El grabado en Santa Fe en los 70: una crónica del arte y la técnica

El viernes 12 de octubre de 1979, con motivo del Mes del Grabado, instituido por Oscar Pécora, Jorge Taverna Irigoyen publicó en El Litoral una crónica respecto a los salones, muestras, conferencias y cursillos realizadas en Santa Fe en torno a las técnicas de la impresión, “que tanto auge han adquirido en este siglo XX”. Transcribimos los párrafos más sobresalientes de aquella pieza periodística.

“En la galería de arte Color, se presentan piezas de grabadoras porteñas, varias de ellas provenientes del taller de De Vicenzo y otras de cierto renombre y veteranía en dicho campo expresivo. Entre estas últimas hay excelentes técnicas mixtas firmadas por Nelia Licenziato, María Elena Sieburger y María D'Avola: altamente demostrativas de un rigor artesanal que sabe adquirir, en vías del dominio y el giro conceptual, sus más válidas resonancias”.

“Asimismo, se presentan entre los concurrentes al taller nombrado aguafuertes en color de la santafesina radicada en Buenos Aires, Manuela Pintos, de cuidada elaboración; de María Tamara Revthis, Marta Castro Soto, Z. J. Mazza, Egle Rossi, Mabel Matto, R. Reiner y Alicia Díaz Rinaldi, de depurado gesto vanguardista”.

“En la Aeromuestra Permanente de Artistas Plásticos Santafesinos, en Sauce Viejo, se ha inaugurado una individual de homenaje a José Planas Casas, que tanto estimulara en el medio el cultivo de las hoy llamadas “artes gráficas”, como extensión del denominado grabado. Siete estampas sirven, elocuentemente, para reencontrarse con un auténtico maestro de la incisión. Artista de serena visión y refinada línea, su obra es el claro ejemplo de una expresión consustanciada, pero nunca subordinada a la técnica, como suele ocurrir en el presente, con cierta frecuencia”.

“Desde la dedicada a Mercedes hasta Maternidad o El encuentro, se asiste al trabajo de un artista de generosa voluntad en las búsquedas y vibrante tono expresivo. Sus figuras y sus paisajes (previos o posteriores a su poderosa incursión surrealista), dejan siempre traslucir, tras de las formas rituales, una atmósfera densa y casi mágica, de envolvente poesía y firme emotividad”.

“Más allá de los diversos gestos que alimentaron su quehacer artístico, Planas Casas fue un enamorado de la estampa. Y por encima de la ilustración -que practicó con una entrega sólo comparable a un Alejandro Sirio- “vivió” las sensaciones de la veta de la madera, la dureza de la chapa de cobre o la porosidad de la piedra, con el deslumbramiento de un verdadero poeta”.