Dos hechos concretos en apariencia muy diferentes -uno vinculado con su historia personal, otro de índole académica- fueron para Diego Mauro disparadores para la concepción del libro “Devociones marianas, catolicismos locales y globales en la Argentina desde el siglo XIX a la actualidad”. Uno tiene que ver con sus dos abuelas, que marcaron su infancia rosarina. “Una era muy católica, la otra atea. Una estaba siempre con el rosario en la mano, la otra no era creyente. Ese contraste siempre me despertó curiosidad”, señala. El segundo, se vincula con su tesis de doctorado sobre el Partido Demócrata Progresista. “Trabajando el tema, descubrí que los demócratas progresistas tuvieron un enfrentamiento con la Iglesia Católica en las décadas de 1920 y 1930. Ahí apareció la temática de la Virgen de Guadalupe, que no estaba en mi radar. Me encontré con que, en 1921, el obispo reunió 10.000 personas en la plaza San Martín de Santa Fe en contra de la reforma constitucional que querían los demócratas progresistas. Había reorientado la peregrinación hacia el centro de la ciudad, para potenciar un acto político. Me impresionó esa capacidad de convocatoria”, explica.
Gentileza del autor Portada del libro.Portada del libro.Foto: Gentileza del autor
De este modo, algo azaroso, surgió este libro que publicó Prohistoria Ediciones de Rosario. Donde Diego, desde el rol de coordinador, compila textos a través de los cuales geógrafos, antropólogos, comunicadores, sociólogos e historiadores, analizan las distintas devociones que existen en el país en torno a la Virgen María. “La Virgen es una sola, global, marca de identidad católica y, en paralelo, expresión de diferentes culturas, tradiciones y el vehículo de construcción de identidades locales, regionales y nacionales. Es también expresión de diferentes catolicismos, concepciones teológicas, sociales y políticas al interior de la Iglesia. Un fenómeno que sintetiza y conecta la heterogénea composición del universo católico con sus tensiones y conflictos”, apunta el coordinador.
Cuando decidió profundizar sobre la temática, Diego se encontró ante un universo enorme, atravesado por devociones muy particulares de diferentes provincias. “Una de las hipótesis del libro es que las devociones marianas son como una ventana privilegiada para entender qué pasa en el catolicismo. Cómo se reproduce, se expande y sigue vivo. María es una sola, tiene una gran centralidad en el mundo católico. Es una marca de distinción que unifica y permite tener una identidad. Pero, al mismo tiempo, se relaciona con las necesidades de cada lugar. Esa plasticidad es clave”, remarca Diego.
En el caso puntual de la Virgen de Guadalupe, a la cual el libro dedica un capítulo, desde las primeras décadas del siglo XX, estuvo muy vinculada a la vida de los colonos agrícolas. “La que la gente iba a pedirle que llueva, que deje de llover o que las langostas se vayan. De hecho, cuando se enfrenta a los reformistas, el obispo de Santa Fe llega a decir: ‘Frenemos a los demócrata progresistas como la Virgen frenó el agua que inundó la ciudad a principios del siglo XX’. Era explícito”, analiza el compilador de “Devociones marianas”.
Archivo El Litoral Capturas de Video Basílica de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe.Capturas de Video Basílica de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe.Foto: Archivo El Litoral
Cada devoción por la Virgen tiene especificidades directamente relacionadas con la dinámica socioeconómica y cultural de las regiones donde tiene ascendiente. Pero el rasgo común es que la Virgen funciona como un dispositivo para enfrentar la incertidumbre, aquello que no se puede resolver de otra manera. “Además, la Virgen es una figura más cercana. Dios es una realidad abstracta y de difícil aprehensión. Jesús es más cercano, pero mucho más en el mundo evangélico. En el mundo católico la Virgen es la persona que está ahí, cerca. Si bien, en términos teológicos, no es la concede los milagros sino quien intercede, en los hechos eso a los creyentes les importa poco. Para los creyentes, la Virgen es la que concede. Y las propias jerarquías eclesiásticas juegan muchas veces con esa ambigüedad”, explica Diego en la entrevista concedida a este medio.
Archivo El Litoral / Manuel Fabatía D.RFoto: Archivo El Litoral / Manuel Fabatía
Compendio de diversidades
El libro sostiene que la Virgen es la figura más importante del mundo católico, que se reproduce de acuerdo a la necesidad de cada espacio. “Por ejemplo, está la Virgen Misionera, en Río Negro, que es una adolescente mapuche con un bebé en brazos y refleja las posiciones más progresistas de la Iglesia”, dice Mauro. Es que María no solo exhibe la variedad socioeconómica y cultural de un territorio, sino también la diversidad ideológica y teológica que vive el catolicismo. “Si a una Virgen le colocan una banda de generala y una corona, tenés una fuerte presencia de las Fuerzas Armadas, una referencia al discurso integrista. Al mismo tiempo, hay gente que realiza una devoción villera o existe una Virgen mapuche. El santuario de Guadalupe también reflejó esas tensiones. De hecho, en 1980 le robaron la corona a la Virgen, en un hecho conocido en la ciudad”, señala Diego.
Archivo El Litoral / Manuel Fabatía D.RFoto: Archivo El Litoral / Manuel Fabatía
Tras la experiencia del libro, Diego Mauro se inclina por pensar a la Iglesia, más que como un actor, debe definirse como una constelación de actores que están todo el tiempo peleando entre sí para definir qué es lo católico. “Entonces, la Virgen es algo que permite mantener cohesionada esa constelación tan conflictiva, llena de fuerzas centrífugas. Es como un espejo en el que se miran todos los católicos, porque les devuelve la Virgen que cada uno quiere. Una más de izquierda para los villeros, otra con una banda de generala que persigue a los comunistas. Pero es la misma. Solo que cada uno la recrea de acuerdo a sus necesidades y después disputa cuál es la verdadera lectura mariana. Incluso las teologías feministas releen mucho a María para reivindicar un lugar más activo de la mujer en la Iglesia”, finaliza.
Archivo El Litoral / Manuel Fabatía D.RFoto: Archivo El Litoral / Manuel Fabatía