San Telmo, barrio emblemático de Buenos Aires si los hay, conocido y visitado por propios y extraños por su arquitectura antigua y sus calles empedradas, pero también por su vibrante vida nocturna. Por esas callecitas que tienen ese encanto tan particular. Noche cálida y húmeda, el aire está impregnado de energía y la gente ávida de diversión, los bandoneones roncan, los violines lloran y la noche se llena de tango. Sí, del tango que no solo te espera… sino que también te seduce y te llama.
Waldemar Mussopappa, el doctor Mussopappa, el que de lunes a viernes, con rigor y profesionalismo se desempeña como médico neurólogo, gozando de fama y prestigio (y a la vez dicta sus clases de Cardiología en la Facultad de Medicina de La Plata), los sábados se despoja de su guardapolvo de médico, abandona el estetoscopio y enfila para la milonga, no sin antes vestirse adecuadamente y con corte de categoría. Lo hace con un impecable traje cruzado azul noche, camisa de seda, corbata, escarpines de delicada cabritilla reluciente y el toque de distinción: unos toques de La Vieja Lavanda Fulton. Imposible no adivinar la presencia de Mussopappa.
Un capo don Waldemar. Estéticamente no era un dotado de virtudes, petiso y regordete, pero muy amable y cordial con la gente, en el baile no había con que darle, despertaba admiración y envidia. No había dama que dejase escapar la posibilidad y sentir el placer de tirar una tanda con él, es más, rompía todas las reglas, ya que eran ellas, quienes lo invitaban a bailar. Una famosa bailarina japonesa, de visita por Argentina, recaló una noche en la milonga a la que iba don Waldemar. Intersada por conocer la noche tanguera de Buenos Aires debido al auge que el tango argentino estaba desarrollando en toda Europa y otros lugares, pero fundamentalmente en Japón, vio que en ese ambiente coqueto, abrazador y cálido estaba la persona del que todos hablaban: "El Peti Mussopappa".
La visitante lo quiso conocer. Le dijo que "quería bailar tango, que no sabía y que si él le podía brindar algunas clases ya que no tenía problemas en prolongar el retorno a su país". Amablemente Waldemar , a través de un traductor, le hizo notar que no daba clases, que no era profesor y que por sobre todo era médico y que solo concurría a la milonga para alternar la cotidianidad de su trabajo con la profunda preferencia por el tango y el placer de bailarlo. Siempre con la asistencia del traductor, la japonesa sugirió deleitarse bailando el tango "Danzarín". Don Waldemar, con la galantería que lo distinguía, accedió, la tomó de la mano, la llevo a la pista haciéndole sentir, de manera delicada y fina, su abrazo en la espalda de la japonesa que no podía contener su inmensa alegría, el placer y la paz.
Obviamente el idioma era una barrera entre ambos y nuevamente el traductor trasmitió al doctor Mussopappa que la niña preguntaba "qué debía hacer para acompañarlo ". Su respuesta fue contundente y aportó tranquilidad a la bailarina: "Solo tiene que oír la música y dejarse llevar. Prestar atención de mi mano en su espalda que le marcará el camino, sentirá la tenue presión de mis dedos que le ordenarán girar.. caminar… cortar… quebrar el talle… detenerse.. y soñar... Sueñe, enamórese del tango". La emoción la superó, se sintió plena. Su agradecimiento fue infinito…. la japonesa se fue llena de tango. ¡Que clase magistral!
Siempre hay que escuchar a los que saben para lograr a desarrollar un buen discurso bailable, es necesario y oportuno escuchar los consejos orientativos y así lograr un perfil definido que no es otra cosa que su propio crecimiento. Ese pasaje musical que dura escasamente tres minutos, y que algunos lo sintetizan como un sentimiento triste que hasta se puede bailar, si lo hace, hagalo bien, sin apartarse de los estilos musicales, teniendo en cuenta siempre que lo que se baila es la melodía, no el tango. Hay pasajes musicales calmos, como los de Carlos Di Sarli, Osvaldo Fresedo o Alfredo De Angelis; otros rítmicos, como los de Ricardo Tanturi, Juan D´Arienzo, o los suspendidos de Horacio Salgan, Aníbal "Pichuco" Troilo y Osvaldo Pugliese.
Para todos ellos la práctica es fundamental, igual que escuchar la música para respetar silencios y pausas: "(...) El tango es una danza que se disfruta. Asegúrate de divertirte y de disfrutar del proceso de aprendizaje y de la conexión con tu pareja y con la música". Eso dicen los verdaderos maestros de tango que han dejado y están dejando verdaderos y profundos mensajes para quienes están o se inician en el arte de bailar el 2 x 4, recalcándoles que no se sientan atraídos por los bailarines de escenario, que los hay muchos y buenos, sino que mamen el tango "real ", el de siempre, el tradicional, aquel que se aprende respetando al maestro o maestra de tango por su amplio recorrido y sapiencia.
No soy de gastar parquets, ni suelas de mis zapatos pero mucho recorrí antes de aprender a bailar el tango, por eso, los años y la sabiduría me dan licencia para opinar: "Es frecuente tropezar con improvisados que toman un par de clase y abren su propia academia incentivados por su ego que distorsiona su propia realidad". Son "profes" con el papel en la mano, o el video de la tele, pero… nada propio, no existe la creación. Por suerte no lo son todos y por los que guardo un gran respeto.
Bien vale el recuerdo de un adelantado del tango, de los tantos que hubo. Este se llamó Carlos Eduardo Gavito (1942-2005), aquel que alguna vez dijo: "Yo no hago pasos, yo bailo sentimiento, me muevo libre como un pájaro, no me ato a una memoria porque entonces sería una computadora. Enfócate en la conexión y en la improvisación con tu pareja, sin dejar de lado que la coordinación y la confianza son necesarias; no busques impresionar con movimientos acrobáticos cuando no tienes técnica ni control".
Otra genialidad de Gavito y su acertada observación: "Bailan bien, tienen mucha técnica, ganchos para acá, ganchos para allá, 'sandwichito' con arrastre y ganchos…. peligro en el área… Cuando más los aplauden, la furia es tremendamente proporcional a la situación creada y cuando viene un solo de violín… él la abraza y la besa apasionadamente… Eso es falso, no podés venir del ring del Luna Park para terminar en los brazos de Morfeo".
Hasta la próxima.
Un tal Gavito (*)
Al preguntarle por qué existe tanta divergencia entre los bailarines, don Carlos Gavito contestó: "Porque todos quieren ser primeros, ninguno se conforma con ser segundo, tercero o cuarto. Las cosas tienen que venir como se merecen, si no estás falsamente ocupando un puesto que no te corresponde. Cuando me ponen como el Número 1, me da vergüenza porque yo no compito, ni soy competidor de nadie. Soy simplemente Gavito y nada más. (...) Ahora ya no estoy enseñando pasos, estoy enseñando a no chocar en la milonga. Hacé lo que quieras, pero no choques por favor. Es desagradable ir a bailar cuando está lleno de autitos chocadores. Y esto va a empeorar si los maestros no nos ponemos críticos y solo enseñemos pasos y figuras que se pueden hacer en la milonga".
(*) Fragmento de la entrevista "Un tal Gavito", realizada por Silvia Rojas en 2004.