“Dicen que cuando te convertís en madre, tu vida cambia para siempre. Dicen que los días se volverán largos pero que los años pasarán volando. Y dicen que esa personita que se adueñará de tus días se convertirá en tu favorita desde la primera mirada”. Así se promociona “Madres”, la comedia compuesta por situaciones, monólogos y canciones escrita por la estadounidense Sue Fabisch, que cuenta las historias de cuatro madres, cuatro amigas bien distintas y miles de maneras de vivir la maternidad, protagonizada por Sabrina Garciarena, Viviana Puerta, Andrea Lovera y Manuela Perín.
Es una obra actuada, dirigida y realizada íntegramente por mujeres. El diseño de vestuario está a cargo de Ale Robotti, en la dirección vocal y adaptación musical Ana Durañona, las coreografías son de María Maxwell, Julieta Wagner será la encargada de la escenografía y la producción ejecutiva a cargo de Juan Cruz Millozzi. Está dirigida originalmente por Josefina Pieres (con Melu Lambierto director residente), con producción general de Carlos Mentasti y Valentina Berger (GO Broadway Productions).
Tras ser nominada a tres Premios ACE, ya obtuvo el premio Estrella de Mar a la Mejor Comedia Musical 2022, está en los escenarios desde hace casi dos años, en este momento embarcada en una gira nacional que pasará por Santa Fe el sábado desde las 21 en el Teatro Luz y Fuerza (Junín 2957). Las anticipadas están en venta en la boletería de la sala y por sistema Ticketway.
En diálogo con El Litoral, Puerta contó el proceso de una obra que comenzó como una hazaña en tiempos difíciles y se convirtió en un éxito inesperado.
Odisea pandémica
-Junto con Sabrina fuiste integrante del elenco original, que estrenó la obra en agosto de 2021. Viviste el proceso de gestación en plena pandemia con la productora Valentina Berger, la directora Josefina Pieres trabajando a distancia y la adaptación del original de Ana Durañona, en un contexto pandémico, incluso con una versión en streaming. ¿Cómo viviste ese proceso, desde aquel entonces (fue bueno, medio épico hacer teatro en esas condiciones) hasta este presente?
-Bueno, tú lo has dicho: épico, esa palabra creo que lo define. Y define a todos los que en plena pandemia veíamos atados a nuestros sueños, a continuar: cuando todo nos decía “paren”. Los artistas somos bichos raros: andamos siempre a contrarreloj, con trabajos muy atípicos, con horarios atípicos; y la creatividad es lo que (a mí por lo menos, y a todos los que conozco que nos dedicamos al arte) nos mantiene bien, saludables, felices, y nos nutre para la vida. Yo sentía que no podíamos seguir trabajando; habíamos hecho algunas cosas por streaming, pero no es lo mismo subirse a un escenario que hacer una obra de teatro por streaming.
En el medio de toda esa situación me dediqué a leer muchas obras; y soñaba con hacer una obra para mujeres, por mujeres. Después de leer muchas apareció “Madres” de la mano de Valentina Berger, y me encantó: me reí mientras la leía, me emocionaba; terminé de leerla y dije: “Esto hay que hacerlo”, pero no sabíamos cuándo iba a ser posible.
Ahí está la locura que tienen los productores, que ven un poquito más allá: empezaron a armarlo, y para mí era una locura: “¡Está todo cerrado!”, los teatros y los restaurantes, Cuando el teatro se abría era con un aforo muy limitado, donde la gente entraba en burbuja, no podías poner a nadie alrededor. Era rarísimo estrenar una obra de teatro en ese contexto, pero se hizo: estrenamos en el Picadero, y ensayábamos por Zoom, por WhatsApp. Que también era raro, porque esto tiene canciones, tiene movimiento, tiene coreos: era muy difícil.
Después empezamos con la presencialidad, hisoparnos una vez por semana: por afán de volver a trabajar nos sometíamos a cualquier experimentación. Los productores dijeron: “Estrenamos en agosto”; pero con un aforo del 30% decíamos “¿quién va a venir?”. Porque aparte del aforo la gente tenía miedo de volver a salir: se había instalado el miedo. No te voy a decir que la gente joven no va al teatro, pero nuestra obra estaba dirigida a un público que era muy difícil volver a capturar; había que transmitirles: “Vengan, que el teatro es seguro”.
Al margen de todos los requerimientos los teatros, todo el protocolo que había que cumplir (y que lo cumplíamos, por supuesto) había que decirle a la gente que venga. Y se empezaron a animar, empezaron a venir, después el aforo se abrió e hicimos esa temporada en el Picadero que fue creciendo como una bola de nieve. Y acá estamos: las primeras negociaciones fueron en marzo, así que llevamos más de dos años de este sueño.
