Martes 28.7.2020
/Última actualización 17:55
Las noticias no son ni buenas ni malas. Son noticias. Es lo que ocurre, lo que pasa. Y hay que decirlo por más que duela. Cuando aquél 28 de julio de 2015 nos despertamos con lo que primero era un rumor que luego se confirmó, todos recibimos un “mazaso”. Diego Barisone había sufrido un accidente fatal en el kilómetro 111 y falleció en el acto. No lo podíamos creer. No lo podemos creer. Este muchacho vive. De alguna manera está presente, por más que la herida que tiene su familia no cicatrice jamás. Y así lo refleja Gerardo, su padre, a cinco años de aquél accidente que le costó la vida a Diego.
—El tiempo pasa y la herida no cicatriza. Tengo el orgullo y la alegría de la escuelita de fútbol que lleva su nombre, de los mensajes, de la nueva Peña que se conformó también con su nombre, la filial de México, la peña granate, los saludos de los unionistas, de los “primos” de Colón, de todos lados. No paró de sonar el teléfono desde las 0 de este día.
—¿Es una caricia al alma?
—Hoy temprano, mi amigo me decía que a esa misma hora, hace cinco años, estábamos en el kilómetro 111. Yo había leído la noticia en el diario, había recibido la llamada de la policía, apagué la radio del auto porque conmigo viajaba mi señora y no le había dicho nada y hasta que no ví el auto, no lo podía creer... Hasta hoy Diego vive, está entre nosotros. El domingo festejamos con alegría el primer año de Renata, justo el día del abuelo y hoy la tristeza de los cinco años de su muerte. Son lágrimas diferentes.
—Y entre esos recuerdos, está lo que pasó luego, cuando Unión fue a jugar a los pocos días a la Bombonera y hay fotos de ese recuerdo tan especial de los jugadores...
—Tengo de Triverio, de Malcorra, de Brítez, todos mirando al cielo después de cada gol, fotos de los que eran amigos, de los que compartieron vestuario con él, todos agradeciéndole a Diego aquella noche... Tengo la cinta de capitán de Nereo Fernández con la foto de Diego y con la leyenda: “Siempre en mi corazón”... Ese tipo de cosas te calman un poco el dolor.
—Y lo de Lanús... Pensar que hacía menos de seis meses que estaba ahí...
—Mirá, entro a Lanús y es como si entrara en Unión... Y esto no es poco, teniendo en cuenta que de Unión soy hincha y pasé gran parte de mi vida en el club... Y un hincha de Lanús me llamó para decirme que Diego hizo que se juntaran las hinchadas de Unión y Lanús, cuando todos sabemos que la gran amistad que había entre Lanús y Colón hacían que la de Lanús fuese enemiga de la de Unión.
—Con 31 años como tendría en este momento, ¿cómo te lo imaginarías?
—Si él estaría hoy con nosotros, me lo imagino afuera del país... Mirá, el Padre Rodríguez, un cura colombiano, me dijo que Diego ya logró lo máximo: estar al lado de Dios, ayudarlo a El... Tenía potencial, no había logrado el techo y tenía mucho para dar como persona, hijo, amigo y jugador.
—Me lo imagino devolviendo a Unión esa pertenencia que sólo tienen los hinchas de verdad...
—El siempre decía que quería volver a Unión bien, en condiciones. A pesar de que no hizo una gran fortuna, dejó una cifra importante, algo así como 50.000 pesos que donó a las inferiores del club. Y después del accidente, me enteré que colaboraba con la Fundación Conin, que son chicos con carencias de alimentos, con el Hospital de Niños y cuando le pedían cosas, las daba. Yo lo retaba porque regalaba camisetas, pantalones y luego le venían los descuentos (risas).
—Volviendo a lo de ese plantel de Lanús, a la distancia llama la atención —para bien— que se hayan trasladado todos, sin excepción, para despedirlo cuando hacía tan poco tiempo que estaba en el club...
—Me contaron los chicos que ese día, cuando llegaron a entrenar, la comisión directiva o el cuerpo técnico ya había decidido que viajaban todos a Santa Fe, los mandaron a su casa, contrataron el charter y se encontraron en Aeroparque para venirse. Luego hicieron noche acá y al día siguiente se volvieron... Fue una actitud extraordinaria e inolvidable.
—Cuando vas al club, ¿qué recuerdos se te vienen a la memoria?
—Lo veo a Diego yendo al jardín al IPEI... Y veo la imagen de la maestra que estaba desesperada porque se había perdido y resulta que estaba en la tribuna saltando con otro chico... La siquiatra me decía que no viera los partidos si eso me hacía mal, que no hiciera nada que me haga mal... El día que le entregamos a Triverio la plaqueta de la filial de México con algunos chicos, cuando Quique vino con Racing, Andrés Monsalvo me dijo si me quedaba a ver el partido... Pero cuando sentí el repiqueteo de los tapones de los jugadores que venían para la cancha, creí que me moría... Y me fui... Eso me hizo muy mal.
—Revuelve sensaciones, imágenes y sentimientos, ¿no?
—Eso me hace mal, es algo que no se puede creer... Vos calculá que yo lo saludé esa madrugada y al ratito me avisan que se había muerto... La siquiatra me dice que evite lo que me hace mal.
—Que me pida que le caliente el agua para el mate... Tenía un departamento alquilado en Puerto Madero de dos ambientes y se iba al baño y desde ahí me mandaba un mensaje: “Calentame el agua, pa”, me decía... Era un amigo. Siempre me preguntaba cómo había jugado y yo le marcaba las cosas malas... Pero después le decía lo que hacía bien.
—Pregunta personal. ¿La vida de dirigente de Gerardo Barisone está terminada?
—Mi ciclo fue en 1995-2003 con el gran Angel Malvicino... Cuando empezamos, donábamos cosas con el mercado. En ese momento estaba Pedro Emilio Bree en la comisión. Le donamos bolsas de cemento y ladrillos para el codo de las damas, que no estaba construido. Luego, armamos una subcomisión e hicimos reformas en La Tatenguita, los vestuarios, la salita de médicos y kinesiología... ¡Hasta le armamos un vestuario a Carlos Trullet, que no tenía!... Después, Pedro salió de la comisión y me recomendó. Malvicino me llamó a la comisión directiva y ya fue otra cosa. Hay otras prioridades y otras exigencias cuando sos directivo. Vos pasás por Bv y López y Planes y eso que se ha construido ya era un proyecto que tenía Angel y que fue postergando porque muchos intendentes se lo prometían y no lo ayudaban.
—Al menos, sabés que el mimo va a ser permanente...
—Sí, ya lo sé... Como también sé que es un dolor eterno para mí y para mi familia.