Con la Celebración de la Santa Misa del 24 de diciembre próximo, a partir de las 20, la comunidad de la Parroquia Nuestra Señora de Luján, ubicada en la Curva Maurig de la ciudad de Santo Tomé, dará inicio oficialmente al Camino Jubilar rumbo a sus cincuenta años de vida parroquial, un acontecimiento que culminará el 24 de diciembre de 2026.
El Jubileo propone diversas actividades pastorales, solidarias, culturales e históricas que permitirán recorrer la memoria viva de la comunidad, reconocer la tarea de los primeros colaboradores, celebrar los dones del presente y proyectar, con esperanza, el futuro de la vida parroquial bajo la mirada maternal de la Virgen de Luján.
Con el lema que acompañará todo este tiempo, "Bajo la tierna mirada de María… memoria que abraza, esperanza que nos envía", la parroquia se dispone a vivir un tiempo de gracia, encuentro y renovación.
Historia, identidad y espiritualidad
El logo del Jubileo integra de manera armoniosa los signos que expresan la historia, la identidad y la espiritualidad de nuestra comunidad. Está enmarcado por un círculo celeste y blanco, colores que evocan el manto de la Virgen de Luján y los colores de nuestra Patria.
Nuevo templo, que se construye al lado del primero. A su piedra fundamental la colocaron hace veinte años, el 8 de diciembre de 2005 para ser precisos, el obispo José María Arancedo y el padre Cristian Lascurain.
Aparece la campana del primer templo, símbolo de los inicios parroquiales y del llamado de Dios que, desde hace cinco décadas, convoca a la comunidad a la fe y al encuentro.
Se incorporan también las barras del frente que protegen los vidrios de la primera capilla, que recuerdan aquel espacio sencillo que supo ser refugio y hogar espiritual de la naciente comunidad. La flor, presente en vitraux en las aberturas del nuevo templo; cada pétalo representa a los distintos grupos y familias, que hicieron florecer esta comunidad, diversa, pero unida en un mismo espíritu.
A su vez, el número 50 celebra el medio siglo de camino compartido, acompañado por la imagen de la Virgen de Luján, que mira con ternura ese número, como una Madre que contempla, agradecida, la historia construida por sus hijos.
Todo el conjunto expresa un mensaje de gratitud por el pasado, compromiso con el presente y esperanza para el futuro, bajo el amparo de María. En la vida de la Iglesia, un Jubileo es un tiempo de gracia especial en el que Dios invita a su pueblo a renovar la fe, sanar el corazón y vivir profundamente la misericordia.
Nuevo templo, que se construye al lado del primero. A su piedra fundamental la colocaron hace veinte años, el 8 de diciembre de 2005 para ser precisos, el obispo José María Arancedo y el padre Cristian Lascurain.
Su origen se encuentra en la Sagrada Escritura: en el libro del Levítico, el año jubilar era un tiempo santo en el que se proclamaba la libertad, se perdonaban las deudas, se dejaba descansar la tierra y cada uno volvía a su hogar (cf. Lev 25, 8-17).
El Jubileo expresaba que la vida y los bienes pertenecen a Dios, y que Él quiere restablecer la justicia, la fraternidad y la paz. Jesús retoma este espíritu cuando, en la sinagoga de Nazaret, proclama:
"El Espíritu del Señor está sobre mí… Él me envió a anunciar la liberación a los cautivos… y a proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4,18-19).
En Él, el Jubileo se convierte en una realidad permanente: Cristo es el que libera, restaura y renueva.
¿Qué es un año jubilar parroquial?
Un año jubilar parroquial es un tiempo especial de gracia, celebración y renovación que una parroquia vive para conmemorar un aniversario significativo de su historia, generalmente 25, 50, 75 o 100 años de su creación.
Aunque cada diócesis puede darle su propio estilo, en la Iglesia el concepto de "jubileo" tiene raíces bíblicas y espirituales muy profundas. Un año jubilar parroquial es un periodo festivo en el que la comunidad se detiene para:
1) Dar gracias a Dios por la historia vivida.
Se reconoce el camino recorrido: los primeros fieles, los sacerdotes que acompañaron la misión, los logros pastorales, las obras realizadas y los dones recibidos.
2) Renovar la fe y la vida comunitaria.
Es una oportunidad para impulsar la unidad, fortalecer la pastoral, animar a la participación, sanar heridas del pasado y renovar el compromiso con la misión evangelizadora.
3) Vivir un tiempo de gracia espiritual.
Suele incluir celebraciones especiales, momentos de adoración, peregrinaciones, indulgencias (si la diócesis las autoriza), misiones, signos jubilares o gestos concretos de reconciliación.
4) Celebrar la identidad y proyectar el futuro.
No se trata solo de mirar hacia atrás, sino de discernir hacia dónde quiere Dios que la comunidad camine en los próximos años, impulsando nuevas iniciativas y sueños pastorales.