En el marco de sus 40 años de carrera musical, una de las voces destacadas del rock nacional llega una vez más a la capital santafesina para hacer un repaso por sus canciones clásicas, tangos populares y algunas canciones nuevas en un formato en donde la cercanía con el público será protagonista de la noche.
Javier Calamaro, acompañado en piano por Leandro “Chapa” Chiappe, repasará sus canciones más conocidas logrando un show pleno de momentos emotivos. Será este sábado 12, en Tribus Club de Arte, desde las 21; las entradas están a la venta en boletería de la sala y a través de Ticketway.
Antes de la visita, el cantante conversó con El Litoral para repasar este formato, sus últimos movimientos artísticos, y la continuidad de una rica carrera.
Entre amigos
-Traés este show íntimo a Tribus, en el marco de tus 40 años de carrera. ¿Cómo pensaste el repertorio para celebrar también con el público santafesino?
-Es en este plan íntimo, que es el que me gusta mucho últimamente: todos mis últimos shows los hice así, porque hay una cosa más fina, más elegante, y (para mí) más linda, en escuchar bien todos los coros y toda la sonoridad de algo acústico.
Un poquito en base a eso elijo el repertorio también. Hace 40 años empecé a grabar discos, pero no es que el repertorio va a ser repasando 40 años de historia musical. Lo voy a elegir en base a este sonido más sensible, donde escuchamos todo, y al final lo que hace es que uno interprete mejor.
-Venís con Leandro Chiappe en el piano. ¿Cómo es cómo es trabajar en esa dupla?
-Imaginate que con el Chapa me fui de gira dando la vuelta al mundo un par de veces, tocamos juntos hace 25 años. Más allá del cariño hay una especie de simbiosis cuando nos subimos un escenario; que pasa por todo lo que hicimos juntos, incluido nuestros dos discos de tango.
Así que hay mucho para hacer, hay para improvisar también: nos gusta improvisar cuando estamos en este plan. Y todavía hay una posibilidad de que llevemos la banda completa en un plan acústico: es probable que tengamos la sorpresa de que se suban el Indio (Márquez), el Zurdo (Daniel Alaguibe), mis hermanos de la vida musical.
-El Zurdo Alaguibe fue compañero tuyo desde la época de Los Guarros.
-Exactamente: hace 35 años que toco con el Zurdo, una vida. Además nos queremos mucho, y nos vemos mucho más allá de cuando vamos a ir de gira.
-Ser amigos más allá de compañeros; compartir momentos fuera de la música.
-Claro; ese siempre fue mi concepción de ser solista. Siempre fui solista como si tuviese una banda, y una banda era un grupo de amigos que se juntan a tocar. Era, no sé si sigue siendo eso; pero para mí solía ser un grupo de amigos que nos juntamos a tocar, y eventualmente a convivir, en una gira, por ejemplo. Componer juntos. Y esas cosas siguen pasando, y según lo veo cada vez mejor.
-Probablemente uno de los momentos emotivos en tus shows sea “Este minuto”, una canción que le dedicaste a tu papá. ¿Qué te pasa cuando la cantás hoy?
-Lo evoco a mi viejo; me pasa siempre lo mismo. Interpretar (para mí, por lo menos) es sentir lo que estoy cantando; y la canción es una evocación permanente a mi viejo. De hecho la escribí cuando pensé que papá se iba a morir; la compusimos con el Chapa justamente.
Y cada vez que la toco me rememoro eso, lo tengo los tengo bien presente. Está toda la lucha de mi viejo por la cultura nacional, la vida de mi viejo, su búsqueda, vista desde mi punto de vista. Es muy emotiva la canción para mí, lógicamente.
Sentir ciudadano
-Recién hablabas de los discos de tango que hiciste con el Chapa. ¿Qué lugar ocupan hoy en el repertorio y en tu vida artística el tango? Por qué crees que canciones como algunas de las cuales grabaste (“La última curda”, “Desencuentro”) siguen tan vigentes y le llegan tanto a los públicos, incluso algunos que no son tangueros?
-“Cambalache”, “Yira yira”, ni hablar. Nací en una cuna de rock: cuando nací mi papá estaba poniendo Santana, los Beatles; él era un gran adepto del tango, y sentía por otra parte que llevaba el tango en la sangre, como una cuestión casi ancestral.
Y me pasó lo que le pasa a mucha gente, según la teoría troileana: que en determinado momento de la vida estás caminando por la vereda y cuando das vuelta a la esquina de golpe te agarra el tango por las pelotas y no te suelta más. Con todo el bagaje musical que yo traía, más o menos alrededor de los 30 años me pegó el tango y me cayeron las fichas.
