Sentir cierto nerviosismo antes de un examen es habitual, pero cuando esa tensión se intensifica, puede afectar tanto el rendimiento como el bienestar.

Reconocer la ansiedad ante las evaluaciones y aplicar hábitos concretos —como estudiar con anticipación, usar técnicas de relajación y dormir bien— puede marcar la diferencia en el desempeño académico y laboral.

Sentir cierto nerviosismo antes de un examen es habitual, pero cuando esa tensión se intensifica, puede afectar tanto el rendimiento como el bienestar.
Según expertos de Mayo Clinic, la ansiedad ante las pruebas es una reacción emocional que va más allá del simple “miedo al examen”: se trata de un desgaste que puede interferir en la concentración, en la memoria y en la confianza personal.
A continuación se presentan dos ejes para abordar esta condición: en primer lugar, cómo preparar el terreno antes de la evaluación; y luego, qué hacer cuando la ansiedad ya está presente.

La clave inicial es adoptar hábitos que permitan afrontar el examen con mayor tranquilidad y control. Una rutina de estudio organizada y sistemática es fundamental.
Estudiar de forma fragmentada —y no sólo de golpe al final—, así como utilizar técnicas de aprendizaje activo (resúmenes, esquemas, simulacros de examen) ayudan a consolidar los contenidos y reducen la incertidumbre.
El entorno de estudio también juega un papel importante. Su recomendación es privilegiar espacios que, en lo posible, se asemejen al lugar donde se realizará la evaluación, para facilitar la evocación de información bajo presión.

Además, comunicarse con el docente antes del examen puede disminuir la ansiedad: preguntar por el formato, los temas, y exponer que se está viviendo nerviosismo permite acceder a orientaciones específicas.
El día previo al examen y el mismo día de la prueba deben incorporar hábitos saludables: asegurarse un descanso adecuado, realizar actividad física aeróbica moderada, evitar la sobrecarga de café o bebidas energéticas, y mantener una alimentación equilibrada.
Todos estos factores favorecen un mejor estado mental y físico para el momento de la evaluación.
Establecer una “rutina de examen” personal —por ejemplo, repasar los apuntes, preparar el material, hacer un breve ejercicio de respiración— contribuye a que el cuerpo y la mente sepan qué esperar y actúen con menores niveles de estrés.

Cuando la ansiedad ya está activa, aplicar técnicas de relajación y estrategias específicas puede marcar la diferencia.
La respiración profunda (hacer inhalaciones lentas, contar hasta tres, exhalar con conciencia), la relajación muscular progresiva (contraer y relajar grupos musculares uno a uno) y la visualización de un resultado positivo forman parte de las herramientas sugeridas por expertos.
Estas técnicas, si se practican con antelación, son más efectivas cuando se necesita recurrir a ellas en el momento del examen.

El descanso sigue siendo esencial en este momento. Dormir lo suficiente no sólo mejora la concentración, sino que facilita la recuperación emocional frente al estrés evaluativo.
Asimismo, realizar ejercicio físico incluso el día del examen ayuda a liberar la tensión acumulada y favorece un estado más centrado y calmado.
Es importante destacar que, si la ansiedad se manifiesta con síntomas intensos (como bloqueo mental, taquicardia, sudoración excesiva, sensación de pánico) o cuando se vincula a trastornos de aprendizaje —como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o la dislexia—, los especialistas de Mayo Clinic recomiendan buscar apoyo profesional.
Esto puede incluir evaluación por un psicólogo, intervenciones de psicoterapia, o adaptaciones específicas en el entorno de evaluación (más tiempo, mayor espacio de concentración, lectura asistida).

En síntesis, reconocer que la evaluación no debe generar parálisis, sino que puede afrontarse como un desafío preparado, es el primer paso. Estudiar con anticipación, construir hábitos saludables y aplicar técnicas de regulación emocional ayudan a convertir la ansiedad en una fuerza controlada, en lugar de un obstáculo imprevisible.
En el ámbito educativo o laboral —desde secundaria, universidad o certificaciones profesionales— estos hábitos pueden sugerirse también desde las instituciones: ofrecer talleres de técnicas de estudio, charlas sobre ansiedad y exámenes, espacios para la consulta individual.
Esa combinación de preparación individual más acompañamiento institucional potencia el rendimiento y reduce el malestar emocional.
Para quienes se sienten particularmente bloqueados en el momento del examen, recordar que la ansiedad es común y abordable puede resultar liberador.
Con el respaldo de estrategias y, si es necesario, un profesional, esta experiencia evaluativa puede transformarse de fuente de desgaste a ocasión de crecimiento personal y académico.
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