Por Antonio Yapur

Por Antonio Yapur
En oportunidades, en este tiempo, he reservado mi opinión entre amigos árabes y judíos acerca del genocidio que se está materializando en Palestina. Son amigos y compañeros en ambas comunidades y lo he hecho con la intención de no molestarlos, pues con muchos de ellos me he criado y formado. El dolor que sentía por esa prudencia me horadaba emocionalmente, mientras el otro aspecto de mi ser, el lógico, el racional, decía insistentemente que era necesario opinar por un acto de respeto y honestidad hacia ellos.
Los hechos golpean permanentemente, día a día. Miles de palestinos mueren cada día, miles viven debajo de los escombros de la destrucción del agresor israelí como forma de sentirse más protegidos. Miles sufren el destierro en su propio territorio ancestral por los colonos israelíes. Casi todos pertenecen a una generación de palestinos agredidos desde hace más de setenta años.
No es una guerra y tampoco es un conflicto entre Israel y Palestina, tal como la OTAN, Estados Unidos y otros países occidentales lo hacen aparecer. El capitalismo de Occidente necesita llamarlo guerra o conflicto y que aparezca como tal para borrar la autoría de sus balas, bombas, torturas, encarcelamientos y además, de sus penetraciones simbólicas a través de los medios de comunicación, que hoy son las otras armas de los mismos intereses imperiales.
No es tal como se lo pretende mostrar, y sí en verdad es un conflicto de poder, que el capitalismo neoliberal occidental necesita para resolver sus crisis históricas y actuales. Ellos resuelven estas crisis construyendo bucles de violencia que los repiten secuencialmente y así dirimen sus cuotas de dominación y poder.
La Primera Guerra Mundial fue para resolver los intereses del colonialismo europeo (entre otros). La Segunda Guerra Mundial tuvo ese idéntico objetivo, pero más sangriento y específico, porque el nazismo consideró que en el reparto producido en la pos primera guerra, Alemania fue perjudicada. Culparon y responsabilizaron de ello a los comunistas, a los judíos, a los rusos y a otras etnias y pueblos.
El Holocausto no fue un accidente ni un daño colateral, como tampoco lo fueron los millones de muertos rusos y europeos; fue parte de una estrategia política que ellos hicieron del conflicto y así justificar sus millones de muertes. El verdadero conflicto era y es cómo se distribuyen las riquezas del desarrollo capitalista del mundo.
En la actualidad, todo indica que ese bucle violento nunca dejó de existir. La guerra y nuestras muertes son para justificar sus actuales y futuros repartos. Argentina, nuestro país, es uno de los puntos creados para sostener y justificar las presentes y futuras muertes que el capitalismo necesita para su evidente y permanente redistribución. Con algunas diferencias, se dieron cuenta de que es más efectivo crear varios "hitleritos" que destruyan simultáneamente varios pueblos. Esos son Javier Milei, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y otros "monstruitos".
O también sostener estilos sociales como el peruano, el ecuatoriano, el panameño, el argentino. El capitalismo occidental amplió territorialmente a la OTAN para sostener el asesinato en nuestro continente. En Oriente Medio, solo cambian los detalles, pero la historia y la estrategia son las mismas: ampliar la muerte para dominar. Muchas veces me pregunto: ¿Por qué Egipto, Arabia Saudita, Jordania y algunos otros países árabes parecen observar como si fueran neutrales el genocidio que se está produciendo en Palestina?
¿Por qué ellos aparentan indiferencia ante la muerte masiva? Por ahora encontré una respuesta y es que los gobiernos de estos países defienden los mismos intereses que defiende el sionismo en Israel. No se trata de árabes y judíos, y mucho menos de judíos o árabes. Sino que la violencia en diferentes formas, para ellos, es necesaria, porque así acomoda el capitalismo occidental sus intereses en cada región y en Medio Oriente también.
Los reyes saudíes y jordanos, la ultraderecha egipcia, siria y libanesa, los emiratos y califatos son aliados materiales, intelectuales y de hecho del sionismo. Son los capangas nativos alimentadores de la misma máquina que asesina en Palestina o en Yemen, y que en América condena a mapuches o a dirigentes populares por "subversivos", "terroristas" o "corruptos".
Si Israel como país teme correr riesgo de existencia, no es por el pueblo palestino, ni siquiera por Palestina; su existencia está regida por los intereses del capitalismo occidental que tarde o temprano, así como determinó su existencia y continuidad, podría sellar su desaparición. Mientras el gobierno sionista en Israel sea la punta de lanza del capitalismo y del neofascismo occidental, el pueblo de Israel corre riesgo.
Reconocer a Palestina como un Estado libre, democrático y soberano, es un componente principal de la seguridad del Estado de Israel. Mientras tanto, la muerte será una desesperanza proyectada. No se trata de judíos contra árabes, sino, simplemente, de intereses sobre el reparto del mundo. Por ello es que, desde mi punto de vista, el sionismo está produciendo un genocidio inigualable y evidente sobre el pueblo palestino. Asesinar, hacer desaparecer impunemente a un pueblo debe ser condenado y es un deber luchar para que se detenga.
Condenar al sionismo no es condenar al pueblo judío; al contrario, es hacer una necesaria diferenciación. El pueblo judío ha hecho aportes maravillosos a la lucha por la libertad, la liberación de los pueblos y la justicia en todo el mundo, y por ello Adolfo Hitler, Benito Mussolini y el emperador Hirohito pretendieron eliminarlos. El sionismo es el vehículo del fascismo para justificar el reparto capitalista del mundo. El sionismo es el agresor que no tiene nada que ver con el judaísmo. El mundo necesita de la paz porque ella es una herramienta de liberación, una paz que no debe ser artera ni impuesta, sino acordada por los pueblos y no por los asesinos.
"Si Israel como país teme correr riesgo de existencia, no es por el pueblo palestino, ni siquiera por Palestina; su existencia está regida por los intereses del capitalismo occidental que tarde o temprano, así como determinó su existencia y continuidad, podría sellar su desaparición (...)".




