La historia de la fotografía en Santa Fe tiene un punto de partida preciso que lleva el nombre de Pedro Tappa, inmigrante piamontés que en 1862 abrió la primera casa fotográfica estable de la ciudad.
Recordar la vida de Pedro Tappa implica revisar cómo fue el nacimiento de la fotografía profesional en la región. Un estudio pionero, técnicas sorprendentes y las primeras vistas urbanas.

La historia de la fotografía en Santa Fe tiene un punto de partida preciso que lleva el nombre de Pedro Tappa, inmigrante piamontés que en 1862 abrió la primera casa fotográfica estable de la ciudad.
Sus retratos y vistas urbanas constituyen uno de los registros visuales más tempranos del territorio santafesino y de las colonias agrícolas, que por entonces estaban en expansión.
Una parte de lo que se conoce sobre su trayectoria está plasmado en un artículo de José Carmelo Busaniche que publicó El Litoral en noviembre de 1970. Y de estudios posteriores que recuperaron su aporte patrimonial.
Según la crónica publicada por Busaniche "herrero de profesión", llegó a Santa Fe en año 1856, cuando la ciudad todavía conservaba rasgos coloniales marcados.
Instaló un taller donde ofrecía "balanzas, camas de hierro, cunas, chapas de puertas, herramientas para edificios, amén de escopetas, pistolas de bolsillo, trabucos naranjeros y aceros para miriñaques".
El trabajo manual no siempre era valorado socialmente, pero Tappa logró integrarse rápidamente. Busaniche recuerda que "su manera de ganarse la vida chocaría en una sociedad habituada a las costumbres españolas de antaño", aunque su conducta y reputación favorecieron su aceptación.
En 1862, tras contraer segundas nupcias con Angela Imazo, tomó una decisión que marcaría un cambio de rumbo: convertirse en fotógrafo.
Ese mismo año abrió el primer estudio fotográfico fijo de la ciudad, ubicado en San Jerónimo 254. Su negocio llevó los nombres de "Fotografía de la Esperanza" y "Fotografía de la Infancia", según detalla Busaniche.
El aviso comercial recuperado en "Santa Fe. Rastros y memorias", demuestra el nivel de oferta técnica que proponía Tappa.
"Especialidad de trabajos, retratos sorprendentes y vistas para esteroscopía. Tarjetas inalterables sobre papel, hule, seda y hierro. Fotominiaturas para medallones. Retratos del tamaño natural. Se da color a cualquier fotografía. Retratos eternos sobre porcelana, loza, platos, tazas, vidrios y cualquier objeto vidriado".
El dato no es menor: en un contexto donde la fotografía empezaba a consolidarse como práctica urbana, Santa Fe contaba con un establecimiento estable y profesional desde 1862, lo que ubica a Tappa como pionero en la región.
Busaniche añade que "fueron suyas las primeras fotografías sobre papel que tuvieron los vecinos de Santa Fe". Ofrecía distintos formatos, entre ellos "tarjetas imitación porcelana", "tarjetas abrillantada" y retratos "de fondo blanco, parado de cuerpo entero y de bulto liso".
Además de retratos, Tappa produjo las primeras vistas urbanas conocidas de Santa Fe y de las colonias agrícolas. Según Busaniche, "tomó, además, las primeras vistas que conocemos de la ciudad y las colonias, que ofrecía en venta y obsequiaba a sus clientes incluidas en el precio de las fotografías".
Estas imágenes circularon también fuera del país, enviadas por inmigrantes a sus familias en Italia y Suiza, lo que convierte a Tappa en uno de los primeros difusores gráficos de la vida santafesina.
Su trabajo alcanzó un nivel de cobertura amplio. Busaniche afirma: "Puede decirse que no hubo acontecimiento en esos años que no fuera registrado en sus máquinas, desde la inauguración de la iglesia del Carmen, hasta la inauguración de la primera línea de tranvías a caballo".
Tras más de 20 años de actividad en Santa Fe, Tappa se radicó en Rafaela. "Alejado ya octogenario de su profesión, fue a vivir a Rafaela con su mujer. Y allí murió el 7 de diciembre de 1907, lejos de imaginarse que los años que ejerciera en Santa Fe de ‘artista-fotógrafo' le habían dado un lugar en la historia de nuestra ciudad".