“Entre nosotras cuatro tiene que haber mucha comunicación, mucha mirada, si algo está fallando tiene que estar la otra para resolverlo”, cuenta la actriz. Foto: Gentileza producciónDinámica
-¿Cómo se fue modificando la química original con los reemplazos que pasaron, como Laura Conforte y Anita Martínez, y cómo funciona este cuarteto actual con Andrea y Manuela?
-El inicial fue con Paula Kohan y Flor Otero; decimos con Sabrina que somos las socias fundadoras, vitalicias: somos las que estamos estoicas, aferradas a este proyecto. Los actores estamos acostumbrados a que los trabajos nos duran tres meses, y después por lo general tenés otra cosa; porque sabés que más que eso no funciona: uno está más acostumbrado a fracasar que a tener éxito. Entonces el éxito te sorprende, cuando quizás ya planeaste para dentro de tres meses otra cosa. Pasaba un poco eso: no podías proyectar a largo plazo.
Pero nos llevamos muy bien, tenemos muy buena química con las chicas, son muy talentosas: han hecho (tanto Andrea como Manuela) una carrera muy prolífica en el teatro musical; Sabrina y yo venimos de lo audiovisual, de la tele, de las series (si bien también he hecho mucho teatro). Nos conjugamos muy bien.
-En el elenco original Flor Otero era la que más carrera musical tenía. Pero es una obra que tiene esa exigencia de manejar el lenguaje del teatro musical como el timing de la comedia.
-Exactamente. Y eso es muy difícil: como vos decís hay que tener experiencia en alguna de estas áreas. Yo no había hecho nunca musical, y Sabri había hecho “El violinista en el tejado” con Raúl Lavié: una obra muy linda, muy larga también, pero donde había muchos personajes. Que es lo que pasa en la estructura de la comedia musical: entra gente, entran bailarines, entra escenografía, baja gente.
Esta es comedia musical porque está armada así, pero no te das cuenta: somos cuatro, con un living, un sillón, y no se mueve nada. Y las cuatro estamos ahí con nuestro cuerpo durante una hora y cuarto, ninguna sale de escena, Cantamos 18 canciones en vivo; después nos dicen: “¿Cantan ustedes?”. “Sí, cantamos nosotras señora” (risas). Actuamos, y tenemos que tener ese timing, como bien decís, de la comedia: que es muy preciso, y de lo que tiene que ver con lo musical.
Pero como las canciones están escritas como escenas totalmente enlazadas una con otra, vos entrás en la canción; no es que dicen: “Bueno, momento de canción” y cantamos a público. Es bastante atípica en ese sentido.
-Es como es como las “comedias de puertas” con canciones.
-El vodevil lo que tiene es que entran y salen los personajes; acá en algún momentito una sale a buscar algo y vuelve a entrar al instante. En ese sentido es muy agotadora; las chicas que tienen experiencia en comedia musical nos dijeron: “Estoy acostumbrada a hacer una obra de dos horas y cuarto, con un intervalo; pero no estoy las dos horas y cuarto arriba del escenario”.
Es agotadora porque es lo que pasa en el teatro de texto: estás expuesto a cualquier cosa externa que pueda pasar. Que nos han pasado miles: se cortó la luz, o sale mal una pista, o alguien se olvida una parte de la letra. Tenemos que estar las otras para resolverlo; en ese sentido entre nosotras cuatro tiene que haber mucha comunicación, mucha mirada, si algo está fallando tiene que estar la otra para resolverlo.
Apuesta exitosa
-Lo que sí se mantuvo es el staff femenino, con Melu Lambierto como directora residente.
-La directora fue Josefina Pieres, que se había ido unos meses antes de la pandemia a vivir a Estados Unidos; y dijo: “Sí, vuelvo para los ensayos”. Claro, pandemia, no pudo venir nunca; cuando recién pudo aterrizar fue 15 días antes del estreno; con lo cual fue todo virtual.
Ana Durañona es nuestra directora vocal; Melu ha sido el cuerpo físico para transmitirnos un poco todo lo que Josefina nos transmitía virtualmente. Y después sí, tuvimos muchos cambios, lo que siempre se mantiene es el espíritu: los productores, Valentina y Carlos Mentasti, apostaron en un momento donde muy poca gente apostaba y se animaba.
Y siguen apostando, porque a las obras hay que darles una vuelta de tuerca siempre. Porque se va a una actriz, o la pandemia (impensado); o tenés que cambiar de teatro, porque como te decía no estamos preparados para los éxitos. El teatro tampoco, es un negocio, entonces los empresarios también dicen: “Esta obra la pongo, que esté cuatro o cinco meses; y después la obra va bien, y el empresario ya tiene pautado todo el año, tiene toda una programación hecha.
