Triple crimen en Florencio Varela: la acusada reveló que las víctimas robaron 30 kilos de cocaína
Celeste Guerrero, una de las detenidas, declaró que Brenda y Morena participaron del robo de droga que desató el crimen. También contó cómo fueron asesinadas y quién dio las órdenes. Su testimonio describe una red criminal transnacional con jerarquías y videollamadas en vivo.
Celeste Guerrero alquilaba la casa donde mataron y enterraron a las tres chicas.
El triple crimen de Florencio Varela suma nuevos y estremecedores detalles. Celeste Magalí González Guerrero, una de las nueve personas detenidas por el hecho, amplió su declaración ante la fiscalía y afirmó que dos de las jóvenes asesinadas “le robaron 30 kilos de cocaína” a LázaroVíctor Sotacuro, el narco boliviano que ocupaba un lugar jerárquico en la organización criminal.
Según el testimonio, Brenda del Castillo y su prima Morena Verdi participaron del robo. Lara Gutiérrez, de 15 años, la tercera víctima, “no tenía nada que ver”, dijo la acusada, quien además alquilaba la casa en la que fueron hallados los cuerpos.
“Pequeño J” fue detenido en Perú y es considerado el autor intelectual del crimen.
La red detrás de “Pequeño J”
En su indagatoria, Guerrero reveló que Sotacuro era el jefe directo de Tony Valverde Victoriano, alias “Pequeño J”, el joven peruano de 20 años sindicado como autor intelectual del crimen. La mujer relató que Miguel Villanueva, su pareja, fue quien asesinó a una de las chicas con un destornillador, y luego “le aplastó la cara con un fierro”.
Según Guerrero, Villanueva no cobró por el crimen, pero “a Julio —como llamaba a Pequeño J— le pagaron un millón de dólares”. Dijo también que la ejecución fue filmada en una videollamada que presenciaron dos altos mandos del grupo, a quienes identificó como “Papá” y “Lima”, este último radicado en José C. Paz.
“Bajaron sonrientes, como engañadas”
Guerrero sostuvo que estuvo presente cuando las chicas llegaron en una Chevrolet Tracker blanca. “Bajaron sonrientes, como engañadas que venían a una fiesta”, contó. En el vehículo también estaban Pequeño J, Sotacuro y otro hombre. En la casa, además, había al menos seis personas más —algunos con guantes de látex—, entre ellas David Manzur, alias “El Loco David”.
Horas más tarde, la mujer salió a vender cocaína. Cuando regresó, vio la escena del crimen ya finalizada. “El piso estaba lleno de barro. Miguel tenía un dedo sangrando. Me dijo que una de las chicas quiso escaparse y que por eso la mató”.
Las tres víctimas fueron vistas por última vez en La Tablada al subir a una Chevrolet blanca.
Jerarquías, “tíos” y “bebés” del narco
La acusada explicó cómo funcionaba la estructura delictiva. En la jerga interna, “Abuelo” es quien produce, “Papá” distribuye en grandes cantidades, y los “Tíos”, como Pequeño J, manejan cargamentos menores. Debajo están los “Mulos” —como Matías Ozorio— y al final, “Los Bebés”, encargados de la venta directa.
Guerrero aseguró que Ozorio solía entregarle entre 100 y 120 envoltorios por vez, valuados en $10.000 cada uno. La droga, según declaró, provenía de un domicilio en Nueva Pompeya.
Testigos amenazados y una madre que rompió el silencio
Sabrina del Castillo, madre de Morena, también declaró ante el fiscal Adrián Arribas. Contó que Lara había dormido a un narco para facilitar el robo de droga y reveló que la amenaza más reciente fue: “Si no para esto, también van a ir por Hanna”, su otra hija.
Aportó además la identificación de un hombre apodado “Gordo Dylan”, que aparece junto a Lara y Pequeño J en un video registrado dos semanas antes del crimen. También mencionó la presencia de bandas peruanas que habrían desplazado a narcos bolivianos en los monoblocks de Ciudad Evita.
Lavandina, fuego y hamburguesas
Guerrero también detalló el intento por borrar las huellas del crimen: junto a Villanueva, compró lavandina y nafta, y guió a los asesinos hasta un descampado donde prendieron fuego la camioneta. Luego volvió a su casa con hamburguesas, cuando “ya habían limpiado todo”.
Aseguró que accedió a declarar porque dejó de tener miedo a su pareja. “Hasta ayer, Miguel me tenía amenazada. Me decía que si lo traicionaba me iba a matar”.
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