16 mil historias clínicas dan cuenta de su trabajo y el de sus colegas de la clínica. Para el profesional, “uno tiene siempre que alentar la posibilidad de un regocijo espiritual por parte de los pacientes, pertenezcan a la iglesia o creencia que sea. Hay que ser tolerante y promover que la persona crea. La gente se siente, por lo general, muy reconfortada con un alimento espiritual”.
Esto, desde el punto de vista humano. Desde la óptica estrictamente técnica, Romero Acuña es contundente: “De todos los casos que hemos tratado a lo largo del tiempo, no conocemos ninguno que haya evidenciado alguna mejoría a partir de un tratamiento médico no reconocido. No se altera, en absoluto, el proceso de evolución de la enfermedad”.
“No sé ninguna forma de tratar el cáncer que no sea la enseñada en la facultad, la que se canaliza a través de cirugías, radioterapia, quimioterapia, tratamientos”, define.
“Nosotros hacemos medicina basada en la evidencia y probada por un organismo regulador como la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica). Sabemos que lo que hacemos produce beneficios. Lo otro corre por cuenta del anecdotario popular”.































