Desde mediados de 2025, la administración de Donald Trump ha intensificado su presencia naval en el sur del Caribe con una misión que, según EE. UU., apunta a combatir el narcotráfico.
Estados Unidos refuerza su presencia militar en aguas caribeñas mientras Donald Trump sugiere una posible apertura al diálogo con el presidente venezolano Nicolás Maduro, en medio de acusaciones mutuas de narcotráfico y amenazas de conflicto.

Desde mediados de 2025, la administración de Donald Trump ha intensificado su presencia naval en el sur del Caribe con una misión que, según EE. UU., apunta a combatir el narcotráfico.
Al mismo tiempo, el presidente estadounidense ha abierto la puerta a un diálogo directo con Nicolás Maduro, en un giro diplomático inesperado que eleva el nivel de incertidumbre en la región.
La flota estadounidense ha desplegado varios buques de guerra en las cercanías de la costa venezolana, incluyendo destructores guiados y un portaaviones de última generación.
Según el Pentágono, esta operación forma parte de una campaña contra los cárteles de drogas conocidos como “narco-terroristas”.
Además de los buques, la presencia incluye submarinos, aviones de vigilancia y miles de efectivos navales.
En respuesta, el gobierno venezolano, liderado por Nicolás Maduro, ha denunciado esta movilización como un acto hostil y una amenaza a su soberanía.
Maduro ha afirmado que Venezuela es “impenetrable” con respecto a una eventual intervención y ha prometido defender el territorio ante cualquier agresión.
Además, ordenó la movilización de 4,5 millones de miembros de la milicia bolivariana para reforzar la capacidad de defensa del país.
En medio de esta escalada militar, Trump sorprendió al sugerir la posibilidad de “tener algunas discusiones” con Maduro.
En una rueda de prensa, dijo: “Venezuela querría hablar … hablaré con cualquiera”.
Maduro respondió anunciando que está dispuesto a un encuentro “cara a cara” (“face-to-face”), descartando el uso de la fuerza como primera opción si se respetan los principios del derecho internacional.
No obstante, el presidente venezolano advirtió que, si su país es atacado, no dudará en tomar las armas y “declarar una república en armas”.
En sus palabras, considera que el despliegue estadounidense constituye “la mayor amenaza que ha enfrentado América en un siglo”.
Analistas coinciden en que la operación naval de EE. UU., bautizada internamente como Operation Southern Spear, podría tener un doble objetivo: por un lado, la erradicación del tráfico de drogas; por el otro, presionar al régimen de Maduro.
Desde la Casa Blanca se asegura que no se trata de un intento de cambio de régimen, aunque la acumulación de medios militares y la retórica creciente despiertan preocupación sobre posibles errores de cálculo que podrían escalar la tensión.
Para Venezuela, el mensaje es claro: la movilización militar es considerada una agresión inaceptable. El gobierno de Maduro ha reforzado sus defensas y ha convocado a sus ciudadanos a integrarse a la milicia.
Al mismo tiempo, ha vuelto a ofrecer una salida diplomática, aunque con condiciones firmes y máxima alerta.
En este momento, el episodio se desarrolla en dos frentes simultáneos: una presión militar real en aguas caribeñas y un llamado diplomático inusual entre dos líderes enfrentados. El desenlace dependerá de si el diálogo propuesto por Trump y aceptado por Maduro puede traducirse en medidas concretas o si, por el contrario, la escalada no dará paso atrás.




