Este miércoles 27 de julio a las 21, en Centro Cultural Provincial Paco Urondo (Junín 2457) vuelve a Santa Fe Agarrate Catalina, la murga más premiada y popular de los últimos 25 años del Carnaval de Montevideo, de la mano de su más reciente espectáculo: “La involución de las especies” (segundo puesto en la última competencia oficial).
La más reciente obra esta compañía que ha recorrido los cinco continentes, que ha sido traducida a más de diez idiomas y que fuera aplaudida en más de 20 países, tiene su sello identitario inconfundible: la corrosiva caricatura al animal humano.
Las entradas se consiguen en la boletería de la sala, o a través de Plateavip.com.ar. Antes de la presentación, El Litoral dialogó con Yamandú Cardozo, director responsable, letrista y frontman de esta murga cooperativa que sigue innovando después de dos décadas de carrera.
Yamandú en El Litoral, difundiendo esta nueva apuesta de la Catalina, distinguida con el segundo puesto en la competencia oficial montevideana. Foto: Mauricio GarínReformulación
-Traen “La involución de las especies”, donde retoman este viaje de la especie, lo que se conecta de alguna forma con “El corso del ser humano”. También es el primer espectáculo “pospandémico”. ¿Cuánto influyó eso?
-Un montón, aunque no esté dicho expresamente en lo textual, seguro que esa realidad nos atraviesa. Desde la configuración de nuestro elenco móvil, porque entre otras cosas el colectivo cooperativo que somos estuvo casi un año y medio sin percibir jornales. Las chiquilinas Caro y Vito (Gómez Iriarte), que son fundadoras de la Catalina, y que están siempre, las dos son profes; en ese tiempo en que el arte no era una opción proveedora de alimentos, también se enfocaron en su otra profesión. Digo ellas porque son las que más se nota su ausencia porque más han estado. Entonces vienen una gira sí, en otra faltan, la Vito es profesora de literatura, deja sus grupos y viene; ahora viene Maia (Castro), que es la otra compañera. Entonces las giras se reconfiguran, porque la gente tuvo que conseguir otros anclajes económicos; aun siendo un colectivo que soportó y pudo no bajar sus cortinas, como otra cantidad de gente del arte; y no solo encima del escenario, sino también los técnicos, las técnicas, un montón de gente.
La mirada hacia lo humanista también es una marca distintiva de la Catalina si se quiere, pero también explicitar eso, que tiene sus puntos de conexión con lo de “El ser humano”. Mismo las caricaturas que hacemos: me costó mucho empezar a escribir con el mundo visiblemente roto (igual ya estaba roto). Pero esa sensación rara, la primera vez en mi vida que me sucede de esa manera: de que en este mismo momento a un inmenso porcentaje de las personas les está pasando casi que lo mismo. Obviamente está puesto en los medios para que esto sucediera.
-Hubo una sincro global: uno en Hong Kong estaba tan encerrado como vos.
-Claro. También me pasaba con todos los discursos más esperanzados y optimistas, “de esto vamos a salir mejores”, no nos ponía ninguna ficha como especie: me parecía que iba a ser más pobre la gente que ya era pobre, que casualmente la gente que concentra el poder lo iba a concentrar un poquito más.
-No, no nos tengo mucha fe en general (risas), por el sistema en el que estamos metidos, hacia dónde va. Sí creo a la vez que el sistema en el que nos agrupamos ya ni necesita pretender ser otra cosa: se le cayeron todas las caretas, igual ganan.
-Ya nadie se preocupan porque no se vean. Siento que a nivel individual, en la escala que podemos, a nivel peatón, estamos ante una chance: “¿No te parece que esto no está dando más, que esta desigualdad tan flagrante no se va a sostener?”. Le vemos el fin rápido, ahora. No pude participar (lo intenté) de esa esperanza colectiva, eufórica, “ahora la solución va a ser pronto, va a hacer mejor, hay cisnes en Venecia y delfines en no sé dónde; el mundo precisaba resetear y la naturaleza es sabia”.
Esa mirada nos llevó a poner el foco en la especie, y le robamos (como hace la murga siempre) el nombre al gran Carlitos Darwin, que nos lo prestara: si se hubiera enterado creo que nos hubiera dicho que no. Para hacer de nuevo una mirada sobre el bicho humano, centrarnos en las cosas que andamos haciendo.
