El Día Mundial contra el Trabajo Infantil se conmemoró por primera vez en el año 2002, y fue propuesto por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con el firme objetivo de lograr la reflexión de toda la comunidad acerca de este serio problema para millones de niños, niñas y adolescentes en el mundo. En nuestro país, el Congreso nacional sancionó la ley N° 26.064 que adhirió a la iniciativa de OIT
En forma compartida, se entiende por trabajo infantil a las “estrategias de supervivencia o actividades productivas de comercialización o prestación de servicios, remuneradas o no, realizadas por niñas y niños, por debajo de la edad mínima de admisión al empleo y/o trabajo establecida en nuestro país, que atenten contra su integridad física, mental, espiritual o social y que interrumpan o disminuyan sus posibilidades de desarrollo y ejercicio integral de sus derechos”.
En nuestro país, conforme a la legislación vigente se establece los 15 años como edad mínima de admisión al empleo, elevándose a los 16 años a partir del 25 de mayo del 2010.
Vulneración de derechos
Las comisiones provinciales para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti) de la Región Centro sostienen que el trabajo infantil “implica siempre una vulneración de derechos de los niños, niñas y adolescentes” y en este sentido se afirma que “derechos de infancia y trabajo infantil son excluyentes”.
En el contexto actual, el trabajo infantil es una expresión resultante de los procesos de empobrecimiento y exclusión social, del crecimiento de la desocupación adulta, de retracción y déficit en las obligaciones del estado; y de un conjunto de creencias, valores, usos y costumbres arraigadas en la cultura de las familias y en la sociedad que tienden a la naturalización de la problemática.
Además, quel obstaculiza el proceso educativo y compite con la escolarización. Los niños trabajadores tienen mayores inasistencias a la escuela, menor rendimiento escolar y mayores probabilidades de deserción. Se estima que los niños/adolescentes que trabajan tienen una pérdida en promedio de dos años de escolaridad a largo plazo, lo cual redundará en un 20% menos de salario durante la vida adulta. Esto significa una calidad inferior del capital humano y se ha comprobado que tiene consecuencias negativas sobre el PBI de los países.
Los niños/adolescentes que trabajan atraviesan un proceso acelerado de maduración e ingreso a la vida adulta. A su vez están expuestos a exigencias físicas y condiciones ambientales que pueden dañar la salud psico-física y producir incapacidades (enfermedades crónicas, agotamiento físico, infecciones a causa de químicos, dolores en las articulaciones, entre otras).




























