El miércoles 5 de abril comenzarán las reuniones del Taller de Lectura del Instituto Argentino Germano, sito en Juan de Garay 2957. Las sesiones presenciales también podrán seguirse simultáneamente on line. La coordinación estará a cargo del escritor Enrique Butti. Los encuentros serán todos los miércoles, de 17.30 a 19.30. Para inscribirse los interesados deben comunicarse telefónicamente o por whatsapp al +54 342 6300573.
En la primera hora se leerá sistemáticamente y desde el comienzo la novela “El castillo”, de Franz Kafka. Tras un recreo, en la segunda hora se leerán cuentos y poemas. Se prevé comenzar leyendo cuentos de Dorothy Parker.
“El castillo” es uno de los últimos y más intensos escritos de Franz Kafka (Praga, 1883-1924). El protagonista, llamado K., llega a una aldea anunciando que ha sido contratado como agrimensor, y de inmediato y vertiginosamente se pone en funcionamiento lo que podría llamarse “la máquina de desmentir” en la narrativa kafkiana. K. ha sido convocado, pero allí nadie lo espera. El Castillo que gobierna la aldea informa que K. no tiene autorización para quedarse, pero K. se empecina en permanecer. Las autoridades le objetan su título de agrimensor, pero poco después se lo aceptan y le endilgan dos ayudantes. Le niegan un contrato de trabajo, pero le dan un lastimoso cargo de ordenanza en una escuela. Tiene un romance con una muchacha que es amante de un alto funcionario del Castillo, pero no solo esta relación no lo ayuda en sus trámites sino que la muchacha pierde hasta su empleo como camarera. K. consigue finalmente una entrevista con un secretario del Castillo, pero una serie de percances lo han cansado tanto que, en el largo pasillo con innumerables piezas adonde ha sido citado, abre la primera puerta para echarse a dormir...
Franz Kafka. Foto: ArchivoY así, página tras página, se suceden los hechos que son el reverso o la distorsionada derivación de lo que debía producirse o esperarse, a lo que se suma el fenómeno de “postergaciones” que, según Borges, constituye la esencia de la narrativa de Kafka: en el camino de la resolución de un problema se cruza otro problema urgente, y al encararlo surge otro y después otro, acumulando angustia y conflictos (y comicidad, si el lector tiene el coraje de reír).
Como estudiaron indignados Susan Sontag y Milan Kundera, la obra de Kafka ha dado pie a bibliotecas enteras de interpretaciones, impulsadas por el primer crítico, el amigo que supo rescatar de la destrucción esta obra, Max Brod, quien intentó despejar todas las incógnitas bajo una luz religiosa. Le siguieron las interpretaciones psicoanalíticas, existencialistas, teológicas, marxistas, esotéricas, sociológicas, místicas, políticas… La lógica conclusión al rechazo de todas estas lecturas reductivas es que Kafka debe ser leído bajo una disposición exclusivamente literaria.
Sin embargo, la lectura poética no implica negar las múltiples resonancias que esta literatura contiene. Tantas son esas resonancias que la rara y “absurda” narrativa de Kafka puede ser erigida en modelo de una “literatura realista” para nuestra época. De ahí que Kafka, que murió en 1924, profetizara el nazismo, en el que sus tres hermanas y su novia Milena serían asesinadas en campos de concentración. O describiera la burocracia que nos encadena en nuestro tiempo.
Lo notable es que esa amplitud de resonancias se logre a través de simples vueltas de tuerca a los usuales recursos narrativos, como el uso de los tiempos verbales del pretérito o de una tercera persona parangonable al uso de una primera persona. La literatura desmesurada y complicada de Kafka es sin embargo nítida, fluida y sencilla. Casi para acentuar las paradojas y la comicidad que abundan en la obra de Kafka, el genio de la ciencia Albert Einstein confesó que nunca había logrado leerlo porque “el espíritu humano no es suficientemente complicado para comprenderlo”.