El fenómeno denominado "bajada" comenzó a realizarse hace casi una década en Rosario, donde se intentó reproducir -con una impronta propia- la celebración que se llevaba adelante desde hacía mucho tiempo en algunas universidades porteñas y en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
En el histórico colegio porteño el ritual consistía en que los alumnos graduados descendieran por las escaleras en una carrera en la que se tiraban huevos, harina y se empujaban.
A fines de los 90, en Rosario el festejo tomó otro cariz y una característica propia. La idea ya no era, como ocurría en el Nacional de Buenos Aires, que la denominada "bajada" terminara con expulsados, heridos y con títulos en los noticieros del mediodía. Los alumnos de la Universidad Nacional de Rosario sólo querían divertirse y, sobre todo, hacer notar que se habían graduados.
Así, un festejo que comenzó como una diversión de un pequeño grupo terminó convirtiéndose, en los últimos tres años, en una fiesta multitudinaria.
El nivel de organización que requiere llevó a que este año se alquilara un terreno en las inmediaciones de la Facultad: allí se montó la escenografía para que todos se disfrazan, bailaran y bebieran, hasta que el cuerpo aguante.
En el último año la "bajada" se convirtió en algo tan importante que las agrupaciones políticas universitarias empiezan a buscar estrategias para disputar su organización.






























