“Canal 54” de Lucas Larriera se proyectará este lunes a las 18.15 en el Cine América, en el marco de la Séptima Muestra de Cine Argentino. El documental fue parte de la Competencia Argentina del 22° edición del Bafici (Buenos Aires Festival de Cine Independiente). Lucas Larriera dirigió en 2013 (junto a Pepa Astelarra) “Alunizar”, un filme que antecede a “Canal 54” en la misma senda: la de indagar sobre aquel primer paso del hombre en la Luna y su mítica transmisión televisiva. La película documental, pero con el espíritu de un film detectivesco, involucra al propio director en la trama, y a la vez se pregunta por la naturaleza de las imágenes y de la verdad, en elucubraciones cargadas de sentido lúdico.
¿Quién es Norberto Otero? Armengol Torres, el catalán organizador de la Semana Mundial del Espacio, le propuso a Lucas realizar una investigación sobre una transmisión paralela a la llegada del hombre a la Luna en 1969 captada por un radioaficionado de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Le envió un escaneo de la revista Siete Días Ilustrados donde aparece Otero quien, dos semanas después del acontecimiento, dijo haber recibido con una antena casera una llegada a la Luna “diferente”, con otros astronautas, en otra Luna, pero al mismo tiempo, en paralelo a la “original”; también expuso lo mismo en los Sábados circulares de Pipo Mancera, aunque volvió al programa para desmentirse.
El Litoral contactó a Larriera para conocer más sobre esta pesquisa, que se fue trasladando desde el suceso hacia la figura enigmática de su protagonista.
-No habría “Canal 54” sin “Alunizar”. ¿Cómo se dio ese primer trabajo sobre el tema, y cómo fue esa invitación (que se ven en el principio de esta película) para mostrarla en el centro de la Nasa? En algún momento hubiera sido inimaginable.
-Fue muy loco: empezamos en el 2008 a fantasear con recrear “el primer paso” de la llegada a la Luna; con Pepa, que es la codirectora de “Alunizar”. Y no sabíamos que iba a ser: ni siquiera tenía forma de largometraje documental. Quizás era algo medio experimental: como que la idea era ver si podíamos, con la tecnología de ese entonces (2008) recrear el primer paso de la llegada la Luna, para ver si lo podíamos hacer exactamente igual; y ver si lo podíamos hacer pasar por el primer paso real. Pero no como un engaño, sino pensando en qué estatuto tiene el archivo hoy en día si uno puede recrearlo.
Entonces era casi como un objeto teórico y práctico a la vez, pero no tenía mucha forma. Después en toda la investigación para generar ese primer paso se formó el documental: se hizo esta historia medio disparatada que es “Alunizar”.
Así empezó: éramos muy chicos, era nuestro segundo año de estudiar cine. El haber después llegado a la Nasa, haberlo mostrado, fue todo un impacto también; nuestro contacto con la temática era no de niños, o un poco sí: medio inocente, de estar fanatizados con el tema, ver el material de archivo y tenerlo medio lejano. Con lo de la Nasa, y con toda la repercusión que tuvo con la Semana Mundial del Espacio, y conociendo a Armengol, fue entender otra cosa este otro lado: “Ah, bueno, acá evidentemente hay toda una familia de gente, una comunidad que tiene algún interés parecido al nuestro, pero que también es muy diferente a la vez”.
Eran todos muy del palo técnico, científico, muy pegados a la historia oficial. Entonces eso también fue como un choque, un contraste, incluso un conflicto: “A nosotros nos interesa como en términos de relato, de la épica, y toda esta cuestión norteamericana de la conquista”; y como nosotros desde un documental desde Argentina y pensando el archivo podíamos tener otra mirada sobre ese hecho. Nos interesaba en términos de discurso, de relato, casi propiamente cinematográfico; mientras que a ellos no: hay una historia que es la oficial y lo que les interesa es casi como una especie de convención de cómics, como un fanatismo medio nerd (que también lo teníamos nosotros).
Gentileza Santa Cine Andrés Larriera (hermano de Lucas) reconstruyendo una de las escenas: durante esta etapa descubrieron lagunas en el relato.Andrés Larriera (hermano de Lucas) reconstruyendo una de las escenas: durante esta etapa descubrieron lagunas en el relato.Foto: Gentileza Santa Cine
-Ese fanatismo es muy de esa época, del optimismo en la carrera espacial. Por otro lado, hoy tenemos estos colectivos de conspiraciones, esa necesidad de negar la llegada a la Luna: es un discurso muy fuerte hoy. Nos sigue interpelando, pero transmutado.
