Por Amílcar Brusa*
A Carlos Monzón muchos le exigían que por ser el campeón mundial de la categoría mediano debía hablar sin equivocarse o pensar como un intelectual. Nadie se daba cuenta de que era sólo un boxeador. El día de la tragedia yo estaba en Estados Unidos, donde tomé conocimiento de la noticia por intermedio de amigos y periodistas.
Puedo asegurar que Monzón fue el más guapo de todos los boxeadores que yo conocí arriba de un ring, pero también el chico más indefenso fuera de él. Abajo del cuadrilátero se convertía en una fiera, porque siempre se sentía acorralado.
(*Fue su entrenador durante toda su carrera profesional).
































