El peor día de Colón duró 25 horas

Por Darío Pignata
dpignata@ellitoral.com

“Peor es poco”, parafraseando y homenajeando al petiso -más grande que agrandado- Jorge Guinzburg. Colón quedó atrapado en su propio laberinto de desaciertos dirigenciales y equivocaciones futbolísticas en los últimos tiempos desde que logró retornar a la Primera División del fútbol argentino en el "95. Sin entrenador, con un oficialismo políticamente debilitado por donde se lo mire, una oposición con evidente voracidad de poder con ese fin justificando cualquier medio y un equipo que se arrastra en la cancha, Colón no debiera esperar el Jueves Santo para recibir indulgencias y hacerse perdonar los pecados. Hay que empezar hoy mismo con el ritual de recorrer las siete iglesias, esperar que la semana sabalera sea santa y rezar por la resurrección futbolística de un Colón que está crucificado con su promedio en la zona de Promoción. Peor es poco.

Con el 34 por ciento de rendimiento, Leo Astrada esperó el cambio de hora de los relojes y se fue de Colón. Empezó a irse el sábado y se fue el domingo. Y más allá de algunos reclamos puntuales de la platea -por ejemplo cuando lo puso al venezolano-, lo increíble de esta historia es que se va el menos insultado del triángulo. Porque anoche la gente se cansó, agotó el aguinaldo de paciencia que le quedaba, explotó como nunca, pidió la cabeza de los jugadores y del presidente Lerche. Hoy domingo, la crisis de Colón es total: porque a lo deportivo -en Promoción, sin técnico y con Boca a la vista- se suma lo político. Quiero dejar en claro un concepto para que se entienda: este gobierno de Colón es legal y constitucional, acorde a los estatutos, fue votado por los socios de manera unánime y tiene mandato popular hasta el último día del campeonato. Pero políticamente, después de la reacción popular tipo "cacerolazo" que hubo ayer en las gradas, el gobierno de Lerche quedó debilitado y sin la fuerza necesaria para tener que elegir en las horas que corren al técnico que reemplazará a Leo Astrada. Esta decisión, que depende de minutos cuando usted reciba este ejemplar de El Litoral, es la elección deportiva más importante de Colón en los últimos diez años de su historia. Porque Colón elegirá el técnico que zafará de Promoción o no. Pero también, aunque duela, puede equivocar otra vez los caminos y elegir el técnico que lo mande al descenso. El sólo hecho de saber que este equipo, así como está, tiene que visitar a Boca en La Bombonera dentro de una semana genera taquicardia en sus hinchas. Es el mismo equipo que debe jugar las finales con Olimpo en Bahía, San Martín en San Juan y con Gimnasia en Jujuy. Conclusión: no hay margen de error en Colón. Peor es poco.

Es hora de mostrar grandeza

Colón quedó anoche enterrado en su propio Cementerio, con 26 puntos en 25 partidos, un pobre 34 por ciento de rendimiento del renunciante Astrada en Santa Fe y una crónica de incidentes varios -piedrazos, corridas, balas de goma- que hace tiempo no se veía por el siempre castigado Sur santafesino. En las tribunas, la gente cargó primero contra los jugadores, después contra Lerche y finalmente pidiendo “que se vayan todos y no quede ni uno solo”. Peor es poco.

Con los tres vicepresidentes renunciantes -Hilbert, García Adisse y David-, comunicados hirientes de los sectores opositores y hasta la vuelta poco clara a la arena política del ex presidente José Vignatti, todos los dardos fueron apuntando a una directiva con Lerche a la cabeza que tampoco se pudo ayudar con sus propias decisiones. “Lerche me dio siempre todo lo que le pedí, no me puedo quejar”, dijo Astrada en la despedida. Y acaso allí radicó uno de los principales defectos de esta gestión: conceder todo sin objetar nada. Porque convengamos que los técnicos son como los hijos de uno en la vida y esa frase que dice “si le das todo, porque le das todo; si no le das nada, porque no le das nada”. A veces, encima, cuando uno menos lo espera, los hijos -o los técnicos- un día se van. Astrada hizo y deshizo con planteos, dibujos tácticos, refuerzos y bajas. Le trajeron todo lo que pidió (Morales, Encina, Carignano, Aguilar, Rodrigo Díaz) y le limpiaron todo lo que le molestaba (Tombolini y Píccoli).

