La editorial Legüera Cartonera presentará su edición artesanal del libro “El camino de Kiwi. El barro y las palabras”, compilado del poeta y alfarero santafesino Héctor Rolando “Kiwi” Rodríguez. Para conocer más sobre esta propuesta, El Litoral conversó con Micaela Piccini, referente de la editorial, y con Estanislao Rodríguez Hortt, sobrino y protector de la obra del artista.
El sábado 1 de octubre desde las 16, en la Asociación Vecinal Guadalupe Noreste (Regimiento 12 de Infantería e Italia, Santa Fe), se presentará el libro “El camino de Kiwi. El barro y las palabras”, en el marco de la muestra itinerante dedicada a Héctor Rolando “Kiwi” Rodríguez. Se trata de un compilado del poeta y alfarero santafesino, realizada por la editorial Legüera Cartonera: los libros son de cartón, pintados y cosidos de manera artesanal. Los ejemplares ya pueden encargarse en @editorial.cartonera.
Reencuentro
El Litoral conversó con Micaela Piccini, parte de esta iniciativa editorial, para conocer más sobre la propuesta.
-¿Cómo salió este proyecto?
-Nosotras como editorial Legüera Cartonera el año pasado participamos en de una serie de actividades por los 80 años de Kiwi, convocadas por la Muni en la Estación Belgrano; hicimos un taller y después lo replicamos en La Tranquerita de Alto Verde.
Tengo libros de él que eran de mi mamá; todas las de la editorial de algún modo u otro tenemos algo de Kiwi. Es un poeta cercano para nosotras antes de ser editorial; Kiwi es más conocido de lo que se cree por ahí: es un ser que ha estado siempre acá en el camino, viniendo al título del libro.
-Quizás también está más identificado con el alfarero que con el poeta.
-Capaz que es lo que más se visualizó, porque también creo (no es fehaciente lo que estoy diciendo), que salvo Iván Rosado (una editorial que tuvo otro camino) acá lo editaron editoriales muy independientes y ediciones caseras. Las dos ediciones que tengo yo son de ediciones muy caseras de la revista El Soplo y el Viento, o de Aguirre Molina, que hacía unas ediciones hermosísimas. Todas ediciones muy independientes y caseras, que en ese momento se compraban en las ferias; no sé si estaban a las librerías.
Y aparte por la forma de escritura de Kiwi (no en las formas literarias, sino en su práctica de escritura): escribía en papelitos de cigarrillo, hay muchísimas cosas sueltas y anárquicas. Escribía como se le cantaba, no es que escribía para editar; después le agarraban las cosas se las editaban (risas).
-¿Cómo fue la selección que a la que llegaron ustedes, y el proceso de este libro artesanal?
-Bueno, nosotros estamos en contacto con Estanislao Rodríguez Hortt, el Tano, su sobrino, que un poco el cuidador y el divulgador de toda la obra de kiwi. Él tiene un museo itinerante, y fue el que nos proporcionó el material: algunos son inéditos, otros hemos ido a esas ediciones primeras, buscando que no sean las más difundidas de él. Fue una selección en conjunto: hemos copiado desde papelitos que nos que nos ha mandado fotos él, y los hemos transcripto, tratando de entender la letra. Nos pasaba que por ahí no entendíamos: “Tano, qué dice acá, por favor, vos que tenés el papelito”. Por foto de WhatsApp, imaginate: una letra en papel de cigarrillo escrita hace más de 20, 30 años: era casi un jeroglífico.
-¿Cómo salió la idea de correr la presentación del un circuito más obvio de presentación de libros?
-Nuestra idea es hacerla ahí porque era el camino de Kiwi: él iba todos los todos los días a la Basílica a rezar, de hecho su cenizas están ahí; agarraba esa cuadra. que es Javier de la Rosa, después 12 de Infantería, porque su familia vivía ahí, tu familia, era oriundo de Guadalupe. Todos los días se iba para la playa; ese camino lo vamos a hacer en la presentación: vamos a partir de la vecinal, vamos a ir por la playa, leyendo sus poesías. Él seguía hasta el Monte Zapatero caminando; nosotros vamos a hacer un par de cuadras simbólicas.
Su casa era donde fue (la discoteca) Saint Thomas (la Rambla, que era un bar mítico, también era de su familia). La casa está toda derrumbada, pero todavía está, y se ve el ojo de buey, que era la pieza de Kiwi. Hay un poema sobre ese ojo de buey, y en el libro tenemos una foto de eso, porque es un libro con fotografías y poesía.
Kiwi junto a su sobrino, quien lo escucha fascinado; una veneración que continúa. Foto: Gentileza Estanislao Rodríguez Hortt
Preservar la obra
En aras de profundizar en el personaje recuperado, este medio también dialogó con Rodríguez Hortt, quien destacó que en la presentación “quien lo haya conocido y quiera contar una anécdota o algo no tiene más que levantar la mano, y vamos a hacer que pueda participar con total libertad”.
-¿Cómo recibiste la invitación de parte de Legüera y cómo fue tu participación?
-Fue una alegría bárbara. La idea nace a raíz de la primera presentación que hicimos en la Belgrano de la muestra de mi tío. Las chicas habían entrado en el marco que Municipalidad había dispuesto de talleres, que se hacían en aquel momento en la muestra, que fue post pandemia; y en un momento dado Micaela Piccini me ofrece el tema de sacar un libro o algún material recopilatorio. Llevó todo son prácticamente todo el año, fuimos recabando materiales; intercambiando a través de reuniones cómo iba a ser el libro, cómo lo queríamos hacer.
