La noticia generó una explosión amarga en la comunidad esperancina. En todos los ámbitos, los comentarios sobre el triste episodio invadieron las agendas de trabajo y también la faz doméstica.
Algunos sorprendidos, asemejaban la trágica novedad con lo que acontece en las grandes urbes, tal vez sabiendo que en nuestra sociedad esta tragedia perduraría en el tiempo.
Ni hablar, del barrio. Un sector que crece paulatinamente, al mismo ritmo que se incrementan los puestos de trabajo en la ciudad. Los vecinos aún están conmovidos, con las preguntas obvias sobre este vendedor de insumos industriales que se instaló no hace mucho tiempo en esa zona esperancina.
¿Por qué tanto dolor, rencor, resentimiento o bronca?, se preguntan adolescentes esperancinos. “¡Qué terrible!”, agregan otros. Mientras que la mayoría está estupefacta por el horror.
Para el jefe de la UR XI, comisario Rodolfo Campagnoli ``hay una premeditación del hecho que se cometió. La forma en que quedó el cuerpo del padre y la negación cuando llega la policía al lugar por parte del joven'' son datos significativos que permitieron reflejar con posterioridad la autoría del hecho.
En declaraciones a los uniformados, el adolescente confirmó que había matado a su padre porque estaba cansado de los castigos. ``Estoy tranquilo, se terminó mi calvario'', habría dicho el chico a la policía.
En tanto, cuando el adolescente ingresó a la dependencia policial esperancina, le preguntó a un oficial si tenía hijos. Al contestarle en forma afirmativa, el chico le dijo: “Nunca le pegue”, tras lo cual sostuvo: “¿Me da un abrazo?”.



































