El año pasado un tribunal oral condenó a Rolando Ramírez por abuso sexual y homicidio agravado.
La víctima se llamaba Keila Geraldine Rojas, tenía 2 años y 8 meses y fue atacada a fines de 2011 por el concubino de su madre, en una casa de Guadalupe Norte, en el departamento General Obligado.

El año pasado un tribunal oral condenó a Rolando Ramírez por abuso sexual y homicidio agravado.
Juliano Salierno
jsalierno@ellitoral.com
La Cámara de Apelación Penal de Vera confirmó la condena a prisión perpetua para Rolando Fabián Ramírez, acusado de violar y matar a golpes a la hija de su concubina en noviembre de 2011, en la localidad de Guadalupe Norte, a 25 km de Reconquista.
La resolución, firmada por los camaristas Mario Enrique Balestieri, Carlos Andrés Corti y el juez de la Cámara Civil de Reconquista Santiago Dalla Fontana, se conoció el viernes pasado, luego de la audiencia de juicio oral celebrada el 19 de junio último.
Ramírez había sido condenado como “autor penalmente responsable de los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por su condición de guardador y homicidio calificado por alevosía”, en perjuicio de la pequeña Keila Geraldine Rojas, de 2 años y 8 meses, quien el 19 de noviembre de 2011 había quedado a su cuidado.
En apelación
El 3 de julio del año pasado, el tribunal oral de primera instancia integrado por los jueces Jorge Fernández, Nicolás Musse Chemes y Jorge Galbusera lo confinó a la pena de prisión perpetua, pero la sentencia fue recurrida por el defensor general José María Quiroga.
En ese entonces, el fiscal de primera instancia Gustavo Gon había solicitado al tribunal la pena máxima, desestimado los argumentos de la defensa que pretendía la inimputabilidad de su pupilo, aludiendo que había actuado bajo los efectos del alcohol y en medio de un brote psicótico.
En la audiencia de alzada, la defensora General subrogante Raquel Gómez dijo en favor de Ramírez que “si bien no es un ebrio crónico, la influencia del alcohol lo afectó por su personalidad” y se refirió a la conducta adoptada luego del ataque, cuando al encontrarse con su concubina, Ana María Guzmán, madre de la pequeña, le dice “perdoname” y luego se larga a correr.
En tal sentido, la defensora sostuvo que “el alcohol puede provocar estados de inconsciencia significativos que producen la anulación parcial o total de la conciencia en grado suficiente para impedir la comprensión de los actos, situación que no fue contemplada” en el juicio.
Por la confirmación
Por contrapartida, el fiscal de Cámara José Antonio Mántaras consideró probada “la nula incidencia del alcohol en el momento del hecho”, a punto tal que una Junta Especial de Salud Mental descartó “absolutamente que el imputado pudiere haber sufrido un estado de inconsciencia producto de la ingesta de alcohol”. En ese sentido, el representante del ministerio público fiscal adelantó que “el decisorio merece plena confirmación” del tribunal.
Al momento de la deliberación, los vocales Corti, Balestieri -presidente- y Dalla Fontana, revisaron en primer término si se trataba de una sentencia justa y a continuación evaluaron el pronunciamiento que correspondía dictar.
En su primer voto el Dr. Corti afirmó que “no cabe dudas que Ramírez abusó sexualmente de la pequeña niña” y por ende “corresponde desestimar el recurso de apelación interpuesto por el imputado Rolando Ramírez confirmando la sentencia en todo cuanto fuera materia de impugnación”, votación a la que adhirieron sus pares Balestieri y Dalla Fontana.
Abuso y golpes
Keila Rojas tenía cinco costillas fracturadas y lesiones en el hígado y en uno de los pulmones, que acreditaban los golpes propinados por su padrastro cuando fue hallada por su madre.
La nena fue trasladada desde su casa de Guadalupe Norte en estado desesperante al Hospital Central de Reconquista, donde finalmente falleció. Los médicos y peritos que revisaron el cadáver confirmaron además las graves lesiones genitales como resultado de la violación a la que había sido sometida.
Keila había quedado al cuidado de su padrastro, mientras el resto de la familia había ido a la casa de unos parientes “a jugar a las cartas”, según se acreditó durante el juicio. Al regresar, la madre de la nena se encontró con su concubino que le dijo: “Me mandé una macana... La maté, perdoname, me equivoqué” y escapó a la carrera por un campo sembrado con girasol.
La policía lo atrapó horas más tarde y desde entonces se encuentra preso, a disposición de la justicia.
La policía capturó al agresor cuando escapaba a campo traviesa por un sembradío de girasol. Fotos: Archivo / Agencia Reconquista
La clave En silencio.
El dato Trágico final.




