Por Darío Pignata - dpignata@ellitoral.com
Sin término medio. Sin grises. Colón pasó de aquél arranque que ilusionaba, empatando con el campeón y ganando dos partidos seguidos fuera de Santa Fe, a esta pobreza franciscana que parece no tener fin con siete fechas sin ganar, apenas cuatro puntitos de 21 y la preocupante falta de presencia como local. Es cierto que puede faltar suerte, como en ese frentazo de “Tito” que hizo estallar el caño con el arquero vencido, rebotó para adentro y fue a parar a manos de Assman. Es cierto que, hoy por hoy, al “Chino” Garcé y “Pirulo” Rivarola se los extraña más que al “1 a 1” de Menem. Pero también es real que cuando arranca una temporada se debe darle forma a un plantel que tenga la capacidad de recambio para poder capear tormentas y adversidades. De eso se trata cuando se le paga el sueldo a casi treinta profesionales.
Hoy la sensación es que Colón “quemó” a determinados titulares y también le puso fecha de vencimiento a los llamados “primeros suplentes”.
Sólo así puede entenderse que en un momento complicado, el entrenador lleve al banco a chicos de las inferiores como Alfredo Ramírez y Facundo Sánchez, además de hacer concentrar a “Cocó” Ledesma. Y que jugadores como Falcón y Romero directamente ni aparezcan por el hotel. No está mal la posibilidad para los chicos, siempre y cuando sea sostenida en el tiempo. Porque de esta historia que habla de poner pibes, quemarlos y sacarlos está cansado el fútbol de Santa Fe en más de 200 años entre los dos clubes.
Ubiquemos la prioridad del análisis: si Colón sacó 4 puntos de 21 y hace siete fechas que no gana el último problema son los pibes. Eso está claro, pero hay algunas cosas que no cierran. “Con Alfredo Ramírez nos equivocamos”, dijo Mohamed esta semana cuando sorprendió a propios y extraños citándolo para que concentre. ¿Por qué puede darse semejante pifia, tan o más grande como la distancia que separa a Colón en Primera de El Porvenir en la “C”? Y lo que más sorprende es que se genere en el contexto de un club que ahora muestra orgulloso los cargos: secretario deportivo, detector de talentos, director ejecutivo. En teoría, puestos y cargos que Colón no tenía y que supuestamente están rentados para achicar el margen de error.
Estar abajo en el marcador en Santa Fe y pelear contra la impaciencia del entorno fue demasiado para el chico Ramírez. Pero también fue demasiado para Crosa, que jugó en Boca y Racing. Para Goux, Chitzoff, Nico Torres, etc. Lo que no se pregunta es ¿hasta qué punto sirve para los jugadores de abajo entrar en un momento complicado del equipo “de a minutos”? Es por eso que uno cruza los dedos para que Colón toque tierra en este tobogán. Para que los resultados que faltan vuelvan y le generen a Mohamed la posibilidad de insertarlos con más fundamentos en el primer equipo.
El técnico admitió que no puede encontrar el equipo, que prueba todo lo que puede, que trabaja el doble y que las lesiones más suspensiones no le dan respiro. Pero si Colón desplazó a los originales titulares y también ya “gastó” las vidas de los primeros suplentes de un plantel profesional para que aparezcan los pibes, la realidad se desdobla:
1) El nivel individual de algunos futbolistas es insostenible e indefendible por más buen “feeling” que tenga el entrenador con el plantel, algo de lo que por primera vez en años nadie duda y está fuera de discusión en Colón.
2) La elección de algunos refuerzos, cuando ya se consumió el 25 por ciento de la temporada, empieza a generar más dudas que certezas en cuanto a las soluciones que se buscaron en el mercado y de las cuales Mohamed es responsable de la mano con los dirigentes.
Como suele ocurrir cuando sobran mieles en el paladar y rosas en la alfombra, nunca el motivo es uno solo. Ahora, en tiempo de gusto amargo y espinas, tampoco.
Colón no juega a nada
El interminable Esteban Oscar Fuertes, otra vez lo más rescatable del equipo, referente histórico y único jugador aplaudido en la tarde de ayer, dejó una sensación: “Los delanteros quedamos lejos de los volantes”. Y lo que es peor es algo que Fuertes no dijo porque no es su zona de referencia: “Los defensores también quedaron lejos de los volantes”. Colón es un equipo innecesariamente “largo” en el campo. El espacio largo para defender lo hace vulnerable y el espacio largo para atacar lo hace insoportablemente previsible.
