Por Enrique Cruz (h)
Hacía mucho frío el viernes, pero es cierto lo que reflejó Alberto Sánchez en su comentario en El Litoral: “Unión jugó 30 minutos de un fútbol caliente”. Y lo hizo en función de lo que hizo Paulo Rosales, un jugador de innegables y sobradas condiciones para esta categoría, pero que ante todo debiera concientizarse, él mismo, de cuál es “su lugar en la tierra”.
Para ser más claros y no herir ninguna susceptibilidad: si Rosales se convence que debe cargarse la responsabilidad de ser el conductor futbolero de Unión, está en condiciones de tener un campeonato brillante y de pegar el salto que está esperando. Pero esto que digo no es porque a Rosales le puedan faltar condiciones o personalidad para mostrar lo que vale adentro de una cancha. Lo digo en función de él mismo, de sus deseos y de sus ganas. Si Paulo está todo el día pensando en que vendrá Huracán o el que sea para llevárselo, difícilmente pueda meterse en la cabeza el objetivo de servirle a Unión. Estará siempre especulando con algo supuestamente mejor, que no siempre termina siendo lo mejor.
Rosales había entrado en una nebulosa futbolística el año pasado. Y vino Talleres con 50.000 dólares para llevárselo por seis meses a pelear el descenso, mientras sus compañeros, aquí, peleaban por el ascenso. Seguramente, Paulo no se arrepiente del paso que dio. Que hasta pudo ser provechoso para él desde el ingreso económico. Pero Rosales es el primero que debe entender que tiene que estar y ser el líder de un equipo con aspiraciones.
A veces, es bueno retroceder un escalón para luego subir dos. Es lo que, posiblemente, haya intentado Rosales con su paso a Talleres. O lo que ahora pretenda con una posible incorporación a Huracán. Pero si esto último no se da, él debe ser el primero en entender que su lugar en la tierra está aquí, donde puede demostrar qué distinto es en esta categoría en la cual no abundan los jugadores llenos de riqueza y desparpajo futbolero.
Dos o tres “compadres”
Quiroz le da a Rosales las libertades absolutas que necesita un “10”. Y le pone un par de compadres futbolísticos que ya vienen siéndolo desde hace tiempo. Pereyra es uno de ellos. Se entienden y se buscan, como lo hicieron en esos primeros 30 minutos de prepotencia futbolística de Unión ante Bella Vista de Uruguay.
Otro compadre es Jorge Torres. Y hasta el “Chapa” Zapata, que está cada vez más dedicado a convertirse en un jugador indiscutido para un Unión con ambiciones. Queda el “Cuqui” Márquez, delantero de buen manejo, que toca bien de primera y cuenta con un dominio de pelota diferente a la de los delanteros “roperos” o potentes de esta categoría.
Está bien rodeado Rosales y debe sentirse feliz jugando de esta manera. Por eso, si nadie le va a reprochar que en una jugada apile a tres o cuatro (porque puede terminar en gol, como ocurrió con el segundo, de Zapata, ante los uruguayos), si no se le va a exigir otra cosa que lo que sabe (jugar al fútbol), ¿por qué no pensar en un Rosales absolutamente dispuesto a servirle y servirse de Unión?
El efecto Pereyra
La semana pasada escuché una reflexión de Pereyra que me pareció brillante: “Prefiero resignar dinero y buscar la revancha deportiva en el club de mis amores”, dijo el “Picante”. Excelente. Porque si bien Pereyra tenía un vínculo de dos años con Unión, podría haberse ido: su pase no pertenece al club. Sin embargo, prefirió quedarse y “enchufarse” después de la derrota y las lágrimas de Jujuy. Es un buen indicio. Y a él hay que sumarle a todos los que se quedaron con las mismas ganas de revancha, ya sea por pertenecer al club, por ser hinchas de Unión o por la natural pretensión de dar un salto en su carrera. De esta clase de jugadores hay que nutrirse.
En ese contexto, Rosales debiera asumir su importancia futbolera. No es uno más. Y hasta me animo a decir que habría que sumarlo como uno de los “refuerzos” más importantes, más allá de lo que puedan llegar a aportar Alessandria, Gorostegui, De la Fuente y Guerra, jugadores de Primera o con aspiraciones a serlo. Máxime en el contexto de un equipo ofensivo y del intento de buen trato de la pelota que pretende Teté Quiroz para su Unión.
Resulta natural que todo jugador quiera progresar. Y Rosales tiene abierta cualquier puerta para jugar en Primera porque es un jugador de esa categoría. Pero si no se le da, lo mejor es que se concientize para “romperla” en Unión. Porque está en condiciones de hacerlo. Y de ser ídolo también.
































