión de Diputados, le recriminó a Oscar Martínez que hubiera concurrido a la reunión de los jefes de bloques (donde se adelantan los temas para ordenar la sesión) sin adelantar una palabra de su intención de pedir una preferencia -de dos sesiones- para un proyecto de ley muy complejo: el Código Procesal Penal Juvenil que tiene media sanción del Senado. Una moción de orden rechazó la propuesta de “Cachi”, pero antes fue muy criticado su sorpresivo pedido por distintos bloques oficialistas y opositores. Cobró por derecha y por izquierda, por el contenido del proyecto y por su proceder, pero logró ocupar el centro de la escena en un tema sensible: la inseguridad.
Cuando vio que la propuesta de comprometerse a tratar en un par de semanas todo un código -cuyo debate ha consumido tres años en la Legislatura- propuso cambiar su moción por 4 sesiones, pero ya la Cámara había decidido darle un chasquido de látigo, en lugar de una conmoverdora melodía de cuatro cuerdas. Lo trataron de “demagogo”, entre otros términos.
Real inició la ronda de críticas sobre la base de que nadie está obligado a respetar lo que se decide en labor parlamentaria, pero pidió no perder esa tradición que facilita la convivencia política, y evita sesiones interminables, en un cuerpo de 50 bancas.
El demoprogresista recordó que al ex diputado Santiago Mascheroni (UCR) le gustaba esa figura, bastante más usada en política en Uruguay o Chile para quienes no se privan de dialogar y cultivar el consenso, que escuchan con placer las opiniones de los demás, pero luego los devoran.