-En “Alunizar” hay un patafísico amigo nuestro (Lucio Arrillaga) que dice algo muy lindo, para mí no se llega a lucir tanto con lo que dice, pero tiene algo que ver con lo que decís. El dice algo así como que justamente son los que no creen los que siguen en algún punto manteniendo la llegada a la Luna como ese mito, o esa especie de paraíso perdido, esa cosa de comunión televisiva que nunca más se dio y que hoy en día suena como hasta cínica: esto de los millonarios yendo al espacio, haciendo una especie de carrera espacial propia. Ya no es una cuestión de Estados política discursiva e ideológica de cuál es el porvenir del hombre; hoy está más egoísta, capitalista, individualista.
Lo que dice Lucio es esto: en realidad esos discursos que descreen, más conspirativos, le tienden a dar incluso más validez a esta primera llegada a la Luna. Me parece que hay algo de eso, medio nostálgico; y también muchos de sus discursos son de gente que es más joven, de otra generación que las personas que lo vivieron.
Siento un poco eso, y me alejo: es muy fácil ir al discurso conspirativo. Pero es muy interesante también ver que todas las personas (incluso familiares míos) que vieron la llegada en directo no hay manera de que descrean de algo: lo vieron en directo. Siempre me hace pensar más en el poder de la televisión o de los medios que en la llegada a la Luna como tal.
-Lo extrañan más los conspiranoicos que los semejantes de aquellos que lo vieron.
-Es también muy representativo de una época donde los radioaficionados y los técnicos electrónicos eran de alguna forma militantes de las telecomunicaciones, y había una “democratización” de esas comunicaciones porque todo estaba en el espectro: desde las comunicaciones comerciales a las transmisiones cifradas del espionaje.
-Es un aspecto que para mí era muy importante de “Canal 54”: La radio como instrumento tecnológico y también como algo que me encantó al adentrarme más en el mundo de los radioaficionados. Ellos se construyen sus propios equipos; hoy en día los compran, pero en esa época era como tecnología que estaba tirada, sacaban repuestos de antigua tecnología (en palabras de Armengol) de la Segunda Guerra Mundial, y ellos la adaptaban para poder comunicarse.
Hoy en día sigue siendo importante: con una simple licencia, una simple evaluación que te hacen, sabiendo operar esos equipos, y con una batería: se corta Internet, se cortan todas las cosas que dependen de estar interconectados, y los radioaficionados pueden, con una batería y de manera casi portátil, autónoma, seguir utilizando el espectro radioeléctrico. Eso está en desuso, pero no es una tecnología obsoleta: eso es interesante para mí.
La figura del radioaficionado es Otero: es lo más importante. Ahí hay algo raro: es como una especie de renegado de la radioafición. Otero no tenía una licencia de radioaficionado, aunque utilizaba y construía sintonizadores y antenas. Lo fuimos a buscar, como una punta de la investigación, a los registros, y en los registros de esa época no aparece; buscamos en varios años y no estaba. Entonces evidentemente él transmitía y recibía de manera clandestina; lo cual habla para mí de este aspecto medio paranoico de su personalidad.
Por mucho tiempo pensaba que la película se tenía que llamar “El radioaficionado”, o algo así: la película es sobre la radioafición, hablando de Otero, de Armengol y también de mí. Pero decidí que era “Canal 54” más por el misterio: por qué el canal 54 es algo que nunca se aclara, casi nunca se pregunta.
Gentileza Santa Cine El catalán Armengol Torres junto a Lucas Larriera, planeando una investigación que resultaría muy difícil.El catalán Armengol Torres junto a Lucas Larriera, planeando una investigación que resultaría muy difícil.Foto: Gentileza Santa Cine
-Es muy argentino esto de tener “el único que vio otra transmisión del alunizaje”, al menos el único que en el Occidente haya dado entrevistas y publicado capturas de la transmisión en medios. Al mismo tiempo la historia te la cuenta Armengol en España, también es muy argentino. ¿Por qué pensás que se olvidó tan fácilmente esta historia?
-Es verdad, eso a mí me hace pensar en el tema de los archivos. “Sábados circulares” fue un programa importantísimo, y solo hay registros de los exteriores, que eran especiales porque los filmaban en 16 mm; mientras que lo demás era todo en el video Cuádruplex de la época. Es muy interesante y triste a la vez.
Y también lo que pienso de eso es que pasa mucho ese lugar común que es: “Bueno si es un radioaficionado, un único tipo de Argentina, en Avellaneda, medio perdido ahí, debe ser un chanta”. Si no hay una institución atrás no se le da valor a (perdón por la grandilocuencia) algo argentino, algo nacional, una proeza técnica de una persona perdida en Avellaneda.
A mí me gusta eso: también porque no es comprobable, y porque hay una cuestión de esa creencia en una fantasía. En esa idea: una persona sola (que tiene que ver con eso que decís que es argentino) le primereó a la Nasa (risas). Eso me parece lindo, pero también es un relato medio fantástico, porque no hay una prueba concreta de eso. Solo están las fotos, que (de nuevo) generan preguntas, no tantas certezas.
