El poema "Congo: un estudio de la raza negra" (1914), del poeta estadounidense Vachel Lindsay (1879-1931), está dividido en tres partes y constituye una desconcertante sinfonía de ritmos africanos, vocablos intraducibles y onomatopeyas. Su magnum opus, buscaba despertar la conciencia de un alma nacional de indudable raíz jeffersoniana. Suerte de nexo entre Walt Whitman y Robert Frost, Lindsay intentó revivir el sueño americano que pocos veían. Divulgaba con la voz y los gestos su mensaje de libertad, comunicando íntimamente la sustancia simple y extraña de sus poemas-oraciones.
La integración étnica y el progreso son medulares a su programa entusiasta. Poesía que mitologizaba a Estados Unidos como la Tierra Prometida. Asociado con el Renacimiento de Chicago, Lindsay recorrió su país a pie, imprimiendo sus poemas a cambio de comida. Así fue como desarrolló -siempre desde su testimonio experiencial-, una mística producto de sus mezclas de ritmos hipnóticos. De los spirituals, los labor songs, del blues y del folclore negro, surge la fuerza oculta de sus mejores versos vanguardistas.
Su obra, como la de Whitman, se sustenta en el versículo, influyendo en poetas posteriores (Allen Ginsberg, a la cabeza) por su tono cercano al salmo, al cántico y a esa respiración oral tan particular. "Y 'SANGRE' aullaron los pitos y pífanos/ de los guerreros/ 'SANGRE' gritaron los flacos hechiceros/ con cara de calavera,/ 'Girad vosotros al mortal matraqueo del vudú, / Asolad las altas tierras, / Robad todo lo ganado, // Matraca-raca, raca-matraca,/ Bing./ Bombeley, bomley, bomley, BUM' (...)"
"Congo" fue escrito para ser recitado (coreado o cantado). Incluso figuran indicaciones para la instrumentación complementaria -banjos, tambor, etc.- y hasta el tono de su canto. Constituye una lírica vigorosa y fuerte, basada en el poder lisérgico de las imágenes. Conrad Aiken, y Marianne Moore, fueron algunos de sus detractores quienes desconfiaban de dichos manierismos. Hoy, a más de un siglo de su publicación, Congo se lee como partitura fónica, una pintura de sonidos reveladores, acaso el espejismo de un país que no fue. Lindsay se suicidó a los 52 años. Murió pobre, casi olvidado. El prólogo y la traducción corresponden a Horacio J. Becco.
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"Congo", de Vachel Lindsay. Ediciones Kalos, Buenos Aires, Argentina. Año 2019 (24 páginas).