Había cantado tango de chiquito; pero me pegó. Además tenía el compañero ideal, que es el Chapa, y terminamos componiéndolo, haciendo propio el género. Nos encanta nuestro tango, como nos encanta “Cambalache”, “Yira yira”, “Desencuentro” o “La última curda”.
Todo eso es algo que nos acompaña, y que lo metemos en los conciertos alternado con el resto de nuestras canciones, que son de vena más rockera, digamos. Ya está incorporado, al punto que por ahí componemos algo y no nos damos cuenta de que estamos haciendo un tango, por ahí con otro ritmo. Pero notamos la influencia claramente. Está siempre presente: en Tribus el 12 de julio, también va a haber un momentito para el tango, sin duda.
-Es muy difícil para los artistas argentinos no componer con algo de tango, aunque no lo busquen.
-Sí, desde Litto Nebbia a esta parte. Siempre hubo un gran respeto por el tango, dependiendo de la sensibilidad del compositor, del artista del que hablemos. Y siempre sentí que de alguna manera el rock tomaba la posta del tango, en ciertos aspectos. El tango cubrió un aspecto de la lírica y de la ideología de las letras, en lo que hace a una canción en el momento oportuno en el cual sale esa canción.
El tango fue así: desde Discépolo hasta Homero Manzi, (Enrique) Cadícamo también, y ni hablar Cátulo Castillo. Sentí que cuando surgió el rock en la Argentina, a partir de fines de los 60, sobre todo en los 70 (que se puso un poco un poco más contestatario, un poco más profundo, un poco más filosófico, con la llegada de Spinetta, de unas canciones de Litto también) estaba tomando la posta.
La voz de esos artistas jóvenes, pero maduros, suena como rock. Y eso mismo pasaba con el tango; porque cuando escribían Cadícamo o Discépolo eran tipos jóvenes, con una carga ideológica muy potente, depende el caso. Y eso también pasa de la misma manera con el rock, ese compromiso.
Y en algunos aspectos musicales también: Litto Nebbia, Spinetta, sobre todo. Y de ahí salimos: es lógico que hayamos heredado algo de eso.
Compañeros de ruta
-Hablábamos del Zurdo, de tus comienzos, la etapa de Los Guarros. Vista desde hoy, ¿qué representa en tu vida? ¿Qué recuerdos tenés de esa época?
-Tengo relación con Los Guarros: cuando el Gitano (Daniel Herrera) se fue a vivir a Estados Unidos, yo perdí contacto con él durante 20 años; pero después nos reencontramos en 2017. Y cuando nos reencontramos (nos puso en contacto el Zurdo, de casualidad), juntamos a toda la banda, con Marcelo Mira, con Daniel Castro.
En los pocos viajes que hizo el Gitano a Buenos Aires volvimos a reencontrarnos, tocamos varias veces; grabamos un disco que se llama “7-Siete”, porque es el séptimo disco de los Guarros; y de hecho se podría decir que Los Guarros siguen existiendo: nunca dijimos “bueno basta, hasta acá llegó”. Dejamos de vernos, nos reencontramos después, porque tenía que ser así; y ahora hablamos todo el tiempo, sobre todo con el Gitano. Hablamos y nos vemos cuando él viene a Argentina. Más que un recuerdo es algo que tengo presente.
Lo que viví con Los Guarros para mí fue un aprendizaje genial: las giras, los discos, el rock and roll, el rock duro.
-Unos años intensos, siendo muy jóvenes.
-Yo había tenido dos bandas antes de Los Guarros; para mí ese momento no era tan juvenil. Pero sí: en el año 88 compusimos las canciones del primer disco (“Prostitución y Vagancia”), yo tenía 22 años. Tampoco es que ahora me siento mucho mayor que eso (risas), a pesar que pasaron 37.
-Que “Vamos a la ruta” esté en todas las radios, tener un hit así a una edad temprana hay que manejarlo.
-“Vamos a la ruta” es del 90, ya del tercer disco (“Los Guarros”). Pero sí; además la música siempre representó el momento de la vida que estábamos pasando; y por otra parte generaba nuevos momentos de la vida para seguir aprendiendo y creciendo con eso. Entonces es una relación recíproca muy potente y claro, nos agarró siendo pibes. Siempre voy a estar agradecido con eso.
Voz ideal
-Volviendo al presente, ¿cómo surgió “Dame calor”, el tema que hiciste con Ángela Leiva?
-La había compuesto hace 20 años: me había sobrado del repertorio de un disco. Cuando me planteaba hacer un disco componía, juntaba todo lo que había compuesto en un determinado periodo, y siempre llegué con muchas más canciones de las que quedaron finalmente. Supongo que “Dame calor”, por una cuestión del estilo, me quedó afuera del disco.
Cuando la conocí a Ángela, la canción ya tenía 20 años en un disco rígido: la había grabado, había hecho un demo. La conocí a Ángela en un programa de televisión, pegamos súper buena onda y me pareció que la canción es ideal para nosotros.
