Este jueves y viernes se estrenará en la Sala Maggi del Foro Cultural UNL de Santa Fe (9 de Julio 2150) la obra “Caparrós”, escrita y dirigida por Brian Bolsón, con las actuaciones de Génesis Ávila, Alberto Bilbao, Camila Borda, Eduardo Cabrera, Lyz Córdoba, María Martínez, Eva Salvucci y el propio Bolsón.
“Caparrós es un mulato que es comprado y llevado a la estancia de los Mansilla. Con la llegada de este regalo de cumpleaños, se desnudarán las miserias de esta familia acomodada del Virreinato, que hará desesperados intentos por escalar social y económicamente. ¿Cuántas atrocidades pueden llegar a cometer los blancos sólo por tener un color ‘superior’ de piel?”, afirma la sinopsis de esta propuesta escénica “cruel, incómoda y hasta de a ratos, erótica”.
A partir del debut, el espectáculo seguirá recorriendo otros escenarios: sábado 30 de julio y 13 de agosto en la Sala Arteatro de Paraná: viernes 19 de agosto en el Centro Cultural 12 de Septiembre de Santo Tomé; en septiembre la Sala Verónica Kuttel de La Vieja Usina de Paraná (fecha a confirmar); domingos 2 y 9 de octubre en el Centro Cultural Provincial Paco Urondo y en noviembre a la Sala Leopoldo Marechal del Teatro Municipal 1° de Mayo (fecha a confirmar).
Desde el pasado
-¿Cómo surgió la idea de encarar una historia virreinal, de época?
-Siempre me gustaron las novelas históricas. Lo loco es que con el paso del tiempo uno se da cuenta lo que ha visto en la infancia repercute: cuando era niño mi familia veía a (Antonio) Gasalla, y para mí es uno de los artistas más predilectos; o Fernando Peña. Pero me acuerdo de la imagen de “Xica da Silva”, que en realidad es mucho más vieja que el remake que se hizo en los 90; un poco con el tabú de decir “no se ve porque hay cosas de grandes”.
-Sí, hablando con vos me doy cuenta que hay un poco de eso. Después hace un par de años tuve una idea de hacer algo así como eso, pero más tirándolo para el lado de la música africana; tuve la oportunidad de hablar con Lucía Molina, la presidenta de la Asociación Indo Afro Americana acá en Santa Fe: ella tiene descendencia directa de los esclavos. Me acuerdo que me recomendó un montón de libros donde podía indagar.
También mi fe que no está puesta tanto en la parte europea, de la Iglesia Católica (porque esa es la parte europea, no es tan fiel a lo que pasa allá en Israel), sino que está del otro lado del hemisferio, la parte africana y demás. Y todo eso se terminó conjugando en hacer una obra de teatro de época. Ya de por sí en la escuela secundaria me acuerdo que la parte que más me gustaba era la Revolución Francesa, toda esa época; que todo el mundo sabe lo que pasaba en Europa, pero acá también existió en esta parte de lo que era el virreinato.
Y después empezar a indagar, porque para hacer una obra de época, por más que uno quiera hacer una especie de “Bridgerton” (que es de época pero tiene un montón de cuestiones anacrónicas) tenés que sentarte a investigar.
-Incluso para cambiar tenés que saber cómo era.
-Claro. Pasó mucho en esos siglos en los cuales esto está aparentemente ambientado: la Revolución Industrial, la corriente literaria del Marqués de Sade, con la literatura erótica.
Por otro lado me llevó mucho tiempo poder escribir este guión: mucho tiempo de investigación. Hay una parte en la que yo me meto de lleno en la esclavitud; y hay un montón de encíclicas, de actas, de filósofos del siglo XV, XVI y XVII que tuve que leer para entender cómo era. Pero así y todo la obra tiene esa visión europea de la esclavitud. Fue muy loco porque la actriz que hace de Caparrós me dice: “¿Por qué lo mostraste como un simio?”. Y cuando leo, los comportamientos no son quizás simiescos, pero sí grotescos. Ahí me di cuenta de que la obra tiene una mirada europea.
Estoy muy orgulloso del resultado; quizás también eso la hace una obra compleja. Muchísimo más compleja que las anteriores, porque tengo un método de dirección en el que el guión es suelto: no me interesa que lo digas textual, pero hay palabras muy exactas, o arriba del escenario hay cosas tan exactas, que no es que le cortas la libertad al actor, pero le pones cercos: “Desde acá está bien, acá ya no porque te vas a otra cosa”.
Intriga familiar
-¿Por dónde va la historia?
-Caparrós es un negro esclavo que es comprado en el mercado y es llevado como regalo de cumpleaños de la matriarca de una familia de blancos, que son los Mansilla. Que son una familia muy acomodada dentro del virreinato (no digo qué virreinato: puede ser el del Río de la Plata o el del Perú): tiene negocios, tiene tierras. Y con la llegada de este negro se desnuda una realidad de esa familia; donde también aparecen los condimentos de esa época: el erotismo, una mirada teologal (porque era lo que más primaba en esa época), es una obra de denuncia también.
