Manuel Adet Si este fin de semana estuviera en Buenos Aires seguramente el sábado a la noche asistiría al concierto que brinda Soledad Villamil en el Teatro Sha de calle Sarmiento 2255. A un amigo le aconsejaría algo parecido, porque el espectáculo lo justifica. Soledad Villamil cubre todas las expectativas de un tanguero exigente y si bien en los últimos tiempos su repertorio se ha abierto a otros géneros, nunca está de más recordar que Carlos Gardel hacía algo parecido, motivo por el cual el Malevo Muñoz o Carlos de la Púa (dicen que con lágrimas en los ojos), le reprochó sus aficiones a la canzoneta italiana en un célebre artículo publicado en el diario Crítica. Villamil encarna en pleno siglo XXI -ya estamos metidos de lleno en este siglo- la artista que luce su talento en el teatro, la televisión, el cine y el canto. A no sorprendernos. Algo parecido hicieron, sin ir más lejos, Libertad Lamarque y Tita Merello, cada una en su estilo, con sus virtudes y luces, marcaron toda una época y sobre todo, definieron una sensibilidad femenina para interpretar y vivir el tango. Villamil pertenece a esa tradición. El gran público por el momento la conoce por las películas filmadas bajo la dirección de Juan José Campanella. Me refiero a “El mismo amor, la misma lluvia” por la cual obtuvo el premio Cóndor de Plata; y la novela de Sacheri, “El secreto de tus ojos”, filmada en 2010 y que le valió el Oscar, una distinción un tanto devaluada para algunos, pero que a pesar de sus críticos sigue siendo oficialmente la más importante en el cine internacional. Ya para entonces esta hermosa mujer era una artista consagrada en el cine. Como lo prueban películas como “Un muro de silencio”, de Lita Stantic de 1993, “El sueño de los héroes”, la extraordinaria novela de Adolfo Bioy Casares dirigida en 1997 por Sergio Renán y “Un oso rojo”, filmada en 2002 y dirigida por Adrián Caetano. En el teatro Villamil se destacó en 1991 participando en una versión de Hamlet y en la obra “Glorias porteñas” que se presentó al público en 1998. Por último, en la televisión tuvo un rol protagónico en dos series: “Vulnerables” en 1999 y “Locas de amor” en 2004. Soledad Villamil nació en la ciudad de La Plata, el 19 de junio de 1969. En la actualidad está casada con el actor Federico Olivera con quien tiene dos hijas: Violeta y Clara. Su relación con el teatro la inició de muy joven. Estudió en la Escuela Municipal de Arte Dramático y en 1999, con apenas 23 años, actuó en el Teatro San Martín en la obra “Ofelia”. ¿Cómo se inició su relación con el tango? No lo sé, pero no creo forzar demasiado la realidad si me aventuro a decir que la relación se forjó en la casa, en el ámbito familiar, en el barrio. Nadie descubre al tango de grande o de la noche a la mañana, mucho menos una cantante. Un padre, un tío, una tía, una radio encendida a cierta hora, están siempre presentes en todas las biografías, incluso en las contemporáneas. En noviembre de 2007, Soledad presenta su primer disco que fue un éxito en toda la línea. Se llama “Soledad Villamil canta”. La presentación se hizo en la Sala Cultural del Torquato Tasso, ubicada en Defensa 1575. Fue una noche estelar, el anuncio de una cantante con fibra tanguera que pronto será solicitada en los más diversos escenarios. En este primer disco figuran algunos de los tangos y milongas que mejor interpreta. Hablo de “Baldosa floja”, “Palomita blanca”, “Adiós pampa mía” y “De contramano”. También se destacan en esta placa que se venderá como pan caliente temas como “Vendedor de yuyos”, “El aromo”. “Chamarrita de una bailanta”. La calidad musical siempre fue un “detalle” que Soledad se preocupó por atender. En este caso, la garantía que satisfacía sus exigencias la daban músicos como José Teixido en la guitarra; Nicolás Perrone y Luis Sava con los bandoneones; Martín González en percusión; Paula Pomeraniac con el cello; Luis Sava y Myriam Gandarillas con violines y Mario Hurtado con el contrabajo. El crítico Ricardo Sánchez dijo de Villamil: “Tiene eso que los franceses llaman “finesse d'esprit”, una condición que no obedece sólo a la presencia escénica, sino también a una combinación justa de inteligencia y sensibilidad, imprescindibles para calar hondo. Es lo que hace sobre el escenario para captar la esencia poderosa de esas sencillas y bellas canciones olvidadas con la exquisita artiticidad que la distingue”. En 2009 larga su segundo disco. Estamos hablando de “Morir de amor”, una iniciativa que logró vender más de veinte mil placas. Allí hay algunos tangos muy bien interpretados. Hablo por ejemplo de “Rencor” de Luis César Amadori: “La odian mis ojos porque la miraron, mis labios la odian porque la besaron, la odio con todas las fuerzas de mi alma y es tan fuerte mi odio como fue mi amor...”; el tangazo de Homero Manzi, “Ninguna”: “Esta puerta se abrió para tu paso, este piano tembló con tu canción, este espejo, esta mesa y estos cuadros, guardan eco del eco de tu voz”; el éxito estelar de Tita Merello recuperado por Soledad: “Se dice de mi” de Ivo Pelay y Francisco Canaro: “Se dice que soy fea que camino a lo maleva, que soy chueca y que me muevo con un aire compadrón”; y esa genuina creación de Azucena Maizani: “Pero yo sé”: “Pero yo sé que metido, vivís penando un querer, que querés hallar olvido, cambiando tanta mujer; yo sé que de madrugada, cuando la farra dejás, sentís tu pecho oprimido, por un recuerdo querido y te ponés a llorar”. La acompañan dignamente Daniel Maza en el bajo, Augusto Argañaraz en batería; Facundo Guevara en percusión; José Teixido en guitarra, Ervin Stutz en trompeta y Alejo von der Pahlen en saxo. En 2012 Soledad presenta lo que hasta ahora es su último disco: “Canción de viaje”. Hubo una presentación en Rosario a la que no pude asistir pero fueron un par de amigos. Les gustó mucho, pero me presentaron las quejas porque no hay tangos, aunque pertenece al universo tanguero el valsecito de Homero Manzi con música de Rosita Melo, “Desde el alma”: “Alma si tanto te han herido, ¿por qué te niegas al olvido, por qué prefieres llorar lo que has perdido, buscar lo que has querido, llamar lo que murió?” La carrera tanguera de Soledad Villamil está abierta. Es joven, es bella y le sobra talento. ¿Sostendrá al tango en su repertorio o se dedicará a cultivar otros géneros, respetables pero ajenos a nuestra música? Ella ha dicho que el tango es importante en su vida y que “no podría vivir sin encontrar un espacio de expresión”. El futuro dirá, pero mientras tanto seguiremos disfrutando de algunos de los excelentes tangos que grabó y que entona en los diferentes y calificados escenarios donde se presenta.