-Pasa eso que decís con los archivos. Pero también gente que lo vio que trabajaba en el canal se acuerda porque le preguntaron: Pudieron tirarlo a un cajón del cerebro durante décadas.
-Por otro lado otra de las riquezas de la película es que Otero es tan fantasmagórico como la señal que dijo haber captado: no hay familia, no hay prácticamente gente que lo recuerde; no hay datos biográficos posteriores a los 70; se llevaba mal con la gente. Fue como un cometa fugaz que pasó por el ojo público y no hay mucho más para rastrearlo.
-A mí me impresiona, ahora que se está viendo, que se vio bastante con el estreno acá, que mucha gente me dice: “Qué buena investigación”. Y la verdad es que la sensación con Armengol cuando decidimos cerrar la película era la contraria: “No pudimos averiguar nada” (risas). “Qué difícil fue: no tenemos archivos”. Y al final tenemos (que es también la gracia de la película) Los relatos orales de la gente que lo conoció como esa figura mítica del barrio pero más allá de eso pudimos obtener su legajo de trabajador de Segba, y ahí había alguna información.
Realmente es una figura muy esquiva, y la sensación era otra. También sé que hubo mucha investigación con muchos caminos sin salida; entonces qué bueno que la gente me diga “qué buena investigación hay”, pero lo que pienso es que la mayor parte de la investigación no está en la película, que llevó mucho tiempo. Muchas reuniones con gente que podría haberlo conocido y no: por ejemplo el sindicato de Luz y Fuerza, el Instituto 13 de Julio: un instituto de enseñanza primaria y secundaria al que Otero podría haber ido, porque todos los compañeros de Segba iban ahí). Pero no, no fue a la escuela.
Es medio loco que se valoren las investigaciones frustradas (risas), es lindo también. Porque sí: Otero es un fantasma fuerte.
-Además del misterio técnico de sí hubo una transmisión paralela está el misterio de quien la encontró. Quizás como decís vos en un momento es más misterio Otero que la señal.
-En términos de estructura lo terminamos viendo así. Empezamos preguntándonos “¿qué son esas imágenes?”, después esa pregunta fue a “¿qué fue esa transmisión?”, si era técnicamente posible o no en Argentina. Y después cuando abandonamos todo eso nos fuimos a “¿Cómo estamos recibiendo estas imágenes?”. Y ahí estaba la figura de Otero: vimos que había misterios en cada una de esas etapas, era medio increíble.
Pero también me gusta eso: en la escena con los radioaficionados uno no entiende muy bien; al principio le dicen chanta, pero después dicen que era posible, y terminan diciendo que podría haber sido la Embajada de Estados Unidos. Gente muy del palo técnico, pero que en algún punto se dejan llevar también por esa fantasía: “Dale vamos a fantasear un poquito más allá de lo estrictamente técnico”, del Slow Scan TV, que es lo que dice la Nasa que transmitían de la Luna, esto era en UHF. Ahí aparece lo humano, que es más rico que la simple técnica.
-La concreción de la película se fue dando en el tiempo, atravesada por distintos sucesos que aparecen en la película, como el casamiento de tu padre o la muerte de tu hermana.
-Al principio lo tomé de una manera muy fría, de hacer una película siguiendo a este catalán en su investigación: “Lo ayudo, lo acompaño, pero en realidad es la película de Armengol”. Lo que pasa en la película (que un poco se ve pero no está tan explícito) es que todas las puntas de la investigación de Armengol (más relacionada la técnica y a qué son esas imágenes) no va para ningún lado. Y empezó a pasar esto otro que también fue como una especie de milagro o hallazgo: Otero se parece a mi hermano mayor, que es empresario, pero siempre quiso actuar, de chico hizo actuación: tiene esa vocación frustrada o suspendida.
Empezamos a fantasear con la idea de la reconstrucción o el “re-enactment”, y me gustaba que estuviera justificado, que no fuera nada más ilustrativo de Otero. Decidimos recrear la noche de la recepción, y ahí empezás a ver que el discurso de Otero tal como está en la revista tiene huecos, porque es otro medio. “Si acá está la escalera, acá está la tele, ¿cómo miraba? ¿Cómo movía la antena en la terraza sabiendo si recibía mejor o no? Ahí hubo algo documental.
En el medio se muere mi hermana mayor, cuando la investigación de Armengol empieza a hacer agua. La pregunta fue si tenía sentido seguir o no. Y la decisión fue un poco esa: las películas se tienen que hacer pese a todo. El director no es una figura abstraída de la sociedad, y me gustaba mostrar que las películas se pueden hacer mientras uno vive su vida.