Rogelio Alaniz
Murió en el exilio. Tenía casi noventa años, estaba muy desmejorado físicamente pero los que lo conocían aseguraban que su cabeza seguía funcionando con la lucidez de siempre. No era la primera vez que se exiliaba. Es más, su biografía política podría escribirse tomado como referencia sus exilios durante más de sesenta años. Al respecto, no sería la primera vez que un historiador decide tomar a una personalidad política ejemplar como el testimonio de una época.
Carlos Andrés Pérez fue ese político ejemplar; lo fue con sus contradicciones, sus aciertos, también con sus equivocaciones. De todos modos en el balance, el juicio histórico siempre resultará altamente positivo. No se podría entender la democratización política de Venezuela, sus transformaciones económicas, su gravitación en la política internacional latinoamericana durante décadas al margen de su presencia. Por supuesto que no hizo todo lo que se propuso, pero bueno es saber que ningún político en el mundo puede hacerlo.
Miles de argentinos por lo pronto, le están muy agradecidos porque en tiempos de dictaduras militares, abrió las puertas del país a quienes escapaban de la dictadura de Videla. Lo mismo podría decirse de uruguayos, chilenos, bolivianos y brasileños. En un continente plagado por las dictaduras “burocráticas autoritarias”, Venezuela era el país donde la democracia funcionaba y los derechos humanos se respetaban. También estaban México y Costa Rica, pero la influencia política de Venezuela a través del prestigio personal de Carlos Andrés Pérez, marcaba una diferencia.
En los años setenta y ochenta Venezuela fue la voz disonante, la voz de los perseguidos. Todas las causas justas del continente contaban con la aprobación de Venezuela. Sus gestiones diplomáticas fueron decisivas para terminar con al dictadura de Somoza en Nicaragua. Desde Contadora respaldó todos los procesos de democratización y bregó por el reestablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba. Otro de sus aliados fue Omar Torrijos, a quien acompañó sin desmayos. Fue amigo de Carter y crítico de Reagan. Desde la Internacional Socialista fue el interlocutor privilegiado de Willy Brandt, Olaf Palme, Felipe González y Francois Mitterrand.
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