"Gaudete et exsultate" (¡Alégrense y regocíjense!) es la exhortación apostólica que hace el papa Francisco en el año 2018; su subtítulo reza: "Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual". En su interior se habla de los santos de la puerta de al lado: "No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. Me gusta ver la santidad en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad. Esa es muchas veces la santidad 'de la puerta de al lado', de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios".
Se trata de personas que no figuran en los libros de historia pero que han sido la clave para transformar el mundo; individuos que se encuentran -indistintamente- dentro o fuera de la Iglesia católica. En otras palabras, esa clase de santidad está a la vuelta de la esquina; no es inalcanzable; no está reservada para figuras talladas en mármol ascendidas a solemnes altares; no pone como condición sine qua non: morir en la cruz, ser un mártir devorado por los leones del Coliseo, ser fusilado por ejércitos fratricidas o multiplicar panes y peces.
Esta perspectiva de la santidad no es novedosa para los seguidores de Don Bosco quienes afirman como bandera que: "Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres; haciendo bien las cosas que tenemos que hacer". Por eso, podemos decir que Artémides Zatti, cobijado en el seno de la familia salesiana, es auténticamente "un santo de la puerta de al lado".
Artémides Joaquín Desiderio María Zatti fue un enfermero y religioso salesiano, que durante cuarenta años se dedicó a la atención de los pobres y enfermos de Viedma, Río Negro. Allí dirigió uno de los primeros hospitales de la Patagonia argentina, el que hoy lleva su nombre. Este hombre virtuoso nació en Italia (1880) pero se "santificó'' en Argentina, donde murió en 1951. Era miembro de una familia de "tanos" que había llegado a nuestro país para escapar del hambre y la desocupación de Europa.
Artémides trabajó en una fábrica de baldosas y como mozo en un hotel. Frecuentaba la parroquia Nuestra Señora de la Merced de Bahía Blanca, atendida por salesianos. El contacto con aquellos hijos de Don Bosco hizo madurar en el joven inmigrante la vocación religiosa. Allí conoció al padre Carlos Cavalli, quien lo invitó a ingresar al aspirantado de Bernal para formarse como salesiano, el 19 de abril de 1900.
Archivo El Litoral Artémides Zatti, enfermero y religioso salesiano.Artémides Zatti, enfermero y religioso salesiano. Foto: Archivo El Litoral
Poco tiempo después, se produjo un hecho determinante en su biografía: contrajo tuberculosis. Por tal motivo, el 4 de marzo de 1902 viajó a la ciudad de Viedma con el fin de superar la enfermedad. Allí le hizo una promesa a la Virgen María: si se curaba, se consagraría al cuidado de los enfermos en el hospital San José de Viedma. Sanó y se dedicó a cumplir su promesa. "Creí, prometí, sané" se convirtió en el lema de su vida.
El Boletín Salesiano de noviembre de 2020 dice sobre esta figura: "De Don Bosco hemos escuchado que fundó oratorios, casas, capillas, escuelas y talleres… pero, ¿un hospital? Esa fue la necesidad que vieron los misioneros salesianos en el entonces pequeño pueblo de Viedma, a fines del siglo XIX. Así abrieron la primera farmacia del lugar: los ricos pagaban los remedios, los pobres no. Se compensaba lo uno con lo otro. Y luego el hospital San José, el primero de la Patagonia argentina. Una tarea tan grande como conducir un hospital no la asumió una sola persona".
"Artémides Zatti formaba parte de una comunidad de hermanos y sacerdotes salesianos, donde algunos compartían las tareas del hospital. También acompañaban numerosas Hijas de María Auxiliadora. Parte del personal de enfermería era voluntario, personas que donaban su tiempo por fe y vocación. Junto a ellos trabajaban los médicos profesionales. Y numerosos laicos colaboraban con recursos para sostener los gastos del hospital. En ese hospital desplegó Zatti su pasión por el Evangelio y su amor a Jesús mediante el servicio a los más pobres y enfermos de la región. Se ocupó no sólo de procurar atención médica y tratamientos, sino también de acompañar a aquellos que estaban solos o que sufrían la pobreza."
Raúl Entraigas, salesiano y testigo de muchas anécdotas de este hermano coadjutor, escribió una biografía que tituló "El pariente de todos los pobres". Allí, cuenta que Zatti se caracterizaba por su buen humor a la hora de atender a los enfermos; solía hacerles bromas y chistes para animarlos. Por ejemplo, al despertar a los pacientes en los pabellones, era característico su saludo: "Buenos días. Vivan, Jesús, José y María"; enseguida preguntaba: "¿Respiran todos?". Y los ancianos contestaban a coro desde sus camas: "¡Todos, Don Zatti!".
Su tarea misionera no se limitaba a las paredes del hospital: con su bicicleta, recorría los hogares para acercar medicinas, palabras de aliento, una oración y la compañía en un momento difícil. Entre los pacientes que tuvo a su cargo, se encontraba Ceferino Namuncurá.
Para los interesados en profundizar el conocimiento de este salesiano, pueden mirar el cortometraje "Zatti, hermano nuestro" (2020), que se centra en uno de los episodios más difíciles de su vida: en el año 1941, a los 60 años, la fe y la entereza de Zatti fueron puestas a prueba cuando le ordenaron desalojar el hospital que había atendido durante décadas en Viedma.
En resumen, hace pocos días el Vaticano confirmó que Artémides Zatti será declarado santo y se convertirá en el segundo santo "made in Argentina", luego del Cura Brochero. El papa Francisco (¡devoto de este enfermero salesiano!) autorizó al cardenal Marcelo Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación del decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión del beato. Puede agregarse que este reconocimiento llega oportunamente en tiempos en que el personal de salud ha sido fundamental en la batalla contra el Covid-19.
Muchos de estos enfermeros, camilleros, mucamas y médicos encarnan la santidad "de la puerta de al lado". Como dicen los propios salesianos: "se trata de estar alegres y de hacer bien las cosas que tenemos que hacer". ¡Así de simple! Por tal motivo, para llevar una vida ejemplar, digna de ser recordada, trascendental: ¡Educadores a educar! ¡Médicos a curar! ¡Sembradores a sembrar y cosechar! ¡Constructores a construir! ¡Administradores a administrar! ¡Comunicadores a comunicar! ¡Funcionarios a funcionar!
Artémides Joaquín Desiderio María Zatti fue un enfermero y religioso salesiano, que durante cuarenta años se dedicó a la atención de los pobres y enfermos de Viedma, Río Negro. Allí dirigió uno de los primeros hospitales de la Patagonia argentina, el que hoy lleva su nombre. Este hombre virtuoso nació en Italia (1880) pero se "santificó'' en Argentina, donde murió en 1951.