Por José Curiotto
Lugar: algún rincón del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Fecha y hora: 14 de febrero de 2010, poco después de las 21.
La trama: una pareja de Sunchales decidió arriesgarlo todo por rescatar a su hijo adoptivo del infierno haitiano.
Protagonistas: Fany, Gerardo y Eric.
Cualquier desprevenido podría pensar que se trata de una historia de ficción, pero cuando Fany, Gerardo y Eric logren fundirse esta noche en un solo abrazo, habrán hecho realidad lo que hasta hace poco parecía apenas un sueño inalcanzable.
En ese lugar y a esa hora, la familia Corroto logrará por fin estar unida a pesar de un terremoto que costó 250 mil vidas, de los interminables 8 mil kilómetros que por algún momento los separaron, de los peligros que debieron enfrentar y de la falta de respuestas del gobierno argentino que nada hizo por facilitar las cosas.
La historia había comenzado el año pasado, cuando los Corroto, cansados de buscar y esperar la posibilidad de adoptar un hijo en la Argentina, decidieron intentarlo en Haití. Conocieron entonces a Eric, un bebé de apenas unos meses que vivía en un orfanato en pleno Puerto Príncipe.
Iniciaron los trámites de adopción, pero la tierra tembló imprevistamente y la capital haitiana se desplomó. Sin embargo, el terremoto no logró desplomar el deseo de Gerardo y Fany por rescatar a su hijo del desastre.
Reclamaron y hasta imploraron al gobierno argentino para que emitiera una visa humanitaria para que el pequeño Eric, ahora de nueve meses, pudiera viajar al país. Pero todo fue inútil. “Algo pasó, aunque nadie nos dio explicaciones. Un funcionario de la Cancillería me dijo entre lágrimas que el Poder Ejecutivo no autorizaba la visa. Me aseguró que estaba atado de pies y manos; que como padre nos comprendía, pero que la decisión venía desde más arriba”, dijo Gustavo en aquel momento a El Litoral.
Entonces llegó la decisión que logró torcer esta historia cuando todo parecía perdido. El sol apenas amagaba con asomar a las 5.25 de la mañana del pasado 28 de enero en el aeropuerto de Ezeiza, cuando el vuelo de Copa Airlines despegó llevando a Gerardo Corroto dispuesto a internarse en lo más parecido al infierno en la Tierra. Sabía de los riesgos. Era consciente de que iniciaba una aventura peligrosa y sin garantías. Pero estaba dispuesto a todo por un objetivo: encontrar y rescatar a su hijo adoptivo, en medio de la tragedia haitiana.
Gerardo no estaba solo. Con él viajaban otros padres argentinos que sufrían la misma situación y que también habían decidido ir en busca de sus niños.
Viaje a lo desconocido
“No puedo creer que estemos atravesando por todo esto. Nos aventuramos al infierno para ayudar a nuestros hijos a que sigan con vida”, dijo Gerardo a través del teléfono, cuando apenas había llegado a Buenos Aires para emprender el largo periplo que lo llevaría primero a Panamá, luego a Santo Domingo -República Dominicana- y finalmente a Puerto Príncipe.
“Si no vamos, se nos pueden morir.... Es enorme la desesperación. Son nuestros hijos. Si no vamos, se nos van muriendo”, insistía Fany desde su casa de Sunchales. El mensaje de ambos retumbaba al unísono, a pesar de estar separados por miles de kilómetros.
A su llegada, Gerardo encontró un orfanato derruido por los temblores y se aferró con fuerza a Eric. “Ya lo tengo conmigo. Lo abrazo todo el tiempo, le doy de comer. Día a día mejora y no me vuelvo hasta conseguir los permisos para llevarlo a la Argentina”, escribía a través de un e-mail hace apenas un par de semanas, que parecieron eternas.
El viernes, por fin, los papeles estuvieron concluidos. Los Corroto y el resto de los padres argentinos que habían emprendido esta verdadera aventura estaban a punto de alcanzar el más preciado final.
Inmediatamente, se comunicó con Fany: “Ya está. Es nuestro. El domingo nos vemos en Ezeiza y luego vamos a casa, en Sunchales. Ya está, es nuestro”.
Esta mañana, la voz de Fany a través del teléfono se oía temblorosa. Se aprestaba a viajar en auto junto a Hugo Galotto, su padre, a Buenos Aires para vivir un encuentro que seguramente imaginó de una y mil formas durante las últimas semanas.
Poco después de las 21, en algún rincón del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, el primer capítulo de esta historia llegará a su fin.
Pero no será el último.
Para Gerardo, Fany y Eric, la trama recién comienza.
Relacionada:
Padres argentinos esperan ayuda para traer sus hijos adoptivos de Haití

































