Un grupo de investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel, publicó en la revista Nature Communications la identificación de un mecanismo molecular que permite la regeneración de tejidos tras un daño severo.
Un equipo del Instituto Weizmann de Ciencias describió cómo ciertas células sobreviven a daños severos y facilitan la reconstrucción de tejidos, un hallazgo que podría impulsar terapias para heridas y enfermedades como el cáncer.

Un grupo de investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel, publicó en la revista Nature Communications la identificación de un mecanismo molecular que permite la regeneración de tejidos tras un daño severo.
El avance resuelve un interrogante científico de más de cinco décadas y propone una base para futuros tratamientos que aceleren la recuperación de heridas y, potencialmente, eviten la recaída de ciertos tipos de cáncer.
La regeneración de tejidos —la capacidad de un organismo para reparar o reemplazar células y estructuras dañadas— ha sido un tema central en biología y medicina durante décadas. Aunque se observaba en modelos experimentales desde fines del siglo XX, la base molecular de este proceso no estaba claramente definida.
En su trabajo, los científicos se enfocaron en un fenómeno conocido como proliferación compensatoria: un proceso en el que células sobrevivientes alrededor de una lesión se multiplican para reconstruir partes del tejido perdido.
Este fenómeno fue descrito por primera vez en experimentos con larvas de mosca que regeneraban sus alas después de sufrir daños graves.
Mediante técnicas genéticas avanzadas, los investigadores identificaron dos poblaciones celulares con comportamientos distintos tras un daño: las denominadas células DARE (por sus siglas en inglés, células resistentes a la apoptosis con proliferación compensatoria) y las células NARE (células resistentes sin activación de caspasas).
Las células DARE activan una enzima que normalmente inicia la muerte celular programada (apoptosis), pero logran detener el proceso antes de su finalización.
Esto les permite no solo sobrevivir al daño, sino multiplicarse rápidamente, proliferar y reconstruir una parte sustancial del tejido en un periodo corto —aproximadamente 48 horas en el modelo experimental utilizado.
Por su parte, las células NARE contribuyen a la regeneración, pero su efecto es insuficiente sin la presencia de las DARE. Al eliminar estas últimas del sistema experimental, el proceso de proliferación compensatoria desaparece.
El trabajo de los científicos israelíes no solo identifica un proceso regenerativo, sino que además aporta pistas sobre por qué ciertos tratamientos contra el cáncer pueden fallar o por qué algunos tumores recidivan con mayor agresividad.
Tradicionalmente, terapias como la radioterapia buscan inducir apoptosis en las células tumorales, es decir, activar su autodestrucción. Sin embargo, los investigadores observaron que las células DARE y sus descendientes eran significativamente más resistentes a la radiación que las células normales.
Tras una segunda exposición a la radioterapia, el número de células muertas en el tejido se redujo considerablemente, sugiriendo que las células supervivientes desarrollan una resistencia que puede influir en la tenacidad de tumores recurrentes.
Este hallazgo plantea que los mecanismos que promueven la regeneración saludable también podrían ser aprovechados, de forma no deseada, por células cancerosas para evadir tratamientos.
El estudio describe además una red de señales cruzadas entre DARE y NARE que regula el crecimiento celular: mientras las células DARE fomentan la proliferación de las NARE mediante señales de crecimiento, estas últimas frenan el desarrollo descontrolado de las DARE a través de señales inhibitorias.
Este equilibrio puede ser crucial para evitar un crecimiento anormal —como el que ocurre en tumores— durante la reparación de tejidos.
Aunque los experimentos se realizaron en modelos biológicos específicos —como tejidos de larvas de mosca—, los principios moleculares fundamentales involucrados en la proliferación compensatoria están presentes en muchos organismos, incluidos los humanos.
Por eso, los investigadores consideran que comprender este mecanismo podría servir como base para nuevas estrategias terapéuticas destinadas tanto a acelerar la curación de lesiones como a mejorar la eficacia de tratamientos contra el cáncer.
El desafío ahora es traducir estos conocimientos básicos de biología regenerativa a aplicaciones clínicas. Son necesarios estudios adicionales en modelos más cercanos al organismo humano y, eventualmente, ensayos que evalúen si manipular estos mecanismos puede beneficiar directamente a pacientes con lesiones graves o con cáncer.
En ese proceso, deberán evaluarse cuidadosamente posibles riesgos asociados con la estimulación de la proliferación celular, dado que un crecimiento excesivo o mal regulado podría favorecer la aparición de tumores.
Este avance se suma a una serie de investigaciones en el campo de la biología celular que, en los últimos años, han profundizado el conocimiento sobre cómo tejidos y órganos pueden repararse o reconstruirse, desde estudios sobre la regeneración en animales como los axolotes hasta esfuerzos por desarrollar terapias génicas y celulares en medicina humana.




