El médico legista que realizó la autopsia de María Marta García Belsunce contó hoy en el juicio por encubrimiento que le sorprendió haber encontrado dentro del ataúd algunos elementos como una toalla ensangrentada o un pañuelo en el bolsillo del pantalón de la víctima.
Moreira, quien declaró frente al Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de San Isidro en el juicio por el encubrimiento, no lo había hecho en el debate oral de 2007 al viudo Carlos Carrascosa.
El forense mostró algunas fotos obtenidas a partir de la grabación en video de la autopsia y fue describiendo los distintos elementos que le llamaron la atención.
En primer lugar habló de "una toalla ensangrentada que cubría el hemicráneo izquierdo" que según su estimación quedó colocada en el cajón porque el cadáver debía seguir sangrando.
Luego contó que María Marta estaba vestida con "una blusa blanca de vestir" que no era comparable a las mortajas que utilizan las funerarias.
Además, resaltó que en la parte inferior tenía colocado un "pantalón deportivo azul tipo jogging" y que en el bolsillo izquierdo de dicha prenda halló "un pañuelo chiquito femenino manchado con sangre".
También mostró en las fotos que en la muñeca izquierda la víctima tenía colocada "una muñequera elástica manchada con sangre".
"¿Y si esta sangre no es de la víctima? ¿Cómo hago para hacer un ADN ahora? ¿Por qué estaban todas estas cosas dentro del cajón? ¿Se esperaba que hubiera una autopsia o no?", se preguntó el perito frente a los jueces María Elena Márquez, Alberto Ortolani y Ariel Introzzi Truglia.
Con todos estos elementos que encontró, Moreira no dudo en calificar lo que vio tras la exhumación y la apertura del cajón en la morgue como "un rito funerario anormal, inusual".
El que la mató no era un experto
El forense que practicó la autopsia de María Marta García Belsunce aseguró hoy que el asesino no es un experto tirador y que la víctima fue rematada en el piso con los últimos cuatro balazos que recibió en la cabeza.
Moreira explicó que fue un error irreparable no haber convocado a un médico legista el día del crimen porque "el lugar del hecho representa el setenta por ciento de la autopsia" que él realizó 36 días más tarde.
El forense trabajaba en aquel momento en la Policía Científica de San Isidro y fue convocado por el fiscal Diego Molina Pico para hacer la necropsia el 2 de diciembre de 2002 en la Morgue Judicial de Capital Federal.
El legista comentó que dos días antes de la autopsia concurrió a la casa del country Carmel y vio personalmente el baño y la grifería donde supuestamente se había accidentado la víctima.
Dijo que allí trató de imaginarse "cómo la víctima pudo haberse caído y romperse la cabeza" y que notó una viga de baño, el escalón de la bañadera y la grifería.
"No es normal una fractura de cráneo con pérdida de masa encefálica con una caída desde la propia altura", dijo.
En la parte central de su declaración Moreira contó que encontró los proyectiles recién cuando abrió el cráneo y recordó, como ayer declaró el camarógrafo a cargo de la grabación, que el VHS de la videograbadora se acabó en ese momento.
"Hicimos una pausa pero mi ansiedad pudo más. Yo sabía que iba a encontrar proyectiles. Metí la mano y saqué los primeros dos plomos", dijo al recordar el momento que no quedó grabado en el video.
Moreira brindó al tribunal la posible secuencia del crimen de María Marta.
En base a las lesiones que encontró en las piernas y especialmente en la parte superior de la frente, del lado derecho, Moreira explicó que la víctima primero fue brutalmente golpeada y luego recibió los seis disparos en la cabeza, pero en distintas secuencias.
Para Moreira el primer balazo fue "el de rebote", es decir, la famosa "bala-pituto" calibre .32 que no llegó a penetrar en el cráneo y luego fue arrojada al inodoro por el imputado John Hurtig.
"Ese disparo no llegó a comprometer su vida, ni a derribar a la víctima", dijo Moreira.
Para el legista, el disparo que le empezó a provocar la muerte a María Marta fue "el segundo", ubicado en la región parietal izquierda de la víctima y donde, por lo que se sabe de la causa, los médicos emergentólogos metieron sus dedos.
Según Moreira, éste fue el disparo que "derribó a la víctima" y este proyectil "penetró, perforó, laceró la masa encefálica y allí empezó a morirse la persona".
El forense explicó luego que los otros cuatro balazos que estaban agrupados y concentrados cerca del pabellón auricular izquierdo, "fueron de remate" y efectuados "a corta distancia".
"Fueron de cerca e inmediatamente disparados uno atrás del otro porque seguramente la persona no se terminaba de morir. Por lo que sabemos de la anatomía patológica, son lesiones que ya tenían escasa vitalidad", comentó el forense.
Al opinar sobre la habilidad del tirador para cometer esta secuencia, Moreira dijo: "Si algo se puede elucubrar es que (quien asesinó) no era alguien experto para matar a una persona con un revólver calibre treinta y dos".
Mencionó además que detectó "una o dos costillas fracturadas", de acuerdo a su evaluación, producidas durante las maniobras de resucitación.
Pero aclaró que eran fracturas de características "no vitales" y que para ello es necesario que haya pasado "al menos una hora" entre el momento del deceso y la reanimación, algo que quedó constancia en actas a pedido de la fiscal Laura Ziseskind.
Moreira también descartó uno de los puntos más cuestionados por la familia y que en el otro juicio, a Carrascosa, no se pudo probar: si tenía pegados los orificios de bala con "La Gotita".
"Macroscópicamente, no encontramos nada que indique que lo pegado o atascado (en las heridas) era por pegamento, sino más bien que fue por la acción del formol y la putrefacción", concluyó.
Télam





