Ellas me contaron que era todo autogestivo, lo cual a mí me gustó mucho más por el modo de trabajo de la Cooperativa Legüera. Nos fuimos reuniendo en la medida de mis posibilidades personalmente en una serie en una serie de momentos, y después nos manejamos todo a través de redes: hoy por hoy todo se hace a través de WhatsApp y demás.
Desde la partida de mi tío, un poco antes, tengo parte de sus objetos personales, y desde chico, desde siempre, fui juntando los poemas que él iba sacando, cerámicas que teníamos en la familia y que por ahí me las iban regalando a mí (por la cuestión del sentimiento y de la relación que yo tuve toda la vida con mi tío).
Todo ese patrimonio lo fui juntando, y mi idea fue siempre hacer un museo itinerante para preservar su obra: que continúe recorriendo el camino por más que él ya no está físicamente entre nosotros. Que se mantenga viva, porque siempre supe que en Alto Verde se lo tenía como un referente social y del barrio; y era mantener viva su memoria y que la generaciones venideras (una cosa en la que él siempre estuvo interesado) tuvieran conocimiento de la obra; no tanto de él, pero si de su obra. Siempre decía eso: que lo que le interesaba era que la obra transcienda; que el artista era meramente el hacedor, pero que una vez que terminaba una pieza, y esa pieza pasaba a ser de otro, ya era de la persona.
La idea fue esa siempre mantener viva su memoria a través de este museo y de sumar todo tipo de propuestas. También surgió una película que hizo la gente de la escuela Mantovani hace unos años, y la sumé al museo personal. Es una película medio inédita, si bien ya fue publicada; es un trabajo de Sebastián Gramaglia, Vero Molinas, Yamila Werner, Alicia Acosta y Tere Cherry.
Siempre que salen propuestas de este estilo me gusta llevarlas adelante, así que estamos muy contentos de sacar un libro que se va a dividir en dos: va a haber un primer libro ahora y más adelante. (esto lo cuento como sorpresa, porque lo estamos craneando de a poco) va a haber una segunda edición.
-Tendrás muchas cosas inéditas.
-Sí, tengo muchas cosas que Kiwi nunca quiso publicar, porque no le gustaba cómo habían quedado, o había escrito simplemente dos o tres líneas. Hay podemos de mi tío que son muy gracioso: escribió en dos líneas y puntos suspensivos; y después continuó en otro poema lo que le estaba escribiendo en el anterior. Entonces fui recopilando un poco todo eso, tratando de salvar lo más que se pudo; porque hay cosas que también las agarró la inundación.
Hay otras que son una curiosidad: hay toda una serie de poemas que mi tío, porque le insistían en editarlos y él no tenía ganas, los agarró y los bañó con aceite de lino y otros componentes con lo cual está muy legibles, pero los tocás y tienen un olor horrendo. Cosas que le pasaban a él por su cabeza: para que no se editen nunca les hacía eso, los escondía en bolsas y demás Cuando él falleció, como se vendió la casa donde vivía, acomodando cosas los encontré; hoy son dentro del museo de las piezas que más me gusta preservar y tener, y mostrarlas: que vean la luz, pero no van a estar en ningún libro.
Tengo también todo un patrimonio de fotos suyas y de mucha gente que por ahí es muy conocida en la cultura de Santa Fe de la década del 70, del 60, que ya no están. Los amigos que hoy están me dicen: “Estas fotos son un testimonio, un documento, porque marcan toda una época de la ciudad”.
Del desecho a la cultura
Cuenta Piccini sobre la génesis de la editorial: “Legüera Cartonera nació en el 19; como bien dice el nombre es una editorial que hace libros con tapas de cartón. Se llama de esta manera pensando en este instrumento característico nuestro, que es el bombo legüero. Y como somos todas mujeres las que estamos y estuvimos en la editorial pensamos en esto de voces que se escuchen a lo lejos. Tenemos el libro de los jóvenes qom; el libro de las mujeres afro; reeditamos un libro hecho en la cárcel de mujeres. Y queremos editar poesía nuestra: podríamos publicar Cervantes si queremos y nadie nos va a agarrar por derecho autor, y así replica; agarrar todos los autores que ya murieron hace 70 años y publicarlos. Pero no nos interesa publicar nada de eso, nos interpela editar a Kiwi (que ya fue editado y tiene su trayectoria) o personas que editan por primera vez: en dos o tres oportunidades nos ha pasado eso, y está buenísimo esto de ser la puerta de entrada al mundo”.
Y agrega: “Trabajamos colectivamente en esto de convertir un objeto de desecho como es el cartón en un objeto de la cultura. Elegimos hacer una editorial cartonera, porque podríamos hacer otra cosa si quisiéramos; pero es una apuesta política. Y pensar en esta idea de que todo el mundo puede hacerse un libro si quiere: esto de lo artesanal te da la idea de que quien tenga gana puede ser dueño de su palabra y autoeditarse. (La editorial) Barba de Abejas siempre lo dice: la autoedición es un poco ser soberano de la propia palabra. A las editoriales no hay que mirarlas bucólicamente, sino que hay un monopolio tremendo en estas áreas, como sucede en los medios de comunicación y en un montón de lados”.