“Escribí ‘No habrá más penas ni olvido’ acá, en 1974, aunque muchos creen que fue durante el exilio. Era un momento difícil de mi vida. Mi viejo se estaba muriendo. Yo estaba muy sensibilizado por ese disparate que ocurría en el país y que nos desbordaba en todos los aspectos: ¿Qué era eso de que Perón bautizara como peronistas a quienes no lo eran y echara peronistas que sí lo eran? Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro. Y decidí trabajarlo en un pequeño pueblito como Colonia Vela”, aseguró el escritor Osvaldo Soriano respecto a la novela de su autoría que se publicó en 1978, obviamente fuera de Argentina, donde recién pudo ser impresa tras la restauración de la democracia.
Lo cierto es que su libro todavía se sostiene como una de las reflexiones más lúcidas que existen sobre la realidad política argentina de mediados de los ‘70, que generó el caldo de cultivo para el golpe militar de 1976. La acción de “No habrá más penas ni olvido” se ubica en un pueblo pequeño del interior de la provincia de Buenos Aires durante el último gobierno de Juan Domingo Perón. Para ese entonces, el movimiento conducido por el veterano líder recién vuelto del exilio, se encontraba fracturado en dos partes. A grandes rasgos, la izquierda (que veía en Perón un líder revolucionario) y la derecha, que defendía las bases sobre las cuales se había gestado el peronismo tres décadas antes. Una división cuyas esquirlas todavía lastiman a la política actual.
Foto: Aries Cinematográfica ArgentinaEn 1983, el director Héctor Olivera (que en 1974 había rodado “La Patagonia rebelde”, tomó como fuente la novela de Soriano y la convirtió en una película que, con el tiempo, se volvió una de las mejores de la producción argentina de los primeros años de la vuelta a la democracia. La película, muy fiel al libro, describe las luchas internas en Colonia Vela, un pueblo creado por Soriano, entre los peronistas de izquierda y de derecha. Una de las facciones está encabezada por el intendente, y otra representada por el delegado municipal. Poco a poco, las cosas se van complicando y un pueblo casi idílico (en el cual todos se conocen) se transforma en un infierno.
Foto: Aries Cinematográfica ArgentinaAdemás de recibir elogios por su ritmo enérgico, se valoró el nivel de las actuaciones. Es que, en verdad, Olivera contó un con reparto integrado por intérpretes como Federico Luppi, Víctor Laplace, Héctor Bidonde, Rodolfo Ranni, Miguel Ángel Solá, Julio De Grazia, Lautaro Murúa, Graciela Dufau, Ulises Dumont (a quien le toca una de las escenas más logradas para el humor negro del filme, aquella en la que arroja bosta desde un avión fumigador) y Arturo Maly.
Lo más interesante de este film (que se podrá ver en el Cine América de Santa Fe hoy a las 22.30, en el marco del Ciclo Desvelado) es que logra reproducir con fidelidad el tono de la novela. Que arranca casi como una comedia de enredos, en la medida en que nadie comprende muy bien lo que pasa, al punto que se suceden escenas que se acercan al absurdo y que contienen también trazos de humor negro. Inclusive, uno de los personajes, al que acusan de “bolche”, llega a decir en su defensa: “Pero si yo siempre fui peronista, nunca me metí en política”. Para convertirse después en tragedia, cuando la muerte se adueña del pueblo y debe intervenir el Ejército.
Foto: Aries Cinematográfica ArgentinaRevisar esta notable película de Olivera (o leer la novela original que la inspiró) parece un ejercicio necesario, para echar nueva luz a la realidad política actual. La actual decadencia que atravesamos como sociedad -parecen decirnos al unísono Soriano y Olivera- no es nueva.