Después de la horda popular de insultos hacia su gestión cuando el 0-1 con Argentinos y el lugar en Promoción eran inmodificables, Lerche intentó comprometerlo a Astrada para que se quede en Colón. Hoy, el presidente de Colón está solo en medio de un campo minado. A su lado, quedan sus amigos incondicionales como Rubén Moncagatta y Marcelo Maglianessi. Y un montón de buenas voluntades que tienen apellidos: Kaial, Chemes y Eusebio. Pero está visto y comprobado que de esto no se sale con ganas. Es que si fuera por ganas, hay una parte muy importante de Santa Fe que hace fuerza para que Colón gane, que no come, duerme poco, fuma mucho, no tiene uñas, anda mal de ánimo, hace cálculos, discute en la casa más que antes y soporta menos lo que siempre soportó del trabajo. Así es el hincha de Colón... porque así es el fútbol.

Con ese contundente clamor popular que lo llevó a ganar las últimas elecciones y lo ungió históricamente como presidente de Colón, a Germán Lerche le queda una bala más en la recámara. Todavía quedan 13 fechas y 39 puntos por jugar. Aunque cada vez queda menos, todavía es mucho lo que falta. Lerche debe usar esa bala que le queda para salvarse y no para suicidarse: está obligado a salvar a Colón haciendo una apertura histórica y sin tener vergüenza para pedir AYUDA con un grito de ¡SOS! a los cuatro vientos. Es el momento de sentar a todos en la misma mesa: dirigentes, ex dirigentes, futbolistas y ex futbolistas referentes. Esa medida se necesita antes de empezar a hablar de “Mostaza” Merlo, el “Turco” Mohamed, Jorge Burruchaga o “Pancho” Ferraro

Hay que pensar en Colón

Este momento de Colón necesita grandeza de los restos del oficialismo y de las filas opositoras. El primer paso lo debe dar Lerche, pero necesita encontrar eco sin condicionamientos en todos los actores de la vida política. Colón necesita un pacto para vivir. Son 13 finales. Hay que tratar de no jugar Promoción y evitar el descenso. De última, jugar Promoción y pasar. Pero zafar como sea. “Después, que se maten en las elecciones”, como dice la gente.

En este tiempo de errores de conducción y piedras de oposición, siempre me pareció que hubo un ex presidente que -aún con cosas para decir y con medias para revolear- en los últimos meses colaboró en Colón llamándose a silencio: Horacio Darrás. Ahora, no se trata de gritar ni de callar. Se trata de “estar” por Colón. Una imaginaria mesa donde se puedan sentar, por Colón, Lerche, Vignatti, Darrás, Abraham, Sacks e Hilbert, por nombrar a los más conocidos. Y consultar, de paso, a un par de glorias en el terreno del fútbol mismo. Se terminó el tiempo de comunicados, con el membrete oficialista y/o con el sello de las agrupaciones opositoras, que no sirven para nada.

Colón no es Quilmes que estaba condenado una rueda antes al descenso y lo dejó a Fanessi para jugar la “B”. Hay que "pactar" un nombre de entrenador en la mesa del renunciamiento y encolumnarse en un plan de salvataje. Es cierto que cada vez queda menos tiempo, pero todavía hay vida.

El de ayer fue el peor día de Colón en los últimos años. Adentro y afuera. En la cancha y en las tribunas. Como si no fuera suficiente calvario el 0-1, la renuncia de Astrada y el lugar en zona de Promoción, el peor día de Colón duró 25 horas, porque a las doce de la noche hubo que atrasar una hora los relojes. Lástima que Colón, como equipo, no pudo cambiar su destino. No queda otra que rezar. Hay que recorrer hoy las siete iglesias. No se puede esperar hasta el jueves santo. Que Dios ilumine a Lerche para que el presidente no tenga vergüenza en pedir ayuda. Que Dios ilumine a Vignatti, Darrás, Abraham, Sacks e Hilbert para que escuchen el pedido. Por este incalculable sentimiento popular que en un par de meses cumplirá 103 años, que es de Santa Fe y se llama Colón.