Por Enrique Cruz (h)
Luis Spahn asomó en Unión con fama de hombre adinerado e imagen de exitoso empresario. Lo acercó Jorge Molina, durante el gobierno de Malvicino, cuando la situación económica del club no tenía paz ni arreglo. Se creó aquel proyecto Pilar del Tate que permitió un ingreso de alrededor de 1.000.000 de pesos (algo más o algo menos) en ese entonces, bajo el mutuo compromiso de construir un complejo residencial y deportivo que se frenó, según se encargó de decir en varias oportunidades el propio Spahn, porque el club no avanzó en lo que a la institución le concernía de acuerdo al compromiso firmado. En ese momento, fue un alivio.
Hombre vinculado desde muy joven a los negocios, siguiendo una tradición familiar, su vida comercial es amplia y agitada. Muchos viajes al exterior, un despertador que suena de madrugada, muchas horas de trabajo diario, gestión y pragmatismo, son algunas de las particularidades de este hombre casi sin historia dirigencial en Unión.
Spahn quiso ser presidente hace dos años, pero relegó el “1” por el “2”, siguiendo a un hombre que sí disponía, distinto a él, de un perfil histórico como dirigente dentro del club: Jorge Molina venía trabajando desde hacía algunos años en Unión, junto a Ángel Malvicino. Y seguramente contó, en ese entonces, con el apoyo de quien, en vida, “apadrinó” a ese grupo que pretendió continuar en el gobierno en 2007, pero perdió las elecciones con la Unión Rojiblanca.
Spahn se va a encontrar, quizás, con una realidad muy distinta a la de sus negocios; experimentará un mundo (el del fútbol) que es diferente y tiene sus propias particularidades. El club que encontró, seguramente, no difiere en los rasgos principales del que hallaron los últimos presidentes de Unión cuando les tocó pisar por primera vez Unión. Deudas, compromisos, pasivo, el equipo en la “B”, urgencias, escasez de recursos, etcétera. Nada debe asombrar. Como tampoco que la historia se repite: los dirigentes deberán poner plata. La puso Malvicino, la puso Vega y ahora la tendrá que poner Spahn. Él y los que lo acompañan.
Spahn —ojalá así sea por el bien de Unión— tiene cuatro años para torcer esa realidad. Necesita un plan sustentable, coraje para llevarlo a cabo pese a los contratiempos, paciencia y suerte. El plan, el proyecto, es lo que más importa en este momento.
































