Parece, por sus actitudes, que los dirigentes de Colón y Unión no piensan igual que los de Talleres y Godoy Cruz.
Como lo hizo el presidente de la Nación, hace unos días, el entrenador millonario volvió a hablar de improvisación. Hoy, la única certeza que existe en el fútbol argentino, es que Patronato, Gimnasia y Central Córdoba de Santiago del Estero siguen jugando en la A. Todo lo demás está en el aire, lleno de inseguridades y de dudas.
Parece, por sus actitudes, que los dirigentes de Colón y Unión no piensan igual que los de Talleres y Godoy Cruz.
¿Qué deberá pasar por la cabeza de Tapia y de los dirigentes del fútbol argentino?, ¿qué pasará por la cabeza de un hombre sin espalda, que fue elegido fuera de término y en un tiempo inadecuado e inapropiado?, ¿qué pasará por la cabeza de un Tapia al que el presidente de la Nación lo critica y acusa de improvisación al ente que él gobierna?, ¿qué pasará por la cabeza de un Tapia al que el mejor técnico, por escándalo, del fútbol argentino lo critica con idéntica dureza y hasta lo denuncia, de alguna manera, diciendo que él dice lo que dice porque nadie lo va a callar y que otros lo piensan, pero no lo dicen, por miedo a la represalia?
Marcelo Gallardo desnudó la realidad del fútbol argentino. Y Vignatti, el hombre que confunde los enemigos y acusa a Estela Reschia, exponiéndola y mandándola a la parrilla —se nota que es una costumbre que ha adquirido el presidente de Colón en estos tiempos, eso de mandar a la parrilla así nomás porque se le ocurre o inventa enemigos— señalándola como la responsable de haber parado al equipo para que no se presente con Rafaela en el 2013, cuando se sabe con total y absoluta certeza que el responsable de eso tiene nombre y apellido y es Sergio Marchi, con quien Vignatti, desde mi punto de vista de manera inentendible, tiene “buena relación” (declaraciones formuladas a LT 9). ¿Por qué “buena relación” con Marchi y mala relación con Estela Reschia?, no se entiende. Al plantel lo paró Marchi. Viajó a Santa Fe, estuvo en el hotel, habló con los jugadores y les dijo que no se presenten bajo la promesa de que el partido se iba a jugar, cosa que no ocurrió.
Vignatti se contradice. Por un lado dice que si el foco de la pandemia estaría en el interior, seguro que se habría ordenado la vuelta a los entrenamientos. Pero por el otro dice que está sorprendido “gratamente” con la gestión de Tapia (las mismas declaraciones a LT 9). Este mismo Tapia que muestra una incapacidad para promover el lento, pausado, prudente, cauteloso, pero también necesario, retorno a la actividad, como se ha vuelto en casi todos los rubros que componen nuestra vida diaria.
Se nota que Vignatti está bien, conforme, de acuerdo con lo que se hace —o no se hace— en Afa. Spahn no dice nada, cuando en realidad a Unión —algo que vengo sosteniendo desde hace tiempo— si se suprimen los descensos el año que viene y siguen los promedios en el 2022, no se contabilizará una campaña que fue buena, que le dio oxígeno en el promedio y que lo clasificó para la actual Sudamericana.
La pregunta es: ¿por qué los dirigentes de Santa Fe no se alinean con los de Godoy Cruz o Talleres?, ¿por qué no salen a aprovechar el viento a favor del remolino que armó Gallardo?. Parece, Gallardo, más del interior que los que somos del interior.
Gallardo fue duro y pesimista con el futuro del fútbol argentino. Lisa y llanamente se encargó de pararse en la vereda opuesta de Tapia, del mismo lado que se le paró el presidente de la Nación. Motivos hay de sobra: hoy, la única certeza que hay en el fútbol argentino, es que Patronato, Gimnasia y Central Córdoba de Santiago del Estero seguirán jugando en Primera. Después, todo está en la nebulosa: el retorno a los entrenamientos, la forma de disputa del próximo torneo, si habrá o no descensos en 2021, si habrá o no promedios, si ascenderán o no San Martín de Tucumán y Atlanta, si será ahora o no, si en el fútbol argentino hay 24 o 26 equipos en la A, etcétera, etcétera, etcétera.
Que el fútbol argentino ha sido “metropolitano”, no es ningún descubrimiento. Que “Dios está en todas partes y atiende en Buenos Aires”, tampoco es un descubrimiento. Y que al fútbol del interior le ha costado siempre imponerse, también. Grondona, posiblemente con fines de acumulación de poder, fue el hombre que abrió la puerta al fútbol del interior. La 1309 (así aparecieron Talleres e Instituto en Primera), el Nacional B y los torneos federales, fueron una reivindicación para el fútbol del interior. Al menos, una equiparación con las posibilidades —antes casi totales— del fútbol porteño. La división entre directa e indirectamente afiliados marcó una barrera que parecía infranqueable. Pero si se quedan de brazos cruzados o hablan de la puerta de Viamonte 1366 para afuera pero adentro levantan siempre la mano, se hace difícil.
¿Quién le quita a la gente la idea de que si en Buenos Aires entran en fase 4 pero en el interior se baja a 3 o a 2 o a lo que fuere, no se vuelve a entrenar?. Esa mirada centralista, es la que al interior molesta. No es plantear una lucha de unitarios y federales, es defender lo propio, hacerse valer, hacerse escuchar.
Ernesto Cherquis Bialo lo ha descripto de una manera impecable en el programa “Jogo Bonito”: “Cuando el dirigente está a la misma altura de la institución, la institución sobrevive; cuando está por encima de la institución, la institución crece; pero cuando el dirigente es menos importante que la institución, la institución desciende al mismo nivel que aquellos dirigentes que la habitan”.