"Para una película, todo lo que necesitás es un arma y una chica".
La nueva película del director estadounidense vuelve a 1960 para revisar cómo Jean Luc Godard filmó la mítica "Sin aliento", obra central de la nueva ola francesa.

"Para una película, todo lo que necesitás es un arma y una chica".
La frase de Jean Luc Godard suele citarse para mostrar la faceta provocadora del director. Sin embargo, funciona también como una puerta de acceso a una época en la cual el cine francés cambió para siempre.
La Nouvelle Vague, a fines de los años '50, fue una corriente estética que se pensó como respuesta directa a un sistema industrial que, igual que el sistema de estudios de Hollywood, se había vuelto rígido, caro, lento y distante.
Los jóvenes críticos que trabajaban en la revista Cahiers du Cinéma (Truffaut, Godard, Rohmer, Chabrol) decidieron romper con ese modelo con muy poco: cámaras portátiles, rodajes en exteriores, actores desconocidos, guiones creativos y un formato de producción cercano a la vida cotidiana.
La "nueva ola" (tal es la traducción del francés) reconfiguró el vínculo entre el cineasta y el mundo y dio pie a una generación que comprendió que la cámara era como una libreta de apuntes, ligera y plagada de anotaciones urgentes.
Un disparador interesante podría ser el siguiente: ¿Cómo hubieran actuado los enfants terribles de Cahiers du Cinema en el siglo XXI, con las posibilidades de lo digital?
"Una historia debería tener un principio, un desarrollo y un final. Pero no necesariamente en ese orden".
Godard llevó esa premisa al extremo con "Sin aliento" (1960), su primera película y, para muchos historiadores, el documento central de la Nouvelle Vague junto a "Los 400 golpes".
Escrita junto a François Truffaut, la historia sigue a un ladrón y a una estudiante estadounidense por las calles de París, pero lo determinante no está en el argumento, que bebe del noir americano, sino en la forma en que está narrada.
El film irrumpió con saltos de montaje abruptos, actuaciones semidocumentales y diálogos improvisados. Godard transformó lo accidental en método. No le adelantaba escenas a los actores, buscaba decisiones espontáneas y registraba la calle como si fuera un organismo vivo.
La dupla Jean-Paul Belmondo - Jean Seberg aportó mucho. Juntos encarnaron un tipo de relación moderna, fragmentada, lúdica, que anticipaba un nuevo modo de representar el deseo y la deriva urbana.
Richard Linklater es uno de los directores estadounidenses más atentos a la dimensión temporal del cine. En "Nouvelle Vague", su nueva película, regresa a la París de 1960 para narrar la trastienda del rodaje de "Sin aliento".
El film reconstruye un Godard joven, obstinado, desconfiado de los productores y convencido de que el cine debía improvisarse en el set. Linklater toma ese espíritu y construye un relato donde la precariedad es motor creativo.
El reparto incluye a Guillaume Marbeck como Jean-Luc Godard, Zoey Deutch como Jean Seberg y Aubry Dullin como Jean-Paul Belmondo. Según el crítico Diego Batlle, logran "un film alegre y vital que celebra la audacia, lo artesanal y la aventura de hacer cine con más ingenio que dinero".
En "Nouvelle Vague", la frase funciona como contrapunto: el detrás de escena del rodaje godardiano está lleno de tensiones, malentendidos, esperas y peleas, pero Linklater lo filma con un humor preciso.
Lo que emerge es la dinámica de un grupo que trabaja sin certezas, bajo presión y con el tiempo contado. El clima, lejos de la épica, es el de un rodaje pequeño donde cada decisión puede torcer el rumbo.
Linklater incorpora la frase de Godard en un doble sentido: como guiño teórico y como herramienta. La película no oculta su artificio, pero tampoco lo subraya. Hace visible el mecanismo sin convertirlo en truco.
Al reconstruir el rodaje de "Sin aliento", muestra que toda biopic es una interpretación y que toda interpretación es ya una forma de ficción.
Esa premisa de Godard parece acompañar cada decisión de Linklater. “Nouvelle Vague” juega a reconstruir una época sin aspirar a la verosimilitud total. Elige, en cambio, apostar por la sensación: los nervios del rodaje, el ruido de la calle, la libertad de un director que todavía no es mito.
"La revolución no fue técnica. Fue mental". Linklater nos devuelve a los 60 y sostiene su trabajo en la siguiente idea central: lo realmente innovador del movimiento es que todos los que lo integrado tenían algo urgente para decir.