-Nadie reserva sala por dos años.
-Exactamente. Entonces cambiamos de teatro: nos fuimos al Paseo La Plaza, después nos fuimos al Multiteatro, estuvimos haciendo temporada en Mar del Plata (ahí ganamos el premio Estrella de Mar a la Mejor Comedia Musical). Y cuando pensábamos que ya se había terminado, los productores dicen “gira nacional” (risas): así que aquí estamos, subiéndonos a los micros, yendo para todos los lugares que podamos ir.
Etapas
-Hablaba recién del público al que apuntan. Obviamente hay una conexión empática con quienes son madres; obviamente con otras mujeres, porque están esos mandatos. Pero hay también una conexión con los hombres, empezando porque todos somos hijos.
-Exacto: todos venimos de una madre, el mensaje es ese. Porque si bien el título es clarísimo, es “Madres”, si me dejo llevar por el título para ver una obra de teatro, o por un afiche, un hombre o una mujer que no es madre pueden pensar “este espectáculo no es para mí”. Y ahí es donde les decimos que nos den una oportunidad; en realidad ese momento ya pasó, porque después de dos años ya se hizo un boca en boca tan grande, que ya vienen los hombres.
Al principio sí nos costaba, porque salíamos y eran todas mujeres; sigue siendo el público mayoritario, pero los hombres vienen a acompañar: a veces los vemos, cuando espiamos a través del telón, y los vemos con una cara de mufa, como diciendo: “vine a acompañar a la vieja a ver esto, me voy a pegar un embole”. Capaz tiene que sumar “matrimillas”, entonces la acompaña.
-O “está sucio”, como decía un amigo cuando alguien era muy romántico de golpe.
-Exacto. Ese público viene, y nosotras los identificamos rápido, porque como son pocos los vemos; y vemos cómo se les va cambiando la cara: cómo se empieza a relajar, se empiezan a reír.
Porque la comedia es muy ácida, muy catártica, muy desbordada, y entonces, es imposible no reírse de lo que pasa; nos pasa a nosotras también: nos reímos de nosotras mismas y creo que invitamos al público a que también se ría de sí mismo. Que me parece que es una buena forma de desdramatizar, de liberar un poco, de quitarle peso. La maternidad tiene todo un peso social, un juzgamiento, una mirada de los otros, de una misma: las mujeres todo el tiempo estamos viendo: “¿Lo estoy haciendo bien? ¿Lo estoy haciendo mal?”.
Esta obra es una invitación a divertirnos de todas esas imposiciones, y los hombres lo entienden, se dan cuenta. Una vez un hombre nos dijo a la salida: “No sabía que a ustedes les pasaba todo esto”; y para mí es el mejor halago, porque evidentemente el mensaje llegó, bien dado. Porque a pesar de ser una comedia hay un mensaje: “Me pasa todo esto con el cuerpo”; después viene el embarazo, el parto, el postparto. Después te pasa todo lo emocional, y un día no aguantás más a los pibes. Decís: “Los devolvería, pero no tengo dónde: los quiero llevar de nuevo al hospital donde nacieron, pero no me los reciben” (risas).
Después tiene un tinte emotivo donde también los hombres se identifican, porque son padres, o han sido hijos. Todos los humanos tenemos noción del tiempo y el tiempo pasa rápido. Y lo que hoy era un problemón, porque no llegabas con los pibes a llevarlo a karate, y a la otra llevarla a danza; y el cumpleañito, y la lunchera, y el disfraz; y la comida, y tu marido, y tu propia madre. Los maridos, la relación de pareja: después de todo ese día quiere sexo: “No, señor, se equivocó”.
Después de todo eso los pibes se hicieron grandes y se fueron de casa; y vos te quedás ahí, a veces con tu pareja y a veces sola, y es tremendo. Yo estoy en esa etapa, y te digo que se me estruja el corazón.
-Tengo un hijo de 21 que ya se fue, y una hija de 18, que todavía la tengo. Mi hijo se fue a vivir con el papá, del que estoy separada. Hay uno de los personajes, el de Manu, que está separada y tiene hijos; y se tiene que dividir entre ser una buena madre, pero también volver al ruedo en términos amorosos, y sentirse sexy otra vez. Y es muy difícil sentirte sexy cuando estás todo el día limpiando mocos.
Es la maternidad, y nos quedamos cortas, porque la obra dura una hora y cuarto; si tuviéramos que contar lo que cada madre vivencia con cada hijo, sería eterna la obra.
Viviana en un momento de la obra, poniendo su expertise actoral y sus vivencias personales. Foto: Gentileza producciónAll’uso nostro
-La autora original es estadounidense. ¿Qué hubo que ajustar para el público argentino?