Ella es una gran intérprete, gran cantante, que le iba a quedar bien el género del bolero; yo había grabado algún que otro bolero, pero este, al ser inédito, me parecía como una pequeña joyita para compartir con ella.
-“Tengo el tema para que hagamos juntos”.
-Sí: la conocí, al toque la escuché cantar ahí al lado mío y al toque le dije: “Sabés que tengo una canción”. Porque las canciones, por más que me queden afuera de un disco dos décadas atrás la sigo teniendo en la mente. La conocí a ella y me acordé de esa canción y le dije: “Mira, escuchá esta canción, me parece que es ideal para nosotros”.
Nuevos ojos
-En estos últimos años también lanzaste discos con versiones (“Subversiones”), relecturas de tus clásicos (“El regalo”). ¿Qué es lo que te atrae de volver sobre lo propio y lo ajeno? Revisitar tu propio repertorio y elegir canciones para decir: “Bueno, me animo a un disco de canciones ajenas”.
-Cuando versiono (del género que sea) una canción de otro, por lo general es una canción que siempre me gustó, que había escuchado y en determinado momento me la quiero apropiar: quiero darle mi propia mi impronta. Y se me ocurre en ese momento, porque además es muy divertido de hacer, de qué manera hacerla: se me ocurre una versión, qué clase de arreglo, qué tempo, en qué tonalidad, cómo va a sonar mi voz ahí.
Me parece divertido versionar canciones o reversionar las propias: es como un programa muy divertido de hacer, como un viaje emocionante donde uno dice: “Uy, que cómo me gustaría cantar esta canción”. O cuando la hice, hace mucho tiempo, por ahí me quedé con las ganas de probarla en otro tempo, con otro estilo, con otros arreglos; y la canción se convierte en otra cosa, sigue siendo lo mismo pero nuevo.
-Jugar a buscarle otros colores también.
-Claro, eso es lo que me lleva a versionar; no importa si son propias o son ajenas. Es lo que me divierte hacer como experimento, y muchas veces resulta mal: pruebo hacer cosas que después no quedan en la nada, me quedan ahí en el disco rígido.
-Pero no lo olvidamos, porque el disco rígido no se olvida.
-No, quedan ahí como quedó, “Dame calor”. Con las versiones pasa muchísimo: voy a probar esto y meto un piano, meto una voz, después meto unos arreglos, y por ahí va o por no va. Si va, si me siento bien con eso, avanza y la termino. Es parte del juego de hacer música.
-En “El regalo” hiciste “Quitapenas” con Ulises Bueno. ¿Cómo fue ese convite, y qué tiene esa canción que sigue con tanta fuerza hoy?
-Yo tenía un programa donde invitaba artistas a mi casa, comíamos y cantábamos. Ya lo conocía a Ulises, porque me había invitado él antes a cantar de invitado en un Luna Park. Entonces también vino al programa unos meses después: lo invité a mi casa, cantamos, vino con la familia y todo.
En ese momento se me ocurrió que iba a quedar bien que cantemos juntos “Quitapenas”. Y bueno, después de que salió lindo en mi casa, lo llamé: “Quiero probar esta versión con vos, como lo hicimos en casa”. Le había hecho una versión distinta del original, con un poco de otros estilos, y salió muy lindo: quedamos muy contentos con todo eso.
Y la canción... a veces a uno le sale una canción que queda más en la cabeza de la gente. Pero eso es circunstancial, da lo mismo: no es que a mí me gusta más o me gusta menos esa canción por la trascendencia que logre.
-Y tampoco es una cosa que uno pueda controlar: por qué una canción le gusta más a la gente que otra.
-Claro. Uno sabe cuándo una canción tiene cierto potencial, en el sentido de que es más pegadiza, porque toda mi vida me ha pasado eso con canciones ajenas. Pero en realidad eso es accidental, no es mejor ni peor, por el hecho de que sea más o menos pegadiza. Y en base a eso, viene la trascendencia.
En movimiento
-¿Qué se viene para vos en la segunda mitad de 2025 y hasta donde sepas?
-Tengo ahí algunas canciones inéditas que quiero terminar. Tenemos por suerte mucha gira, y seguir componiendo y haciendo música es me una gran manera de celebrar estos 40 años que llevo haciendo música a nivel profesional. Mi año va a continuar así: componiendo, grabando, cantando.
-¿Hay alguna fecha para la publicar lo que estás componiendo?
-No: tengo muchas canciones empezadas, y ahora tengo que decidir cuál voy a terminar primero. Pero no pienso en la fecha en la cual va a salir; supongo que en primavera. Pero así las hago tranquilo, en casa, con los músicos que me acompañan. Y cuando las tengo listas ahí recién ahí veo por dónde salen.