El artista uruguayo Fernando Cabrera vuelve para reencontrarse con su público y compartir nuevas y viejas canciones, además de las que integran su reciente disco “Simple” (lanzado en pandemia y presentado por streaming desde Montevideo en 2021). Su concierto en Santa Fe será el jueves 18 de agosto a las 21, en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). Las entradas están a la venta en la boletería de Tribus (miércoles a domingo de 18 a 0) y a través del sistema Ticketway y sus puntos de venta (online y físicos).
Anticipando su llegada, El Litoral conversó con este baluarte de la canción rioplatense, para adentrarse en un álbum gestado en solitario, en el que llega a la versión más despojada de su composición.
En soledad
-¿Cómo fue el proceso de grabar “Simple”, en solitario a lo largo del tiempo, grabando varios instrumentos, y cómo intervino la pandemia?
-Bastante antes de la pandemia, cuando ni siquiera se sospechaba, había empezado a grabar este disco con el plan de grabar yo solo con la guitarra; una solicitud que he recibido de hace muchísimos años por parte de mi público: cuándo iba a grabar un disco de la manera en que más me presento en vivo. Finalmente me decidí, después de tantos años de grabaciones en las cuales siempre hacía todo lo contrario: grababa con bandas, con arreglos. Empecé a ir al estudio, después modifiqué el plan original, porque empecé a agregar yo mismo otras sobregrabaciones: otras guitarras, un piano muy sencillo en algunos temas, bajo, percusión, una armonio indio; y también otras voces. Todo hecho por mí mismo, mantuve esa idea; nunca entró nadie al estudio, salvo en una ocasión un fotógrafo. Y bueno, el sonidista.
La pandemia no me afectó para nada, porque el plan ya lo tenía; lo único que durante unos meses paré de grabar, después volví y lo terminé. El estudio cerró un tiempito y después volvió a abrir, así que continué con mi plan.
-Está esa cosa minimalista de las guitarras y eso toques, como el del armonio. Por el otro lado están las armonías vocales, donde te permitís jugar a multiplicarte: siempre se nota que todas las voces son la tuya. Te expandís y volvés a la voz simple.
-Tal cual, es así. Siempre me gustó hacer voces. En mis comienzos, incluso desde la infancia, siempre fui integrante de coros, siempre estuve muy acostumbrado a hacer segundas o terceras voces, y también a inventarlas yo. O sea que eso no es una sorpresa: en todos mis discos vas a encontrar coros; claro, en general los hacía con otros cantantes, para que tímbricamente fueron un poco más variado. Pero acá los pocos coros que hay los hice yo, y chau.
-Decías que siempre tenés canciones en proceso, a veces durante años, esperando su momento; pero al mismo tiempo trabajás cosas específicas para cada álbum. ¿Qué proporción de una y otra hubo en este caso?
-Son diez temas en total; el 40 % son nuevos, de los meses previos a la grabación; y el 60 % son materiales que tenía en carpeta de muchos años, y que fui terminando para esta época. Como decía un querido colega ya fallecido, cuando le preguntaba qué estaba haciendo: “Vengo con la tropa de canciones inacabadas”. Eso me pasa siempre, porque guardo ideas, bocetos. A ese 60 % de años atrás le faltaban toquecitos: terminar alguna letra, redondear un estribillo.
Sencillez
-¿Qué espíritu sentís que este disco tiene de diferente con “432”, el anterior?
-Lo más evidente es el acompañamiento: en “432”, igual que en todos mis discos anteriores, hay bajo, batería, teclados, guitarra eléctrica, solistas. Hay un concepto más de banda de pop rock, por decirlo más groseramente. Todo lo que hice siempre, que son cosas más bien criollas, del ámbito del Río de la Plata, pero pasadas por ese lenguaje, por esa tímbrica de los instrumentos eléctricos: lo que hice toda mi vida.
En realidad si me pongo a pensar más en detalle no sé si hay mucha diferencia, porque el hilo conductor es el mismo, que son las composiciones, mi manera de componer, de escribir letras; mi enfoque de la cosas de las cuales hablo. Lo que falta quizás sea más calidad interpretativa (risas).
