"La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad (…)" Francisco
"La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad (…)" Francisco
Hemos normalizado una conducta decadente: cuando se habla de política, en general, se habla de plata. No de trabajo. Sobreabunda una conversación ansiógena acerca de la plata. Este declive hacia el mal gusto, concatenado a la agresividad insensata del tener para poder ser, cabe preguntarse en qué medida puja el delito al alza.
¿Decae el hombre a la par de su civilización, cuando troca a la inmemorial Mercedes Sosa y el ideal, por el reguetón misógino? La inteligencia, facultad de origen inmaterial cuya finalidad es la verdad, no puede decaer, se corrompe su funcionamiento por consustancial con el cuerpo -en una globalización ensañada en atacar lo orgánico de la vida- declinando su producto: la cultura.
Los datos -los serios- arrojan niveles crecientes de malestar y desconfianza en las instituciones (**). Según Werner Sombart, en "El Burgués", "un determinado espíritu 'domina' en una época cuando conoce una gran difusión; 'predomina' si determina las acciones económicas de la mayoría de los sujetos económicos". Siempre hay un roto para un descosido, sabemos. ¿Cuáles son las características de este régimen en que las masas frustradas escalan trastornos mentales y cuál es el tipo de personalidad que le es simultáneo?
Joseph Vogl analiza en "Capital y Resentimiento: una breve teoría del presente" los algoritmos, las finanzas y el resentimiento. La sociedad actual se desintegra en glóbulos excéntricos unos de otros, cada uno con intereses dirigidos hacia el ombligo de cada secta, de cada barrio cerrado, de cada partidocracia. Un tegumento viscoso en el alma parece ser el móvil del suceder psicosocial: el resentimiento. Ya Soren Kierkegaard y Philipp Lersch Lersch profundizaron en ello. Según este último, el resentido expresa pasivamente un afán vindicativo más indirecto que la venganza, por insatisfacción de necesidades vitales y envidia.
Leonardo Castellani, oriundo de la provincia de Santa Fe, expone desde la casuística clínica del romano Tiberio, una genial conceptualización: "Hemos de considerar hoy el fenómeno del resentimiento. Esto es caracterología, saltamos a otro sector de la ciencia psicológica, abandonamos lo biológico, que linda con la fisiología para ir a lo espiritual, que linda con la ética. (...) El 'resentiment' es en el sentido técnico y nietzscheano un veneno psicológico, es un veneno activísimo, sutil e invisible, es un veneno que está untado por todas partes (…)".
Pero lo nuevo en Vogl, es que desenmaraña las relaciones de economía financiera y producción de subjetividad resentida como motor de la rentabilidad de plataformas. Estas, para imponer monetización de las interacciones, incluyen en la cultura dos precondiciones: promueven el odio desde los algoritmos y atacan la posibilidad de verdad, asegurando rendimientos crecientes a su pulsión oligopólica: "La dinámica actual del capitalismo de las finanzas, la información y las plataformas no puede ser captada sin prestar atención al ascenso y la firme consolidación de posiciones agnósticas y procedimientos agnotológicos (…)".
El reciente Atlas de Inteligencia Artificial, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dirigido por el argentino Gustavo Béliz, refresca en rigurosa y vasta actualización que "se requiere estar atentos ante la estanflación de conocimiento y solidaridad; la inflación de espacios digitales puede producir deflación de valores humanos". En la perspectiva de interés por discernir una posible relación de tensión sostenible y convivible entre persona humana y tecnología, es clave reconocer aquello que puede poner en riesgo la integralidad humana hasta el punto de su aniquilación, a sabiendas de que tanto el crédito como la tecnología, mediados por la Algorética, bien pueden proveer al desarrollo humano integral.
Lo que decidida y específicamente puede llevar el resentimiento -nafta de algoritmos- hasta la aniquilación del otro en tanto otro, es la relativización de la verdad, la pérdida de una objetivad antropológica básica para el encuentro. El puñal invisible del algoritmo en el límite de la nada desangra resentimiento, como pegamento tanático para identificaciones adhesivas con mesianismos. Este capricho de la autorreferencialidad de la que hablaban Benedicto XVI y Francisco es lo determinante y específico, que permite afirmar cualquier pavada como si fuera verdad. Sentada esta condición, de ahí a negar el derecho al cuerpo y la vida biológica, hay un instante. El ataque a la vida desde ambos bandos del arco ideológico no es nuevo: veremos si es catastrófico.
