En Argentina se consume vino desde principios del siglo XVI. Las primeras cepas que se cosecharon en el mundo eran originarias de Armenia, Irán, Irak e Israel. Entre ellas estaba el Malbec, nombre que se le atribuye a un húngaro que vivió en el siglo XIX.
Cuentan que este viticultor fue quien identificó la uva y la introdujo en el mercado de Francia. Esos primeros imperios, expertos en vino desde hace varios siglos atrás, expandieron sus cultivos por Europa, cruzando luego los océanos para llegar a América de la mano de Cristóbal Colón.
Con resultados negativos en Centroamérica, a causa del clima caribeño, los colonizadores fueron probando las cepas por diferentes partes del continente, y para 1543, las vides ingresaron a la que más tarde sería la ciudad de Salta y a la zona de Cafayate, provenientes desde el Alto Perú. Sin embargo, fue en Santiago del Estero donde nació la viticultura argentina. La necesidad de producir vino para la misa causó el "milagro".
En 184, Domingo Faustino Sarmiento contribuyó en Chile a formación de la Quinta Normal de Santiago, a partir del modelo de la Escuela Normal de París, destinada al cultivo de plantas y de vides. A partir de esa experiencia, Sarmiento le propuso al Gobernador de Mendoza, Pedro Pascual, que contrate al ingeniero agrónomo francés, Michel Aimé Pouget, a quien ya había conocido en Chile. Fue así que Pouget se radicó en Mendoza en 1853 y fundó y dirigió la Quinta Normal.
Esta institución mendocina fue la primera en introducir diversos cepajes franceses, entre los cuales el Malbec fue el que logró mayor difusión tanto en Mendoza como en San Juan. El proyecto para la creación de esta quinta se presentó en la Cámara de Representantes de Mendoza un 17 de abril de 1853, fecha que más tarde se establecería como el Día Mundial del Malbec.
Actualmente el Malbec es sinónimo indiscutido de Argentina. Se trata de un de un caso emblemático en el que un país logra la asociación directa con un varietal, lo rescata del olvido y marca un paradigma en el panorama global del vino. Fue gracias al impulso de la industria vitivinícola argentina que el Malbec reveló su auténtico potencial: su versatilidad, elegancia y opulencia, convirtiéndose en el centro de las más audaces innovaciones durante los últimos veinte años.