-Un poco más desnuda, pero la identidad de las canciones es la misma.
-Comentabas que por ahí apostás cada vez más a jugar con una idea de armonía incompleta, sugerida, que se completa en la cabeza del oyente. ¿Va por el lado del acorde de quinta o la tónica en la guitarra, como una cosa que también es muy rockera?
-Bueno, el rock armónicamente es simple y muy contundente. Hay muchísimos pasajes de una canción rockera que si se le puede llamar acorde a lo que está pasando abajo es una quinta nada más. Eso forma parte de la historia del rock.
Fui llegando a eso, porque en mis comienzos era armónicamente muy sobrecargado; tenía mucha influencia de Brasil, de la bossa nova, de todo el concepto armónico de Antonio Carlos Jobim: acordes muy cargados, complejos y con alteraciones, no el acorde perfecto mayor de la armonía occidental, sino con muchas alteraciones.
-Exactamente: novenas séptimas y sextas, acordes disminuidos y aumentados. Estaba muy enamorado de todo ese concepto armónico, desde mi adolescencia y durante algunos años mis canciones tenían muchos acordes y cada uno de ellos muy complejo.
Con el correr de los años no sé si me empecé a cansar de eso o a encontrar satisfacción y felicidad en ir por un lugar mucho más sencillo armónicamente. Entonces esto un largo proceso: no quiere decir que haya abandonado las armonías cargadas, a veces todavía puedo hacer una canción cargada, pero sí fui derivando lentamente a lo contrario. Hasta llegar incluso a cosas más radicales, o más sencillas todavía que en el rock: acompañamientos donde a veces ni siquiera hay acordes es solamente una línea de bajos, o notitas sueltas; donde lo que prima o lo que mantiene toda la cosa es la melodía más que nada. Llegué a ese extremo.
Y eso se da también un cambio desde el enfoque de la composición: en vez de componer a partir de los acordes como hacía en mis comienzos (donde primero elaboraba un circuito de acordes y después imaginaba una melodía), ahora hago más bien lo contrario, inventó primero la melodía y después veo si precisa o no algunos acordes y listo. Que es un poco la manera de componer de algunos grandes compositores de canciones, como Rubén Rada, como Eduardo Darnauchans. Son grandes melodistas, no tienen un gran dominio de los acordes complejos. Y es una linda manera: descubrí ya mayor (como soy ahora) lo lindo, lo profundo y lo satisfactorio que es eso también.
-De hecho “50 años de Horacio” tiene una intro coral sin guitarra, que entra al minuto.
-Hace unos años que te corriste de la guitarra española o la acústica hacia la eléctrica. ¿Tiene que ver con lo anterior o es la búsqueda de otro color?
-En realidad hay otras cosas ahí. Primero no fue hace poco, sino hace como 40 años que toco con guitarra eléctrica; incluso cuando me presento solo en un escenario en plan cantautor, uso la guitarra eléctrica desde el año 83, por ahí. Una razón es que el instrumento ofrece cierta comodidad en el sentido de cómo amplificarlo: tiene una gran ganancia por el hecho de ser eléctrico; lo mandás a un sistema de amplificación y es muy directa la cosa, no tiene que pasar por un micrófono acústico, que puede acoplar; dependés de la pericia del sonidista, la acústica del lugar, cuestiones que pueden complicar la vida. Aunque después se inventaron las guitarras españolas “enchufables”.
Pero la razón más importante fue una razón tímbrica: ya hace 50 ó 60 años, desde la década del 50, que el timbre preponderante en las orejas de todo el planeta, en la música industrial, pop, de moda, en el rock (que fue tan importante durante tantas décadas) siempre fueron los instrumentos eléctricos: la guitarra eléctrica, el bajo, teclados eléctricos y la batería. Entonces pensé (en aquellos años) que sería mucho mejor para la difusión de mi producto, mis canciones, que yo tuviera esa empatía, que empatara un poco típicamente con aquello a lo que las orejas de todo el planeta estaban acostumbradas.