Siempre después del Carnaval hay una reconstrucción, porque entre otras cosas el Carnaval tiene un reglamento que te encajona en 45 minutos máximo, con serios descuentos de puntos en el concurso si no cumplís con eso. Y nos resulta un espectáculo corto a la hora de moverlo. Siempre se amplían ciertos bloques, se escriben otros para las giras, se deja crecer, se entra en el formato de bises, después de la parte más teatral. Pero en este caso pudimos tomarnos revancha y contrabandear un espectáculo que no pudimos girar.
-“Amor y odio”: terminó el Carnaval y se cerró todo.
-El 7 de marzo terminó, y ya el colectivo de la Catalina empezó a gastar plata a cuenta de la gira (risas). Teníamos una gira muy larga, la primera función 13 de marzo, se cerró todo. Nos quedaron canciones, bloques, atragantados: para cantar, para girar, para compartir.
En los últimos tres espectáculos (“Defensores de causas perdidas”, “Amor y odio” y “La involución de las especies”) hay una mirada muy centrada en el entramado social, y en el peligro inminente de que se termine de reventar todo a nuestra escala, a tamaño vecinal. Creo que eso hizo que esta reconstrucción de “La involución de las especies” también tomara ciertas cosas de los dos anteriores y termináramos dándonos cuenta de que eran complementarios: estábamos terminando de decir las mismas cosas.
Crítica interna
-¿Cómo era el “Amor y odio”, que ganó el concurso? En realidad vienen de hacer segundo puesto, primero y ahora segundo.
-Eso es súper difícil en la categoría murga, y además fueron los tres espectáculos que en su año hicieron más funciones en Carnaval. Despertaron unas polémicas que estuvieron buenas: más allá de la gilada de la polémica más futbolizada, generaron discusiones: hacia la interna, hacia afuera, en el micromundo pero también cuando los giramos. Debates con ardor, con corazón, con mucha honestidad.
Porque nos metimos con la izquierda, y comprobamos que la izquierda no suele reírse mucho de sus propias caricaturas; no lo logramos, en mi caso como una persona que se ha manifestado como filosóficamente de izquierda. Siempre las quejas más grandes que hemos tenido de nuestras caricaturas vienen de ahí: es increíble... o no (risas).
-¿Cómo se hace para evitar el “fuego amigo”?
-No lo hemos aprendido por gran habilidad innata, ni un desmesurado talento, sino más bien por terquedad y a fuerza de chichones, por todas las veces que nos hemos dado la cabeza contra la pared; mirando nuestras propias cosas hacia atrás, sin consecuencias muy visibles o penas públicas a pagar. Nos dimos cuenta con Tabaré: esto que escribimos tantos años atrás no lo volveríamos a escribir, lo hubiéramos roto. Qué discusiones que tendríamos con el Yamandú y el Tabaré de hace diez años. “Mirá cómo se nos fue el filo del lápiz en esto, mirá qué agresividad innecesaria tiene esta caricatura”. Y eso lo aprendés haciendo, errando y equivocándote.
Hace muchos años que estamos intentando que nuestro humor no sea nunca una operación encubierta hacia nada: que lo que se muestre sea lo que tenemos ganas de decir. Desde siempre estamos en esa a veces nos sale mejor con el ejercicio, con la mirada hacia atrás y con la autocrítica hacia adentro.
Creo que desde hace unos años estamos mucho mejor en eso, o menos peor: en restarle agresividad innecesaria al humor. Desde “Los tres chiflados” sabemos que si alguien se cae de una escalera y se pega en la nuca, se cae de culo uno, otro le mete los dedos en los ojos... el golpe en el humor funciona. “Pisó una cáscara de banana, se golpeó, le duele”, y eso parece despertarnos una hilaridad disfrutable. Comprendemos el mecanismo, pero hay que ver cuándo el humor con ciertas gotitas, con el cuidado alquímico de agresividad está bien, y cuándo no es nada más que violencia y agresividad, y a quién perjudica. Siempre intentamos que esa violencia no sea operación.
