Palabras de la cárcel al aula

"Te escribo para decirte que dio gusto la charla. También yo tuve un faso entre mis dedos y caí varias veces preso. Pero fueron caídas de diez o doce horas. Hoy, más que nunca, escucharlos me hace razonar sobre las cosas que hice, como por ejemplo robar. Y valoro todo lo que ustedes hacen para sentirse en libertad".

El ida y vuelta que se generó entre los pibes de la escuela de educación técnica N° 691 de Laguna Paiva y los internos de Coronda fue el primer paso de un camino que los presos comenzaron a recorrer este año, con una meta: contar su experiencia y ayudar a los chicos a pensar. El nombre del proyecto es Prevención del Delito.

"No venimos a dar ningún ejemplo. Somos como ustedes, y también pasamos por una escuela como ésta. Venimos a contar cómo la transformación se produce en un ámbito donde la oscuridad es el elemento básico. Cuando se pierde todo tipo de decisión, incluso sobre la propia integridad, no quedan muchas opciones.

Nosotros venimos a contar lo que hemos pasado. Por propia voluntad, queremos que conozcan nuestra experiencia", dijeron los presos, ante la mirada atenta de los chicos de EGB 3 y Polimodal.

"El promedio de edad de la población de Coronda es de 23 años. Son poco más grandes que los adolescentes que están en las escuelas: son contemporáneos generacionales", explica Nicolás Rojo, presidente de la Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina (delegación Santa Fe), entidad que funcionó de nexo entre ambas instituciones.

"Para poder realizar la primera de estas charlas, fue necesario recorrer muchos caminos burocráticos y administrativos. Pero nos parece muy bueno poder hacerlo", cuenta Nicolás, quien está a cargo de coordinar el taller literario que, desde agosto de 2005, brinda la Sociedad en la cárcel.

La experiencia se gestó pocos días después de la masacre de Coronda, y fue una apuesta a la luz en el marco de una población oscurecida ante tanta muerte.

Actualmente son unos 16 presos los que, cada semana, participan de "Los pupilos de Borges".

"La cárcel, desde estas experiencias culturales que se han logrado con mucho esfuerzo de todos, puede tener una palabra para decirles a los chicos. Desde el punto de vista jurídico, un adolescente que tenga cuatro o cinco entradas o que produzca un hecho violento, casi con seguridad va a ir a parar a la cárcel.

Entonces, el fenómeno que se produce cuando se encuentran cara a cara es muy fuerte, porque están hablando de una realidad que todos conocen. La historia se cuenta en primera persona", dice Nicolás.

Primero, los presos leyeron sus producciones literarias. Luego fue la hora de las preguntas de los chicos. El diálogo se generó fácil: todos compartían el mismo idioma.

LUGARES

"A los alumnos les llamó mucho la atención la frase de uno de los presos, que les dijo: `El penal no se llena con personas que traen de Marte. En la cárcel hay personas que salieron de escuelas, como ustedes. Nosotros venimos del mismo lugar que el que ustedes ocupan ahora", cuenta Mónica Caropresi, secretaria de la Sociedad de Escritores.

Los presos no sólo dejaron sus historias en el aula. También se llevaron un caudal de emociones. "Fue notable el reconocimiento de los alumnos a la disposición que tuvieron los internos de enfrentarse a ellos. Los alentaron, los apoyaron. Y eso ayuda a fomentar, con un granito de arena, la autoestima del preso, para que pueda decir: `Yo soy capaz, en otro camino. Estoy en condiciones de colaborar, de hacer, de ser considerado desde otro punto de vista", explica Mónica.