-Sue Fabisch escribió la obra (ella creo que tiene tres hijos ya grandes también) en el contexto de Estados Unidos, y fijate lo universal del tema: se replicó en el off-Broadway con muchísimo éxito; se sigue haciendo cada tanto en distintas ciudades; se vendió a un montón de países: hace muy poco también se hizo en Perú con un elenco de figuras muy importantes. Y en todos los lugares donde se replica la obra tiene éxito.
Nosotros tuvimos la suerte de contar con Ricardo Hornos, que es un autor y director argentino que hace muchos años que vive en Nueva York y en Broadway; ha ganado premios Tony, y además hace cine: es una persona muy prolífica, que entiende muy bien el inglés, por supuesto. Y adaptó esta obra de una manera deliciosa, porque la trajo a Argentina, a nuestra forma de hablar, a nuestra idiosincrasia; muchas veces las obras que se compran, al exterior son un riesgo, porque vos terminás diciendo: “Oye Tommy, ven, entra”. Una cosa que decís: “¿Qué estoy viendo? ¿Dónde estoy?”; eso pasa mucho con las comedias musicales.
Acá la autora fue fundamental, porque nos dio la licencia de poder modificar todo eso, obviamente con su previa aprobación: había que transcribir todo, después contarle, y explicarle la Argentina, cómo nos manejamos nosotros, qué decimos, cómo nos llevamos. Cómo es este grupo de amigas, porque no es lo mismo un grupo de amigas de Tennesee que un grupo de amigas de Santa Fe, Buenos Aires o Córdoba. Nosotros tenemos un valor de la amistad muy distinto; si bien la maternidad es universal, acá estábamos hablando de cuatro mujeres que además de ser madres son amigas, y se dicen barbaridades.
Yo tengo un monólogo que estaba planteado como dos renglones. Ahí le pregunté a la directora: “¿Puedo escribir algo un poquito más largo? ¿Me dejan?”. “Hay que hablar con la autora, por supuesto”. Lo escribí, a Josefina le encantó, se lo pasaron a la autora y también le encantó. Y lo mejor de todo es que el público explota en ese momento, porque yo meto cosas que vi acá: mi personaje te cuenta una situación que le pasa a ella en la playa con los pibes, imagínate Mar del Plata. Ese contexto la autora jamás lo podría haber escrito.
-No podría haber escrito una mamá en la Bristol nunca. Esas cosas son también las que enseguida generan empatía con el público, porque todos alguna vez hemos ido a una playa: la mayoría de las personas sabemos de qué estoy hablando en ese momento.
Otras puertas
-Decías que esta gira sería la recta final, por lo menos de esta etapa de la obra. ¿Qué proyectos tenés a nivel personal en vista?
-Con estos productores nunca sabes cuándo el proyecto se termina; pero está planteado que la gira la hacemos hasta septiembre, que es un montón. También eso nos sorprendió: pensábamos hacer dos o tres meses de gira, y no sucede eso: y vamos a La Plata, a Córdoba, y hay que agregar funciones. Ahora también en Santa Fe, Rosario y Villa Constitución, que están muy bien de boletería. Estamos muy agradecidos por la respuesta, pero también sabemos que la gente ya sabe el ticket que está comprando, sabe que no los vamos a defraudar; y eso está bueno.
En término de proyectos, pensando que esto se acababa (risas), tenemos en carpeta otra obra, que también compramos en Estados Unidos, en Broadway, pero es de texto. No te puedo contar mucho, pero es muy genial: son cuatro personajes, dos parejas, también muy ácida, con un humor muy inteligente, que a mí me encanta. Hice mucho drama muchos años de mi vida, en la tele o en las últimas obras que había hecho: era todo muy dramático. Ahora hace un tiempo que digo: “Voy a relajar un poco y a contar cosas que sean humanas, que sean reales, pero con un poco más de humor”.
-¿Para cuándo pensabas que se podía estrenar?
-Pensaba que era para septiembre, y que íbamos a estar ensayando junio, julio, agosto; y en agosto tenemos Mendoza. Así que todo se fue corriendo. Gracias a Dios, porque la verdad que estamos contentas, chochas: la regla siempre es “de un éxito uno no se puede bajar, no te podés ir”. A no ser que me llamen de Hollywood o de Broadway para hacer “Motherhood: the musical” (risas) pero no la veo. Así que vamos a seguir haciendo teatro por acá.
También hice la segunda temporada de “El encargado”, con Guille Francella: estuve en la primera temporada, la segunda ya se filmó, y eso también sale este año.
-¿Hay fecha de estreno de eso?
-No la sé, calculo que será segundo semestre, pero no tengo la fecha exacta.