-¿Cómo sería una operación encubierta?
-“Están haciendo esto porque es un mandado a tal, les mandaron que digan, que le peguen a tal o cual persona”. Las teorías conspiranoicas de “este escribe esto porque votó a esto, y le mandan”, como si los letristas de murga nos juntáramos a recibir órdenes de un eje del mal. Es tan simplista el razonamiento que asusta.
La Catalina dice lo que tiene ganas de decir, y como tiene ganas de decirlo. A veces eso se corresponde con la agenda de necesidades del gran público carnavalero y a veces no: cuando no, choca. "Este es un año electoral, cómo van a estar criticando a la izquierda, no se puede hacer el el juego a la derecha; no era el año. Sí, me gusta; pero no, no me gusta, estás a un paso a ser traidor". En estos tres espectáculos hay cosas que tienen que ver con esto: nos metimos con la mecánica hater en “Amor y odio”.
-El hater es el sujeto político de nuestro tiempo.
-Claro, y es un camino que estamos recorriendo con un fervor y un entusiasmo que a mí me deja bastante pasmado.
Tienen una cosa en común estos tres espectáculos que terminó de encajar en esta reversión; no estaba planificado, pero se ve que le cantamos a las cosas que nos movilizan siempre: que nos aterran, que nos dan tremenda bronca; o nos paralizan de miedo o nos sublevan y nos ponen a mover, a andar. Todas las cosas que están en el espectáculo son cosas que necesitamos decir, porque nos queman las manos de ganas de escribirlas, o de hablar.
Folclore charrúa
-¿Es más “cómodo” hacer humor político con el “Cuquito” Luis Lacalle Pou de presidente?
-Sí, el género murga lo resolvió muy bien en los 15 años de gobierno del Frente porque se paró desde otro lado; porque evidenció esa problemática interna. Se salvó rápido de la problemática intuida por todo el mundo. Lo que dicen los comediantes del “elefante en el living”: cuando o alguien tiene una característica tan notoria que va a generar distracciones en el show lo primero que hay que hacer es quemarla. “Sí, sudo mucho cuando hago shows, ¿trajeron paraguas?”.
Creo que las murgas, los primeros años del gobierno del Frente, resolvieron de manera muy graciosa, muy ingeniosa esa situación. Las murgas que se habían manifestado históricamente opositoras, ¿ahora qué van a cantar? Y además ejercieron muy bien de voz criticona, de pajarito comecoco.
-Cosas muy valientes, graciosas, originales; otras no, otras no lograron acomodarse a la nueva mecánica y quedaron viejas o desfasadas. También ahora recupera no solo comodidad, sino también artilugios que sabés que funcionan, que siempre es una tentación.
-Aparte te tira todos los centros.
-Es una papita, pareciera que está escribiendo para la murga, juega.
-¿Cuántas de esas cosas se sacan? Por ser muy uruguayas, o porque eran muy del contexto del verano.
-Había un bloque dedicado al plebiscito de la Ley de Urgente Consideración; no tenía sentido, era cortito hacerlo. Después del plebiscito, ganó el no, se terminó (Carnaval terminaba antes).
Después el Salpicón, que es un editorial que hace la murga más lineal, con noticias cantadas del año, con cierto ingenio. Es un bloque que en la historia del género murga es más musical, hace poco que la Catalina empezó a transitar esa opción.
El resto está, y se suman bloques de “Amor y odio”, como el de las telenovelas: analizamos el ciclo de los movimientos políticos en nuestras elecciones, como pueblo. Y a qué responden, pensando en que nada es tan casual como a veces parece. Se suma el análisis de la grieta de “Defensores de causas perdidas”.
La coyuntura tiene un funcionamiento súper rápido, pero dura poco, ahora muchísimo menos. En el año 40 tres o cuatro murgas escribieron bloques humorísticos sobe una de las noticias más comentadas del año: se había escapado un yacaré del zoológico de Villa Dolores de Montevideo. Ahora las noticias duran diez segundos y son viejas; y cuando terminaste de escribir hay un montón de gente que hace comedia y humor político en redes que ya hizo todos los chistes posibles de la mejor manera posible.
