M.G. - mgoy@ellitoral.com
La tercera es la vencida, dicen. Dos veces intenté entrevistar a personas adultas que decidieron volver a las aulas para aprobar las materias pendientes del secundario. Y las dos veces no vinieron a la cita acordada con anticipación.
Al tercer intento, sólo aparecieron los más jóvenes, pero los adultos de 50 años -aunque se comprometían con firmeza- no venían. Después, se disculpaban y ponían excusas como el trabajo, la casa, etcétera. Hasta que un par de ellos, se sinceró: “La verdad es que me da vergüenza, me conoce mucha gente y no sé qué dirán”, dijo una mujer. Un hombre apuntó que, “si me ven los compañeros del trabajo, me van a cargar”.
Ambos aseguraron sentirse orgullosos por lo conseguido, pero no al punto de dar testimonio público del logro para que alguien más se anime a inscribirse al plan Fines.
¿Tanto pesa la mirada de los otros? No hicieron nada éticamente reprochable ni ilegal. Todo lo contrario. Sin embargo, el “qué dirán” sigue inclinando más la balanza que compartir públicamente el coraje de haber conseguido el título del nivel secundario, aunque no fuera dentro de los tiempos “socialmente correctos”.






























