Por Graciela Ribles
Por Graciela Ribles
Esta criatura fantástica entiende que es necesario renovarse cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría, y para ello, sigue un proceso muy meticuloso. Recorre el mundo en busca de los elementos más bellos: ramas de canela y de roble, nardos y mirra, con ellos construye un nido resistente. Después, en su nido, entona una de las melodías más bellas, para, seguidamente, dejar que las llamas lo consuman por completo. Tres días más tarde, el ave fénix renace lleno de fuerza y poder.
En nuestra voluntad está elevarnos, cobrar vida a partir de las cenizas, o por el contrario, limitarnos a vegetar y derrumbarnos. Cuando atravesamos un momento traumático, todos "morimos un poco", todos dejamos ir una parte de nosotros.
Es el ser humano el que tiene la capacidad inigualable de renovarse, mucho más fuerte, valiente y luminoso.
La reflexión es: con qué materiales construiremos nuestro nido, es imprescindible combinar debilidad y fortaleza, buscar esos elementos que lo hagan resistente, sabiendo que habrá un final en donde una parte de nosotros se irá también.
Apago el televisor. La habitación está en penumbra, la luz de la calle aporta algo de claridad. En el edificio de enfrente, los departamentos tienen las luces encendidas, los balcones adornados con guirnaldas. El árbol de Navidad en cada casa destella colores. Es 31 de diciembre, no puedo interferir en festejos ajenos. No comparto el espíritu navideño, ni la algarabía por la llegada de un nuevo año.
Antes era diferente, recuerdo las compras para la cena, los regalos, la mesa familiar. Organizar quién hace el vitel toné, la tía Claudia y su infaltable pollo relleno, los hombres en la parrilla cocinando el chivito, la mejor mayonesa de aves hecha por la abuela y el clericó con sidra. Los vecinos en la calle, bailando hasta el amanecer, felices recibiendo el año nuevo.
Con el paso del tiempo, las pérdidas llegan, abuelos, padres, esposo, el resto emigró. El dolor hace que una máscara seca aprisione el corazón, la indiferencia gana espacio es un escudo que protege frente a la pena. Viene a mi mente la novela "Metamorfosis" de Kafka, el tema principal es la deshumanización del individuo que termina convirtiéndose en insecto. La vida a golpes, se encargó de convertirme en un cascarón, con arrugas profundas y largas como cicatrices.
Es medianoche los fuegos artificiales encienden el cielo. A través de la cortina, veo como las copas se levantan, abrazos que eternizan el momento. Suena el teléfono, es un mensaje. El contenido golpea tan fuerte que noquea mi sentido. Tambaleante llego al sillón, desearía tener el poder de cambiar esta realidad que aterra. El sufrimiento ha confeccionado su mejor vestido y lo dejó de regalo en mi puerta.
Siento el aire encapsulado en la garganta, necesito salir.
Corro por la avenida, otra vez Kafka. ¿Soy un ave?, vuelo por el aire y caigo sobre el asfalto.
- Apareció de repente. Dice el tachero.
- La conozco, es la loca del 4to A. Afirma la colorada del edificio, con una copa en la mano.
- Cuando el hijo se fue a España, le destrozó el corazón.
Un patrullero se estaciona para ordenar el tránsito. El sonido de la ambulancia punza la noche.
"Tanto alboroto, por un golpe". Pienso.
Camino entre ellos, cómo se atreven a criticar, los conozco, se nutren de la desgracia ajena. En la calle, un cuerpo inmóvil; muestra el panorama completo "Estoy muerta". El cascarón está quebrado, ya no duele el alma. A unos metros Pablo (mi hijo) espera.
- Vamos viejita. Dice, tomando mi mano.
Una lluvia de rezagados fuegos artificiales estalla en el cielo, nuestras almas se amalgaman hasta perderse en el firmamento.