Se desnuda todo un entramado de poder: Doña Encarnación (que la interpreto yo) es una tirana, una matriarca con un hijo varón, pero sin embargo el dinero lo sigue administrando ella. Su hijo, Beato, está casado con Doña Ascensión; que es un personaje muy interesante. Tiene ideales totalmente atemporales, dice: “Al negro no lo podés tratar como a un animal, lo tenés que tratar como a un humano, porque tiene dignidad”; pero está presa en un sistema que la hace entrar en esa zona de confort de decir: “Te trato bien pero seguís siendo mi sirviente”. Tiene una puja de poder constante con Doña Encarnación.
Beato y Ascensión tienen una hija, Leticia, una adolescente; adolescencia son los 12, 13, pero la adolescencia de esa época, si se morían a los 40, imaginate; era una niña a los ojos de hoy. También tiene una denuncia ese personaje.
Y ahí ingresa Caparrós. Es una obra que es incómoda: eso ya es una marca registrada de mis obras, pero esta es un poco más incómoda.
Armar equipo
-¿Cómo se armó el elenco? Teniendo en cuenta además que interpretás a la matriarca, y el protagónico masculino lo hace una actriz.
-Primero lo que se tiene que generar es un código de trabajo. Esta obra tiene un montón de escenas explícitas muy interesantes; entonces tenés que trabajar con actores y actrices que se trepen a esa onda. Acá no hay una escena de desnudo; pero si un actor tuviera que hacer la escena del cuento de “el rey está desnudo”, tendría que desnudarse. Ese actor tiene que tener el profesionalismo suficiente para mostrarse desnudo, pero también saber que el director no es un pervertido.
Necesitás actores que entiendan que esto es arte, que el director es una persona que tiene una imagen estética, que la tiene que respetar; pero al mismo tiempo que esto es un trabajo. Creo que hay personas que hacen teatro para contarle a sus nietos que hicieron teatro. Ese actor no es funcional en un proyecto como este; porque son procesos largos: así como hay directores que ensayan un año, yo lo hago cuatro meses y después son cinco meses de funciones. Y estás encerrado en un gran hermano, donde tenés que convivir con un director que es estricto, con actores con sensibilidades, con egos.
El actor o la actriz que cree que esto es un hobbie se va. Tenés el relato y los hechos: cuando se presentan te dicen “soy puntual, hago esto”, y los hechos confirman si sos consecuente o si sos mentiroso. Y siempre el que se va enojado va a hablar, y perdés el dominio de eso. ¿Qué podés decir? ¿Qué te tengo “cagando”? Y sí. Uno no puede dejar feliz a todo el mundo.
Soy como un niño, que está acá pero quiere jugar en otro lado; la gran mentira que me doy todos los años es: “El año que viene voy a dirigir y nada más”. Mentira, porque termino actuando. Vi una obra de Pompeyo Audivert donde él hace de una matriarca, y pensé: “Si lo pudo hacer él, también lo puedo hacer yo” (risas). Y me animé. Es un personaje re complicado, porque a diferencia del transformismo (donde sabés que es un hombre haciendo de una mujer) acá (más allá de que se nota de que soy un hombre) el personaje es una mujer, con una psicología de mujer, con algo femenino. Y lograr eso es remil complicado arriba del escenario. Es inevitable que se den cuenta de que soy un varón, pero eso también se vuelca en las actrices que tienen que hacer de varones: desde poner la voz o moverse de una manera; y eso me quedó sin buscarlo. Conseguí una actriz a la que le dije “¿Te animás a hacer de Caparrós?”, “Sí”, y quedó. Después cuando uno sabe que eso accidentalmente queda busca que se note.
-Claro. Después el equipo técnico es gente que trabaja conmigo, es un staff armado. Lo importante es generar códigos de trabajo. Hace un montón trabajé con alguien a quien le mandé un WhatsApp a la una de la mañana porque me olvidé, algo, y me dijo: “Loco, no me mandes a la una”. La gente con la que estoy trabajando desde hace años me puede mandar un mensaje a la una de la mañana, se los puedo mandar yo.
Mi cabeza se complejiza cada vez más, soy un receptor activo: si veo una obra de teatro, o una obra de arte, o un concierto, algo que me deslumbra, lo tomo y cada vez complejizo más las cosas. Y necesitás gente que te lea.
-Decís que querés poder salir del escenario; a veces tu personaje no es el principal, pero los atraviesa a todos.
-Por un lado puede dar seguridad. Estoy pensando en reponer una obra con gente que es más del palo de la radio, y me pidieron: “Diriginos pero aparecé, estamos seguros cuando estás vos”. Les das la compañía de pilotearla si pasa algo en el escenario. Pero es un arma de doble filo: si se escucha un ruidito y alguna mirada hago.
Staff
Dirección general y dramaturgia: Brian Bolsón.
Asistencia de dirección: Melani Snyder.
Fotografía: Melani Snyder.
Luminotecnia: Federico Toledo.
Edición y diseño de gráficas: Kum Gorosito.
Prensa y difusión: Jorge “Zurdo” Mounier.
Social media: Eva Salvucci.