Primera teoría: “Mohamed cambia mucho a cada rato, de nombres y de esquema”. Es cierto. Como también es cierto que con el nivel que tienen algunos jugadores de Colón, cualquier esquema o dibujo táctico les daría lo mismo. Da igual el 3-5-2 (el preferido del “Turco”), 4-4-2 o el desesperado 3-4-3 con el que terminó jugando para empatar.
Segunda teoría: “Pasa todo por los jugadores, que no tienen la actitud necesaria”. El tema de poner, correr y esas cosas es todo un tema. Porque los jugadores dicen que eso sobra. Pero es evidente que no está alcanzando para ganar o para salir de esta depresión de resultados.
En cuanto a las responsabilidades hay que ser coherentes con una línea de pensamiento. Si cuando Colón agarró una seguidilla positiva fue por mérito de los jugadores y Mohamed, hoy en contramano es lo mismo. No es que se ganaba gracias a uno y ahora se pierde por culpa de otros. Es el mismo barco, con el mismo capitán y los mismos marineros. Lo que cambiaron son las aguas de Colón: salió tranqui de Puerto de Palos, hoy está en alta mar con tormenta y necesita urgente gritar tierra. No para descubrir nada, sino para saber que tocar tierra marcará el final de la caída en este insoportable tobogán.
Sin referencia de nada
Hoy, sacando las ganas del “Bichi” Fuertes que erizan la piel de cualquiera a esta altura, uno no tiene referencia de nada con este Colón de Mohamed. No es amarrete para esperar a la defensiva, pero tampoco presiona para ser agresivo. La desesperación —no gana de local y encima arranca perdiendo— lo lleva virginalmente para adelante. Pero con cuestiones más hormonales y cardíacas que futbolísticas.
Hoy, entre los irreemplazables lesionados (Garcé y Rivarola), los titulares desplazados (Aguilar), algunos recambios ni siquiera concentrados (Falcón, Romero) y los pibes en bandada que volaron al banco contra Independiente, Colón no ofrece referencia de nada.
No se puede ignorar que el “Turco” Mohamed es uno de los personajes más simpáticos del fútbol argentino. Lo era de jugador, con calzas colorinchas, pelo largo y vinchas. Lo es de técnico, con tijera italiana, lentes oscuros y habanos. Mohamed es uno de los protagonistas modernos más queridos por todo el ambiente del fútbol argentino: hinchadas rivales, jugadores, DT colegas, dirigentes (Julio Grondona lo adora), personalidades (Maradona lo ama), los árbitros y ni qué hablar del periodismo deportivo. En Colón su figura se agrandó hasta límites impensados cuando tomó el equipo “muerto” y lo resucitó hasta salvarlo de todo en esa última fecha contra Racing, justamente con Collado.
Nadie le va quitar al “Turco” lo que es del “Turco”, porque el hincha de Colón lo banca a muerte. Pero detrás del personaje, está el entrenador y al DT le comprenden las generales de la ley del fútbol argentino. Ahí no es distinto... es igual a todos.
Está claro el nivel bajísimo de los futbolistas, sacando al inoxidable “Bichi” Fuertes. Pero no es que Colón sea un equipo confundido adentro con un técnico que la tenga clara afuera. Hoy por hoy, con siete fechas sin ganar y sólo 4 puntos de los últimos 21, Mohamed aparece tan confundido como los jugadores de Colón.
La única diferencia es que el personaje que acompaña al entrenador le genera al “Turco” un plus de respaldo popular que varios jugadores ya no tienen. Es más, ni siquiera lo tuvieron otros técnicos en Santa Fe. Porque Bauza, Martino, Basile y Maturana, por nombrar a los pesos más pesados de estos años, no zafaron del insulto tribunero y los silbidos en los tiempos de crisis por falta de resultados.
Mohamed está, por mérito propio, vacunado contra todo eso en Colón. Quiera Dios, entonces, que el “Turco” genere los anticuerpos necesarios para levantar las defensas. Y para encontrar la defensa.
