Esta infraestructura de poder ya no promociona hacia la conducción popular tipos de aristocracias asentadas en un ideal que integre estética, vertical de valores y vocación de virtud en la res pública. Tal como lo fuera en Roma trasuntando entre auctoritas y potestas, o en castas militares-gobernantes como las descriptas en los Kshatrias hindúes o, incluso, aristocracias criollas como las de los caudillos federales.
Para radarizar en profundidad la situación cultural, es expresivo ir hacia nuestra Constitución Nacional en 1949, en su apartado IV sobre la educación y la cultura: "La educación y la instrucción corresponden a la familia y a los establecimientos, particulares y oficiales que colaboren (…). 1.Tenderá al desarrollo del vigor físico de los jóvenes, al perfeccionamiento de sus facultades intelectuales y de sus potencias sociales, a su capacitación profesional, así como a la formación del carácter y el cultivo integral de todas las virtudes personales, familiares y cívicas."
Los resentidos no son los buenos anarquistas. El filme de reciente factura "Mountainhead" relata un cómico encuentro de cuatro imbéciles resentidos. En su raíz etimológica, la palabra "imbécil" proviene del latín imbecillis, de "im" (sin) y "baculus" (bastón). Sugiere una debilidad, referente a aquellos que necesitaban un bastón para caminar, no tenía la connotación negativa que posee hoy en día. En el caso que describiremos, bien aplica a sujetos quienes, a causa de su pusilanimidad -pequeñez anímica- requieren de un bastón para ser: el dinero.
La película presenta hombrecitos erigidos en oligopolistas, inversores de capital de riesgo en inteligencia artificial, que contemplan el caos global desde una mansión que funciona cual barrera de protección anti-estímulo de su narcisismo. Para Heráclito, "el tiempo (aion) es un niño que juega a los dados". En este caso, cuatro imbéciles en edad adulta constituidos en déficits flagrantes de hombría, desnudan en la secuencia fílmica su inmadurez emocional, operando por la vía de las deepfakes propiciadas por la IA, hasta el extremo de configurarse una crisis de desinformación e inestabilidad global, bélica y ambiental.
Son imbéciles de un tipo muy específico: el inhábil para el encuentro físico y emocional. Inaptos para ser los amigos compasivos del barrio, de cualquier barrio. Su talla es la de mentes aniñadas sobre-adaptadas, devenidos en cuadrogenarios que no podrían disfrutar de un picadito de fútbol en la plaza o vincularse con pares en un baile adolescente de su club. No podrían, muy probablemente, subir a robar mandarinas en el árbol del vecino como picardía infantil y luego pedir perdón por la macana. Se confiesan los mismos personajes en los conciliábulos como padecientes de déficits de afecto familiar infantil.
Lo que la película capta en un friso de la época, es el ascenso de los resentidos como régimen, un desorden natural que se institucionaliza en un clímax sin diques de autocorrección. Tipejos agazapados detrás de asimetrías de poder, encarnan la antítesis esencial del buen anarquista bakuniano, que puede representar un personaje como el villano Bane, en "Batman: El caballero de la noche asciende": no pelean con sus manos, no poseen plan alguno, no los enhebra un ideal, no los aglutina una mística.
Es posible programar un modelo de IA, pero demanda una reprogramación previa del concepto de autoridad para una gobernanza comunitaria, federal, ecológica, justa, soberana, en lo global. Por ahora, nos damos de bruces en la oscuridad del cuarto, en una muestra de unidimensional astucia roedora. Y preferimos hablar de plata.
(*) Santafesino, psicólogo (UCA), ex seleccionado nacional de rugby, fundador de Proyecto Deporte Solidario.
(**) Ver "Desigualdad estructural en el desarrollo humano y social (2010-2023). Esfuerzos para el bienestar frente a la persistente inestabilidad económica y social", de Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA).




