Aunque el mal clima casi no le dio respiro a las cerca de 40 mil personas que colmaron el estadio José Amalfitani, quedó claro que el imán de Sergio "Maravilla" Martínez con su gente es tan fuerte que, pese a las adversidades, igualmente se vivió una fiesta inolvidable.
Es más, se podría decir que la lluvia, muy intensa por momentos, lejos de tornarse en protagonista, se convirtió en el condimento extra para que fuese aún más inolvidable la velada en la que el carismático boxeador quilmeño, lejos de su mejor versión, defendió su corona de los medianos del CMB ante el inglés Martin Murray.
Se habló mucho durante la semana sobre el mal clima que se pronosticaba para la jornada y esta vez, a diferencia de muchas otras, la lluvia no falló y, finalmente, una hora antes de que arrancara el show en Vélez, le puso fin al extraño "veranito" que deambuló los últimos días por Capital Federal y Buenos Aires.
La velada, se sabía, no iba a suspenderse por más que "el cielo se cayese", pero sí hubo alteraciones en el cronograma de peleas, por lo que el combate principal, el del moderno ídolo argentino, se adelantó unas dos horas, para las 21.30, algo celebrado por el público que desde las 17 comenzó a poblar Vélez.
De todos modos, el ánimo de los asistentes, acompañados en su mayoría por paraguas o pilotos, no decayó nunca y los conductores Horacio Cabak y Mariano Iudica se encargaron del entretenimiento entre pelea y pelea antes del "plato principal", que lógicamente, sin necesidad de ningún arengador, arrancó las máximas ovaciones.
La batalla de la "Chica 10", Claudia López, ante la dominicana Dahiana Santana motivó que el público por primera vez centrara su atención exclusivamente sobre el ring, y el disgusto de la gente se hizo notar cuando se conoció el fallo, polémico, a favor de la extranjera, pupila de Pablo Sarmiento, entrenador de "Maravilla".
Después, el mítico anunciador estadounidense Michael Buffer dijo presente sobre el cuadrilátero y bajo el aplauso de los cuatro costados, cada vez más colmados, arrancó el combate de semifondo entre el local Luis Carlos Abregú y el canadiense Antonin Decarie.
La banda de Defensa y Justicia, con sus bombos, comenzó a alentar desde la popular visitante (no cesaría hasta el final de la noche) y, pese a que la pelea del "Potro" no fue la mejor, desde el octavo round el público entró en calor con algunas manos y una caída del rival, para delirar luego con el triunfo por puntos.
La emoción llegó más tarde con el homenaje a los grandes campeones argentinos en pantalla gigante y la posterior entonación del himno, muy particular y atractiva por cierto, a cargo del grupo Bajofondo, con el gran Gustavo Santaolalla, ganador de dos Oscar.
Iudica, quien abusó quizá de las arengas en contra de la nacionalidad del retador, alentando una y otra vez el clásico "Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta es un inglés", presentó la pelea estelar y con el "gritómetro" a full al ritmo del "dale campeón, dale campeón", la gente estalló a favor de "Maravilla".
Bajo una fuerte cortina de agua y una silbatina casi de la misma magnitud, el inglés Murray ingresó al estadio acompañado por su séquito y un tema de Bob Marley ("Everything"s gonna be alright"), con paso y rostro tranquilo, recibiendo un gran abucheo al subir al ring.
Y luego sí, el momento esperado... Imágenes del astro, fuegos artificiales, flashes al por doquier y con René de Calle 13 delante suyo cantando "Latinoamérica", apareció "Maravilla", con bata roja y negra, sus cinturones de campeón sobre su cabeza, y cerca de 40 mil espectadores vitoreándolo a cada paso.
El clásico "Let"s get ready to rumble (preparados para la pelea)" de Buffer abrió la pelea, la silbatina a Murray fue total y el alarido para Martínez, con el "dale campeón, dale campeón" y el "olé, olé, olé, Sergio, Sergio", seguramente le habrá erizado la piel a una gran mayoría de los que colmaron el estadio.
Sonó la campana y todo alrededor del ring se detuvo, incluso la lluvia atenuó, porque nada ni nadie quería perderse detalle. Pero enseguida volvió el aliento, con distintas canciones típicas del folclore del fútbol, y también regresó el agua en su máximo esplendor, con los primeros relámpagos y truenos de la noche.
Los rounds iniciales fueron de estudio, tanto arriba del ring como en las tribunas, y recién en el séptimo asalto llegó una gran ovación, cuando tras un segundo cabezazo del inglés, el propio Martínez, con sangre en su rostro, motivó con su mano a que el público lo alentara más fuerte.
"El que no salta es un inglés" y "A este p... le tenemos que ganar" fueron los hits preferidos, hasta que el estadio se detuvo, literalmente, con la caída del ídolo en el octavo episodio. Y el miedo a una derrota sobrevoló Liniers en los siguientes parciales, en los que fue apenas tímido el aliento.
Los dos últimos asaltos fueron seguidos con absoluto nerviosismo, nadie quería que perdiera el astro, y en el último final, con los mejores golpes de "Maravilla", el público estalló en gritos hasta el momento del campanazo final, para quedar a la espera del fallo.
Con una bandera argentina en su espalda, Martínez se trepó sobre las cuerdas para saludar a los cuatro costados y el público lo vitoreó, pero la máxima ovación llegó cuando Buffer anunció que el ganador era un boxeador oriundo de "Quillllmeeesss, Argentinaaaa".
Así, "Maravilla", a sus 38 años y sin mostrar su mejor nivel, le puso un broche de oro a la gran noche de su carrera deportiva en su tierra natal (reside en España) y le agradeció al público asistente desde el ring: "Gracias Argentina, gracias por su apoyo, acá está el campeón".
Quedaban peleas por disputarse después, pero la gran mayoría de los asistentes abandonó el estadio José Amalfinati. No se fueron empachados de boxeo, seguramente, pero sin dudas, podrán decir que vieron en vivo una fiesta única del boxeo, de las mejores de la historia de las desarrolladas en el territorio argentino.
Télam































