Por Roberto Schneider
¿Por qué hacer teatro hoy? ¿Para quién? ¿Desde qué lugar se encara una representación en la actualidad? ¿Qué tiene el teatro de específico que logra convocar, función tras función, a un grupo de actores y espectadores? A partir de estas y otras interrogaciones surge una respuesta clara desde la Universidad Nacional del Litoral con la creación del Argentino de Teatro que, felizmente, llegó a su octava edición.
Cabe recordar entonces que cuando un rayo iluminó una noche y el trueno espantó una bestia; el sol salió con todo su fulgor y el viento sirvió de fondo musical; el hombre primitivo miró aquel primer espectáculo con curiosidad e intriga, se reunió con otros hombres para compartir esas sensaciones y comenzó a celebrar los cambios de la naturaleza con movimientos y exclamaciones que poco a poco fueron convirtiéndose en danza y canto. Así, junto con el hombre y su necesidad de interpretar la realidad que lo rodeaba, nació lo que mucho más tarde se iba a llamar teatro. Desde los templos hasta los anfiteatros de Grecia y Roma, pasando por la taberna y los caminos atravesados por cómicos de la legua; desde los atrios de iglesias mostrando autos sacramentales hasta los teatros isabelinos y los palacios versallescos, con protecciones de reyes y persecuciones de beatos, animado por histriones y payasos, trágicos y bufones, exaltación de divas y capocómicos, reflexión sobre la vida, los vicios, las virtudes, lo sagrado y lo profano, distracción y pasatiempo para burgueses estresados, comedia, tragedia y los infinitos matices entre una y otra carátula, habitante de lujosos edificios llenos de oropel y terciopelo o inquilino pobre de altillos y sótanos paupérrimos, templo de solemnidad o burdel de sensualidad desbordada, el teatro es tan grande que no puede encasillarse, ni mucho menos etiquetarse como algo rígido e inmutable.
El teatro es la palabra, el gesto, el autor hablando por boca de los actores y un grupo de gente viendo, escuchando, durmiendo a veces, tosiendo casi siempre y aplaudiendo más o menos intensamente según lo que les haya llegado al corazón o a la cabeza. En medio de eso que parece tan básico y elemental hay todo un proceso de búsqueda, ensayo, tropiezos, peleas, armonías, caos y ordenamientos y el eterno misterio de no saber qué va a pasar.
Claustro de estudiosos e innovadores, vidriera luminosa de la vanidad de estrellas fugaces, industria, arte, negocio y sueño imposible de artistas pobres, el teatro, querido padre de todas las artes dramáticas, atravesó y sigue atravesando crisis, guerras, censuras, prohibiciones, bombardeos, polémicas, enfrentamientos, esplendores y decadencias y nos sigue asustando con sus agonías.
Ahí está siempre el teatro, al borde de la muerte, pero con una salud de hierro asistida por nuevas generaciones de espectadores y teatristas que con diferentes técnicas y lenguajes siguen tirando del carromato lleno de creación. En este encuentro todas las estéticas, todos los códigos y la diversidad de ideologías son el marco auspicioso que ratifica una vez más la indiscutible presencia que posee la Universidad Nacional del Litoral en la región y el prestigio que ha ganado esta fiesta anual.
Este Festival consigue rescatar siempre precisamente el término de “fiesta” -que en el teatro tiene una honda connotación-. Hoy, en la Argentina, hacer un encuentro que no sea sólo de los teatreros sino que convoque y que contagie a la sociedad es desde el vamos una idea para celebrar. Más, si como en el caso del Argentino de Teatro de la UNL, miles de personas asisten para disfrutar de las diversas propuestas que llegan desde los puntos más distantes de nuestro país.

