En vez de seguir con instrumentos acústicos, muy propios de nuestra región del Río de la Plata (como los violines, el bandoneón, el piano, la propia guitarra criolla, española), timbres que ya la juventud no sentía como familiares: los veía como ajenos, de otra época, propios de sus padres, de sus abuelos. Pensé: “Ya que mi música es bastante compleja, no es fácilmente asimilable a lo que pasa en el mundo industrial, por lo menos voy a hacer este puente, esta facilidad en la escucha, porque el timbre es similar a lo que escucha en la FM todo el día”.
Volver a la ruta
-La presentación de “Simple” fue por streaming desde el Sodre, en 2021, cuando todavía no había una perspectiva de salida. ¿Cómo viviste ese momento, y cómo fue el poder volver a encontrarse con el público en un show tradicional?
-No sufrí demasiada diferencia entre hacer un streaming o un concierto normal: puse mi cabeza en un lugar como si estuviéramos en una circunstancia natural. La única diferencia era que había unos tipos con unas cámaras alrededor. No lo viví como algo distinto, o que me provocara algún tipo de novedad. Hice un recital como siempre, entregando todo y haciendo lo mejor posible. Había algo de público, porque se permitía un aforo reducido del 33 %.
Y después de casi dos años y medio de no actuar con público de verdad, que empezó a suceder más o menos este año, fue muy lindo reencontrarse; para nosotros eso es un poco la sal de la vida: poder tocar y retroalimentarse de vuelta con el público.
Estoy yendo mucho a la Argentina de vuelta, una cosa que me gusta tanto hacer desde hace algunos años: ahora voy a estar en tu ciudad y en algunos lugares más. El mes que viene también, y más adelante. Reencontrarse con ese público tan afectuoso es muy fuerte.
-¿Vas a venir con Diego Cotelo o solo?
-En algunas ciudades sí y en otras no, porque lamentablemente Diego no puede ir a todas. En Santa Fe voy a estar solo, en Rosario también; más adelante voy a ir con él. Estuve con él el mes pasado en Buenos Aires, en el Teatro Astros.
-¿Cómo nació ese vínculo?
-Medio misteriosamente, porque no es que estuviera buscando un acompañante. Alguien me lo mencionó, escuché a la banda de él en YouTube.
-La que se llama Bolsa de Nylon en la Rama de un Árbol. Es muy recomendable, hacen una música muy especial, muy experimental, muy fuera de todos los códigos a los que uno está acostumbrado a escuchar hoy.
Me di cuenta de que este muchacho tenía una enorme musicalidad, que tocaba varios instrumentos, que cantaba: me llamó la atención. Después no me acuerdo en detalle cómo nos vinculamos, pero lo invité para una primera cosa hace unos meses, funcionó muy bien (porque aparte es muy disciplinado: se entrega con mucha disciplina, con mucho rigor a lo que hace) y francamente me sentí muy cómodo, me da una mano enorme. Y aporta lo que hablábamos: timbres, alguna posibilidad rítmica también; toca muchos teclados, domina mucho el tema de los samplers, sonidos raros. Yo también tengo un costado experimental, me gusta experimentar con aspectos más “raros” de la música, así que me vino muy bien, estoy muy contento.
-Dijiste que estabas tocando las canciones del disco, “canciones anteriores y posteriores”. ¿Eso quiere decir que ya hay canciones nuevas que hiciste después de terminado “Simple”?
-Sí, ahora voy a hacer una, pero tengo muchas en espera. Si por mí fuera, podría grabar un disco nuevo ahora mismo, pero viste que los ritmos del mundo discográfico hoy están tan raros, tan cambiados, que estoy esperando un poco y viendo cómo se desarrollan los acontecimientos. Pero tengo canciones para hacer uno o dos discos nuevos, que siempre adentro mío que te empujan, las quiero mostrar. Pero bueno, hay que tener un poco de paciencia en esto, para no atosigar a la gente.