Por eso nos centramos en lo más universal. Y cuando lo vamos a girar lo menos que puedo hacer es que vos entiendas, y no venir a contarte un chiste interno.
La murga se caracteriza por innovar siempre, tanto en el aspecto musical como en sus puestas en escena. Foto: Gentileza producciónSintonía
-Con el público argentino hay una complicidad, pero ustedes han probado con públicos más distantes, con otros idiomas.
-Y es un alivio venir acá. Porque lo otro está genial como desafío artístico, es esperanzador; me vuelvo sintiéndome una mejor persona cuando conecto con alguien que está preseteado para no entenderme.
-En San Petersburgo o en Beijing es diferente.
-Sí, y sin embargo funciona, y a mí me conmueve hasta el alma. Pero es un alivio ejecutar un espectáculo acá, por cómo se pone el público argentino, por el cariño que nos tienen desde la primera vez que venimos; por esta familiaridad, por no tener que explicar, por entendernos casi sin decir nada.
Y por cómo devuelven el abrazo al espectáculo, que no sé si tiene que ver con las cantidades, por los tamaños, por las personalidades de los pueblos: me da la sensación que Uruguay (mirando cualquier espectáculo) nos moriríamos por pararnos arriba de la butaca, revolear la remera y cantar a los gritos. “Pero mirá si lo voy a hacer, capaz que está mi jefe acá al lado, o alguien que me conoce; porque todo esto es chiquito”. Acá cada show es un terremoto.
-Es un territorio ampliado.
-Ampliado y mejorado, en algunos casos. Porque salvo personas que están en el detalle del micromundo (gente que ejecuta murga uruguaya ,que disfruta del folclore y los entretelones, los entredichos, que tienen un costado muy pintoresco), la inmensa mayoría no pierde energía que podría usar para conectar con el espectáculo en saber si está murga canta tres decibeles más fuerte que otra, y por qué tiene tres lentejuelas menos; o si hay muchos minutos hablados, o un instrumento que no es.
El público uruguayo, sobre todo el más carnavalero, tenemos una concentración mayor en destripar el espectáculo y hacerle la autopsia en vivo, si está para ganar o no, que en conectar con lo que pasa ahí.
“El año pasado nos pusimos a escribir el espectáculo en noviembre. Ahora estamos viendo que estaría bueno disfrutar un poquito más el proceso”, afirma el director responsable. Foto: Mauricio GarínEn otro Carnaval
-Estamos en la segunda mitad del año. ¿Empieza la recta hacia pensar el espectáculo nuevo?
-Era más fácil, no estaban girando.
-Sí, pero por otro lado fue más difícil porque nos decidimos desaconsejadamente tarde: nos pusimos a escribir el espectáculo en noviembre. Teníamos cosas en la cabeza, en el corazón, ideas que teníamos que hacer; pero tuvimos que comprimir los tiempos, que repercute hacia todos los lugares: las “compas” que tenían que hacer los vestuarios tenían que diseñar más rápido, la gente de su taller se fueron a trabajar para otras murgas, hay que coser, conseguir más gente, se encarece. Buscar quién haga la puesta en escena, buscar sponsors: toda la cooperativa a mil.
Ahora estamos viendo que estaría bueno disfrutar un poquito más el proceso (risas), no estar corriendo con tanto estrés. Carnaval es rarísimo: quizás no sabés del todo qué tenés en el triperío, qué tenés para decir realmente, y ya tenés fecha de estreno. Y ya se están generando cosas con algo que no existe más que en tu cabeza. Tal fecha es el primer tablado, y hay que estar. Y ya hay críticas, pensando “qué tendrá la Catalina”, suposiciones, promesas que se están haciendo, y solo está en tu cabeza. La idea es no pasar ese estrés tan intensamente, por eso estamos en tiempo de decidirnos qué vamos a hacer.
Por el otro lado siempre estamos con los radares alerta, no solamente para vivir como murguistas sino para divertirnos: veo una cosa que me da gracia y escribo en el grupo de WhatsApp de mis hermanos a las cinco de la mañana: “Esto es para un cuplé”. Como dice (Jorge) Drexler: “El velo semitransparente / del desasosiego / un día se vino a instalar / entre el mundo y mis ojos”. El filtro de caricaturizar ya se instaló.