Por Mónica Ritacca
mritacca@ellitoral.com
Pasar una vejez tranquila es uno de los principales anhelos de las personas. Es que después de varios años de trabajo, de obligaciones y de responsabilidades saben que algún día les llegará el momento de descansar y de hacer todo lo que no pudieron mientras estaban en actividad. Sin embargo, las expectativas de llegar a viejo y de disfrutarlo se truncan cuando con la jubilación que se va a percibir se deduce que llegar a fin de mes será difícil.
Graciela, Marta y Rosa son jubiladas nacionales y cobran la mínima de 0 mensuales. “Cuando uno es joven se imagina todo lo que va a hacer cuando llegue el momento de jubilarse y nunca pudo: viajar, visitar amigos que viven lejos...”, aseguraron las tres mujeres a El Litoral. Y agregaron: “Pero cuando te topaste con ese momento te das cuenta que fue sólo una ilusión porque empieza una vida llena de resignaciones, de buscar la manera de que el dinero alcance y de rogar no enfermarse”.
Graciela tiene 63 años y trabajó 44 como empleada de comercio. Al momento de retirarse, cobraba un salario de .440. Pero al jubilarse su haber descendió a 3. Marta también tiene 63 años y trabajó 44 años de su vida en el hospital Ferroviario, donde consiguió la categoría máxima como jefa contable. Como activa cobraba .900, cifra que disminuyó considerablemente cuando a los 60 le llegó, sin opción, el telegrama de su retiro. Rosa, por su parte, contó que atraviesa los 78 años con varios problemas de salud: diabetes, colesterol y artrosis. Fue quiosquera algunos años y por esa actividad hoy percibe la jubilación mínima.
Los precios en el supermercado y el costo de trasladarse en taxi o remís bastan para darse cuenta que vivir con 0 por mes no alcanza. Estas mujeres aseguran que para vivir “hay que hacer maravillas”. “Hay veces que no me puedo comprar los remedios y cuando puedo los tomo día por medio para que rindan más”, refirió Rosa sabiendo que debería tomar los medicamentos como se lo explicó su médico pero sus recursos económicos se lo prohiben en varias oportunidades. “Intenté que me los dieran en el Pami pero me dijeron que eran muy costosos y no podían”, agregó.
Apelar a los hijos
Aunque cobran 0, las tres jubiladas señalaron a El Litoral que ni bien llegan los impuestos acuden a pagarlos porque saben que caso contrario asumirían una deuda y no podrían dormir tranquilas. Son verdaderas contribuyentes, y vale decir un ejemplo frente a tanta gente que pudiendo pagarlos a tiempo deja pasar años y termina ajustándose a una moratoria.
“Llegar a fin de mes no es fácil, sobre todo si te enfermaste”, dijo Graciela. A lo que El Litoral preguntó si en esos casos son los hijos los que ayudan. “Uno trata de no molestarlos porque ellos tienen sus familias. A mí me da vergüenza decirles que me falta algo y trato de no decírselos, pero ayudan igual”, respondió.
El término vergüenza, aclara, es porque trabajó y aportó toda su vida con la única finalidad de pasar una linda vejez y no es justo que ahora deba acudir a la ayuda de sus hijos. “Mi esposo es pensionado. Cobra menos que yo. Tuvo 4 infartos y para que pudiera vivir hubo que operarlo en la Fundación Favaloro. Para eso, mis hijos se hicieron cargo de una prepaga. ¿Pero cuántos jubilados hay que no tienen hijos y que nadie puede ayudarlos?”, reflexionó.
Seguir trabajando
No son pocos los pasivos que, tras una vida laboral considerable, deben seguir trabajando para poder subsistir. Pero tal camino no es fácil ya que conseguir trabajos formales es muy difícil para las personas mayores y deben recurrir a empleos en negro y, por supuesto, mal pagos.
Marta es, de las tres mujeres, la que más se muestra preocupada por los jubilados del mañana.
Es que, considera, su situación será peor a la que ella atraviesa. “Lo que estamos contando es la realidad del jubilado nacional de hoy, que será mucho peor en unos años porque ni siquiera van a cobrar lo poco que percibimos nosotros. Los activos parecen no darse cuenta y no se suman a nuestras luchas, pero deben enterarse de que esto se irá agravando”, refirió indignada. Y acotó: “La ley de movilidad jubilatoria aprobada recientemente lo corrobora”.
Por último, frente a la dura realidad que narraron, las mujeres que dialogaron con El Litoral se mostraron fuertes y con ganas de seguir luchando. En ello, aseguran, mucho tienen que ver las reuniones que hacen en el Centro de Jubilados 9 de Julio sus 720 socios, quienes alguna vez también soñaron con llegar a viejos pero bajo otras condiciones de vida.































